lunes, 9 de junio de 2014

Fragmento del texto: “Algunas Lecciones Elementales Sobre Psicoanálisis”. Freud, S. (1940). En: Obras Completas, vol. XXIII. Amorrortu Editores. 1979.  (Segunda parte del comentario).

“El psicoanálisis tiene pocas perspectivas de ser bien visto o popular. Y no sólo porque muchos de sus contenidos afrentan los sentimientos de numerosas personas…” (p. 283)

“No cualquiera osa formular juicios sobre cosas físicas, pero todos —el filósofo tanto como el hombre de la calle— tienen su opinión sobre cuestiones psicológicas y se comportan como si fueran al menos unos psicólogos aficionados. Y aquí viene lo asombroso: que todos —o casi todos— están de acuerdo en que lo psíquico posee efectivamente un carácter común en que se expresa su esencia. Es el carácter único, indescriptible pero que tampoco ha menester de descripción alguna, de la condición de consciente. Se dice que todo lo consciente es psíquico, y también, a la inversa, que todo lo psíquico es consciente.” (p. 284-285).

Comentario:

Que el psicoanálisis no sea popular y que además produzca cierta conmoción tanto para el uno por uno, como a nivel social general, no es cosa oculta. Quienes se encuentran con él, se entregan a su “mordedura” desde el extremo religioso hasta el odio profundo; extremos que son dos caras de una misma moneda. Y es que el saber que el psicoanálisis comporta no puede dejar de ser perturbador, pues, justamente, buena parte de sus efectos consisten en develar lo reprimido en juego en el lazo entre el sujeto y el Otro, razón por la cual, lo que pone en escena, suele ser insoportable para el Yo, que es, como bien señala Freud, no solo más inmoral de lo que cree sino también más moral de lo que sabe.

Es por ello que la relación con el psicoanálisis no es cosa sencilla. El hecho de que se lo considere una disciplina que hace parte de las ciencias sociales y humanas, lleva a la idea de que puede prescindirse de la formalización lógica para aproximarse a su comprensión. En una posición como esa, el Yo hace de él un mito en relación con el cual puede sostener su padecimiento neurótico, así como los altos vuelos narcisistas en los que pueda infatuarse, "sintiéndose psicoanalista", intentando así poner al psicoanálisis en el lugar del agujero fundante del sinsentido de la existencia humana, para tratar de obturar la falta y la angustia que ella conlleva. Se oye entonces hablar de él, con odio profundo, o con religiosidad, y bien vale la pena desconfiar menos del primer caso que del segundo.

Abundan, entre los psicoanalistas, las frases ya convertidas en cliché, tomadas de la obra de Freud y de Lacan, que son repetidas en muchas ocasiones sin ser interrogadas y sobre las cuales, a veces, todo lo que se dice resulta palabra vacía por el hecho, fácilmente constatable, de que no en pocos casos se las repite sin haberse provisto los medios lógicos para articular un saber entorno a ellas o para interrogar su estatuto. Series sin fin de ponencias enteras construidas como “colchas de retazos”, en las que se remiendan frases cliché, una al lado de la otra, para brindar una cierta apariencia de que se sabe lo que se dice, olvidando incluso que el psicoanálisis se trata de un discurso donde lo que cuenta no es lo que se sabe sino el saber no sabido. Es por ello que la responsabilidad no es poca cuando del psicoanálisis se trata. No se puede ser sumiso ante la teoría ni hablar en el “Nombre del Padre”, habría que poder prescindir del padre a condición de servirse de él, es decir, arriesgarse como Tales de Mileto, a dar el paso del Mythös al Lôgos.


John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....