Fragmento del texto: “Sobre la iniciación del tratamiento”.
Freud, S. (1913). En: Obras Completas, vol. XII. Amorrortu Editores. 1979. pp.
132-133. (Segunda parte del comentario).
“…el hombre de cultura trata los asuntos de dinero de
idéntica manera que las cosas sexuales, con igual duplicidad, mojigatería e
hipocresía. Entonces, de antemano está resuelto a no hacer otro tanto, sino a
tratar las relaciones monetarias ante el paciente con la misma natural
sinceridad en que pretende educarlo para los asuntos de la vida sexual.”
Comentario:
El dinero guarda una relación estrecha con el pudor, cosa
que no hay que confundir con la moral en su sentido más general. El pudor trata
de aquello que se juega entre la presencia y la ausencia, entre lo que se elije
mostrar y lo que se elije ocultar. No es una cuestión menor, el movimiento
libidinal se expresa en los modos articulados en dicha elección, fundamentalmente
inconsciente. Puertas y ventanas son, en nuestra cultura moderna, ejemplos
princeps de ello. El dinero puede ser, en tal sentido, una llave usada para
regular la apertura de esas puertas, pero también puede ser algo que conlleve
vergüenza. No es un objeto del cual sea fácil servirse, pero sí del que es muy
fácil hacerse presa.
En la época actual, el rasgo fetiche del dinero es evidente,
a la vez que coexiste con su rasgo fóbico, paradoja que es propia de la lógica
de los objetos imaginarios que entran en la cadena sustitutiva de la falta del
objeto a. Así, es común que culturalmente exista tanto la fascinación por el
dinero (no debe olvidarse que la raíz latina “fascinus” corresponde al
“phallos” griego, falo en castellano), como un cierto desprecio por él, al
punto que, en algunas se lo califica como algo “cochino”, “sucio”. Es en ese
doble rasgo, en esa paradója, que se manifiestan los avatares del pudor y la
vergüenza acerca de la manera en cómo cada uno puede servirse de él o ser
tomado por él. De allí que a pesar de las soñadas diferencias entre comunismo y
capitalismo, en ninguno de los dos se pueda prescindir del hecho de que, en
ambos casos, todos estén demasiado preocupados por el dinero.
No se trata de atribuir al dinero, en sí mismo, algún tipo
de cualidad desde una perspectiva moral, sino, de interrogar su lugar en la
vida pulsional. ¿De qué modo el dinero es investido libidinalmente y de qué
manera sirve a los fines del deseo y el goce? Pero, al mismo tiempo es
necesario preguntarse ¿de qué modo el Yo se ubica frente a los avatares
pulsionales que implica el brillo fálico del dinero y sus rasgos paradójicos de
atracción y repulsión? Son puntos que bien deben considerarse en el abordaje
clínico y, por tal razón, el cobro de la sesión no puede tomarse como un
negocio, ni como el pago por un tiempo cronológico, mucho menos por un
servicio, todos ellos emblemas del discurso capitalista; su estatuto no puede
ser estandarizado, ya que habrá que escuchar cual es la lógica por la cual, uno
por uno, se sirve de ese objeto particular. Es parte del trabajo analítico
interrogar su estatuto y es necesario que aquel quien presta su cuerpo al lugar
de analista haya producido de antemano un saber sobre sus propios avatares
pulsionales a propósito del dinero, para reducir, así, la probabilidad de
sucumbir ante sus impasses singulares en lo que a dicho objeto refiere.
John James Gómez G.
Interesante frase y comentario. Gracias.
ResponderEliminarwww.susanalorente.com
Gracias, Susana Lorente. Saludos desde Colombia.
Eliminar