miércoles, 4 de junio de 2014

Fragmento del texto: “Construcciones en Análisis”. Freud, S. (1937). En: Obras Completas, vol. XXIII. Amorrortu Editores. 1986. pp. 267. (Tercera parte del comentario).

“…si el análisis ha sido ejecutado de manera correcta, uno alcanza en él una convicción cierta sobre la verdad de la construcción, que en lo terapéutico rinde lo mismo que un recuerdo recuperado. Bajo qué condiciones acontece esto, y cómo es posible que un sustituto al parecer no integral produzca, no obstante, todo el efecto, he ahí materia de una investigación ulterior.”

Comentario:

Si la “reacción terapéutica negativa” fue la resistencia más poderosa con la que se topó Freud, ello no se debió a otra cosa que al exaltamiento de la condición del hecho constatable, una y otra vez, de que el YO no desea ser salvado, pues es por su posición masoquista ante ese Otro, representado en su mito neurótico, que puede, a pesar de todo, soportar la angustia mientras intenta librarse de la culpabilidad derivada de haber cedido en su deseo. Ubicándose en esa posición de su-misión, intenta desesperado expiar el sentimiento inconsciente de culpabilidad. Es debido a esto que el mito neurótico se justifica y que el sostenimiento del padre del Edipo, es decir, de la fantasía, llamémosla también, realidad psíquica, ese cuarto que se adenda al nudo de tres, resulta en condición necesaria.

En este orden de ideas, cuando el analista intenta ubicarse en la posición de redentor, consejero o salvador de almas, no puede más que llevar el acto analítico al fracaso, por haber advenido, él mismo, a la ostentación de un lugar equivalente a ese Otro que en la fantasía neurótica es el azotador [“Pegan a un niño”] encarnando la voz del superyó y, por ello, en cuanto intenta entregar el sentido y la "esperanza" que taponen la falta originaria, el sentimiento inconsciente de culpabilidad se incrementa en el Yo del analizante, siendo así que encuentra en el acrecentamiento de su padecimiento la manera de intentar expiar esa culpabilidad que es opuesta a la responsabilidad. Para que el acto analítico no fracase, es preciso entonces que quien presta su cuerpo al lugar de analista, opere de tal manera que no se responda la demanda de amor, ni sus variantes, a saber, la demanda de cura y de salvación.

La construcción, por tanto, se trata del modo en que por el significante adviene un sujeto del inconsciente en el cual el analizante reconoce un saber variante acerca de su-posición invariante (topológicamente hablando) en la fantasía, para, a partir de allí, articular modos posibles de rectificar dicha posición. Es en ese punto donde se juega el trabajo analítico que no busca bienestar alguno para el analizante, sino, abrir la puerta al encuentro con lo real, es decir, con eso que no cesa de retornar y ante lo cual se ha construido una posición invariante ligada a una repetición en la cual el Yo se encuentra alienado, en tanto desconoce lo que de ella lo implica. De ser posible un encuentro tal y un trabajo del analizante que pueda articular ese saber entre lo variante y lo invariante, entre lo finito y lo infinito, en torno a Eso imposible de soportar, que un análisis puede producirse más allá de las aspiraciones ideales de quienes se llaman a sí mismos analistas. En tal sentido, bien vale la pena decir que, incluso, no en pocos casos, tal vez el analizante lleve adelante su análisis no a causa de la persona que presta su cuerpo al lugar de analista, sino, a pesar de él, pues lo que llamamos propiamente analista solo encuentra su ser en el ser dicho en alguna parte, que no es otra que la articulación significante a la que se precipita, por su saber no sabido, el analizante. No es posible que haya un análisis sin aquel que se presta al lugar de analista, pero es seguro que solo podrá haber análisis si y sólo sí, ese llamado "analista", permite al analizante que su presencia sea prescindible a condición de que pueda servirse de ella.

John James Gómez G.

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