Fragmento del texto: “Sobre la iniciación del tratamiento
(Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I)”. Freud, S. (1913). En
Obras Completas, Vol. XII. 1979. pp. 131. [Tercera parte del comentario]
“La abreviación de la cura analítica sigue siendo un deseo
justificado cuyo cumplimiento, como veremos, se procura por diversos caminos.
Por desgracia, un factor de mucho peso se les contrapone: unas alteraciones
anímicas profundas sólo se consuman con lentitud; ello sin duda se debe, en
última instancia, a la «atemporalidad» de nuestros procesos inconscientes.”
Comentario:
El tiempo como entidad continua con el espacio, tal como lo
propuso Einstein, revolucionó por completo la idea que se tenía sobre él. En
primera instancia, porque se opone a toda intuición derivada de la experiencia
sensible, en tanto se revela el hecho de que la continuidad espacio/tiempo
implica una relatividad fundamental, a saber, que la cantidad de energía que
puede usarse para moverse en el tiempo guarda una relación inversamente
proporcional con la energía disponible para moverse en el espacio, y viceversa.
En otras palabras, que entre más energía se usa para moverse en el tiempo, la
velocidad para moverse en el espacio se reduce y que, entre más se usa energía
en el movimiento espacial, la posibilidad de moverse en el tiempo es cada vez
menor, lo cual conlleva un enlentecimiento del tiempo, incluso, si esa energía
que se usa recorriendo el espacio es cercana a la velocidad de la luz
(299.792.458 m/s) el tiempo podría, casi, detenerse. Esto no es fácil de
aceptar, pues la intuición nos limita; estamos atrapados por el mundo sensible
y, en ese punto, sólo lo simbólico nos permite demostrar y comprender lo que
somos incapaces de representar por la vía imaginaria; claro, siempre,
enfrentándonos a un no-todo, a un límite imposible de franquear.
La segunda cuestión, tiene que ver con el hecho de que el
espacio/tiempo puede curvarse, plegarse sobre sí mismo, lo cual implica que es
posible que el tiempo no solo vaya hacia delante. De hecho, lo que creemos que
es el tiempo moviéndose siempre hacia delante no es más que el efecto de la
segunda ley de la termodinámica, a saber, la entropía. Ella refiere a las
magnitudes de energía que no pueden usarse para producir trabajo y se manifiestan
como una tendencia al desorden, al caos. Es por la entropía que nunca vemos que
un huevo que se rompe al caer al suelo, vuelva hacia atrás, uniéndose en todas
sus partes; sin embargo, existe una probabilidad, muy baja de que ello pueda
ocurrir, incluso, de que haya ocurrido en otro nivel dimensional. Así, hay algo
que es imposible de ligar de las magnitudes de energía, una energía que es
siempre no ligada. [Para aquellos lectores que se interesen en indagar un poco
más sobre esto, sugiero alguna bibliografía de fácil acceso y fácil
comprensión. De Brian Greene: “El universo elegante” (2001) y “El tejido del
cosmos” (2010). De Mario Livio: “¿Es Dios un matemático? (2009). Y, de Stephen
Hawking: “Historia del tiempo" (1988)].
Esta cuestión de “la energía no ligada”, seguramente, sonará
familiar a quienes puedan reconocer en ella cuestiones fundamentales de los
planteamientos y los dilemas Freudianos a propósito de la compulsión de
repetición, la pulsión de muerte, el Ello y el problema económico del
masoquismo, para mencionar solo algunas de referencias. En términos de Lacan,
podrán encontrar también alguna relación con lo que llamó “lo real”, eso
imposible, que no cesa de no escribirse y que siempre retorna al mismo lugar.
Pues bien, lo que la física ha mostrado y la experiencia psicoanalítica no cesa
de poner en evidencia, es que lo no reversible no es el tiempo, sino la
entropía. Sin embargo, dado que estamos capturados en el mundo sensible, nos
resulta imposible no confundir el tiempo con los efectos de la entropía, salvo
que nos orientemos por lo simbólico.
El tiempo, entonces, sólo puede ser aprehendido en la medida
en que se comprenda como una topo-logía, es decir, como una entidad ligada al
espacio. Freud lo intuyó muy rápidamente. Esto es evidente en el caso Emma, que
presenta bajo el título de "La proton pseudos histérica" en su "Proyecto
de psicología para neurólogos" (1895), con el que esboza su teoría de los dos tiempos
del trauma, así como su esquema del capítulo VII de "La interpretación de los
sueños"(1900), en los que articula los movimientos progrediente y regrediente. No se
trata de la atemporalidad del inconsciente, sino, de la dificultad que
representaba para Freud, por razones que iban más allá de sus intenciones pues
era algo incomprendido incluso por la física de su época, para entender el
estatuto del tiempo, lo que no evitó que con el concepto de “nachträglich”
logrará articular una lógica suficiente para pesquisar esa temporalidad
paradójica y extraña de lo inconsciente, pues requiere atravesar lo imaginario
sirviéndose de lo simbólico. Es de reconocer que, a pesar de las dificultades,
Freud no confundió el tiempo con los efectos de la entropía. Su inteligencia y
agudeza eran, sin duda, notables.
Me detengo por ahora. En el próximo comentario intentaré
avanzar un poco más sobre lo expuesto hasta el momento.
John James Gómez G.
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