viernes, 5 de diciembre de 2014

Fragmento del texto: “Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I)”. Freud, S. (1913). En Obras Completas, Vol. XII. 1979. pp. 131. [Tercera parte del comentario]

“La abreviación de la cura analítica sigue siendo un deseo justificado cuyo cumplimiento, como veremos, se procura por diversos caminos. Por desgracia, un factor de mucho peso se les contrapone: unas alteraciones anímicas profundas sólo se consuman con lentitud; ello sin duda se debe, en última instancia, a la «atemporalidad» de nuestros procesos inconscientes.”

Comentario:

El tiempo como entidad continua con el espacio, tal como lo propuso Einstein, revolucionó por completo la idea que se tenía sobre él. En primera instancia, porque se opone a toda intuición derivada de la experiencia sensible, en tanto se revela el hecho de que la continuidad espacio/tiempo implica una relatividad fundamental, a saber, que la cantidad de energía que puede usarse para moverse en el tiempo guarda una relación inversamente proporcional con la energía disponible para moverse en el espacio, y viceversa. En otras palabras, que entre más energía se usa para moverse en el tiempo, la velocidad para moverse en el espacio se reduce y que, entre más se usa energía en el movimiento espacial, la posibilidad de moverse en el tiempo es cada vez menor, lo cual conlleva un enlentecimiento del tiempo, incluso, si esa energía que se usa recorriendo el espacio es cercana a la velocidad de la luz (299.792.458 m/s) el tiempo podría, casi, detenerse. Esto no es fácil de aceptar, pues la intuición nos limita; estamos atrapados por el mundo sensible y, en ese punto, sólo lo simbólico nos permite demostrar y comprender lo que somos incapaces de representar por la vía imaginaria; claro, siempre, enfrentándonos a un no-todo, a un límite imposible de franquear.

La segunda cuestión, tiene que ver con el hecho de que el espacio/tiempo puede curvarse, plegarse sobre sí mismo, lo cual implica que es posible que el tiempo no solo vaya hacia delante. De hecho, lo que creemos que es el tiempo moviéndose siempre hacia delante no es más que el efecto de la segunda ley de la termodinámica, a saber, la entropía. Ella refiere a las magnitudes de energía que no pueden usarse para producir trabajo y se manifiestan como una tendencia al desorden, al caos. Es por la entropía que nunca vemos que un huevo que se rompe al caer al suelo, vuelva hacia atrás, uniéndose en todas sus partes; sin embargo, existe una probabilidad, muy baja de que ello pueda ocurrir, incluso, de que haya ocurrido en otro nivel dimensional. Así, hay algo que es imposible de ligar de las magnitudes de energía, una energía que es siempre no ligada. [Para aquellos lectores que se interesen en indagar un poco más sobre esto, sugiero alguna bibliografía de fácil acceso y fácil comprensión. De Brian Greene: “El universo elegante” (2001) y “El tejido del cosmos” (2010). De Mario Livio: “¿Es Dios un matemático? (2009). Y, de Stephen Hawking: “Historia del tiempo" (1988)].

Esta cuestión de “la energía no ligada”, seguramente, sonará familiar a quienes puedan reconocer en ella cuestiones fundamentales de los planteamientos y los dilemas Freudianos a propósito de la compulsión de repetición, la pulsión de muerte, el Ello y el problema económico del masoquismo, para mencionar solo algunas de referencias. En términos de Lacan, podrán encontrar también alguna relación con lo que llamó “lo real”, eso imposible, que no cesa de no escribirse y que siempre retorna al mismo lugar. Pues bien, lo que la física ha mostrado y la experiencia psicoanalítica no cesa de poner en evidencia, es que lo no reversible no es el tiempo, sino la entropía. Sin embargo, dado que estamos capturados en el mundo sensible, nos resulta imposible no confundir el tiempo con los efectos de la entropía, salvo que nos orientemos por lo simbólico.

El tiempo, entonces, sólo puede ser aprehendido en la medida en que se comprenda como una topo-logía, es decir, como una entidad ligada al espacio. Freud lo intuyó muy rápidamente. Esto es evidente en el caso Emma, que presenta bajo el título de "La proton pseudos histérica" en su "Proyecto de psicología para neurólogos" (1895), con el que esboza su teoría de los dos tiempos del trauma, así como su esquema del capítulo VII de "La interpretación de los sueños"(1900), en los que articula los movimientos progrediente y regrediente. No se trata de la atemporalidad del inconsciente, sino, de la dificultad que representaba para Freud, por razones que iban más allá de sus intenciones pues era algo incomprendido incluso por la física de su época, para entender el estatuto del tiempo, lo que no evitó que con el concepto de “nachträglich” logrará articular una lógica suficiente para pesquisar esa temporalidad paradójica y extraña de lo inconsciente, pues requiere atravesar lo imaginario sirviéndose de lo simbólico. Es de reconocer que, a pesar de las dificultades, Freud no confundió el tiempo con los efectos de la entropía. Su inteligencia y agudeza eran, sin duda, notables.

Me detengo por ahora. En el próximo comentario intentaré avanzar un poco más sobre lo expuesto hasta el momento.  


John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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