Fragmento del texto: “Sobre la iniciación del tratamiento
(Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I)”. Freud, S. (1913). En
Obras Completas, Vol. XII. 1979. pp. 131. [Segunda parte del comentario]
“La abreviación de la cura analítica sigue siendo un deseo
justificado cuyo cumplimiento, como veremos, se procura por diversos caminos.
Por desgracia, un factor de mucho peso se les contrapone: unas alteraciones
anímicas profundas sólo se consuman con lentitud; ello sin duda se debe, en
última instancia, a la «atemporalidad» de nuestros procesos inconscientes.”
Comentario:
Freud se refirió en varias ocasiones a lo que denominó
“atemporalidad” de los procesos inconscientes. Una de ellas, además de la
traída a cuentas con la cita, es la referencia que podemos encontrar en el
capítulo V de “Lo inconsciente”, intitulado: Las propiedades particulares del sistema inconsciente. Allí indica
que “Los procesos del sistema Icc son
atemporales, es decir, no está ordenados con el arreglo al tiempo, no se
modifican por el transcurso de este ni, en general, tienen relación alguna con
él.” (1915, Vol. XIV, pp. 184). Esta es una de las cuatro propiedades que Freud describe; las otras corresponden al hecho de que no habría negación en lo inconsciente y no opera en él el principio de no contradicción; priman los procesos primarios
sobre los secundarios y la realidad psíquica se impone a la llamada realidad
objetiva. Por lo pronto, me detendré en la "atemporalidad".
Pero, entender esa “atemporalidad” de lo inconsciente,
requiere ciertas precisiones. La primera, ya introducida en el comentario
anterior, se refiere a la comprensión del tiempo como una línea segmentada que
va hacia adelante. Esta visión es propia tanto del sentido común como de la
ciencia previa a la relatividad de Einstein y a la mecánica cuántica. No es
extraño que fuese también la noción de tiempo para Freud y por lo cual tuviese
dificultades para articular la temporalidad que corresponde a lo inconsciente.
Ese modo de comprender el tiempo es fenomenológico, es decir, imaginario,
intuitivo, si se quiere. Se trata de los modos en que intentamos asir el tiempo
como unidad de medida; un conteo continuo y perpetuo que supone un avance
permanente "hacia adelante". Tal vez sea esta idea la que trajo
aparejada consigo la ingenuidad de que “hacia adelante” es equivalente de
“progreso”, idea que vemos fracasar una y otra vez. Pero también, en la medida
en que ese conteo puede referirse a los fenómenos cíclicos de la naturaleza,
ese “hacia adelante”, como equivalente de “progreso”, se hizo a su vez
equivalente de desarrollo y maduración. En ese orden de ideas, la psicología,
hasta nuestros días, no dista de esa concepción imaginaria del tiempo para una
conciencia que debería desarrollarse a la par con la maduración del sistema
nervioso, como si lo psíquico fuese simplemente una función, reflejo de
procesos de maduración anatómicos. Sin embargo, si algo ha sido demostrado, muy
a pesar de los ideales del desarrollo y la maduración, es que el tiempo no es
una entidad independiente del espacio y que como tal no solo puede ir hacia adelante, sino que, además, tiene una condición paradójica de retroacción (nachträglich). Esto se revela de tal manera tanto para la comprensión matemática del tiempo en la física de la
relatividad, la mecánica cuántica y la teoría de supercuerdas, como para el inconsciente descubierto por Freud.
Será necesario entonces, en nuestro próximo comentario,
introducir algunas cuestiones acerca de esa “otra” modalidad del tiempo,
paradójica, propia de la física moderna y también de lo inconsciente, que revela cómo no-todo movimiento temporal es hacia adelante y que no hay tal cosa como la maduración. Se trata
de una compresión topo-lógica y no cronológica del tiempo.
John James Gómez G.
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