Fragmento del texto: Los complejos familiares en la
formación del individuo. Lacan, J. (1938). En: Otros escritos. Editorial
Paidos. 2012. pp. 45. (Con este comentario finalizamos el 2013 y entramos en receso hasta el 13 de enero 2014. Felices fiestas).
"Que la tendencia a la muerte es vivida por el hombre
como objeto de un apetito, he aquí una realidad que el análisis pone de relieve
en todos los niveles del psiquismo; le correspondía al inventor del
psicoanálisis reconocer el carácter irreductible de tal realidad, pero la
explicación que de ella dio mediante un instinto de muerte, por deslumbrante
que resulte, no deja de ser contradictoria en sus términos; así de cierto es
que hasta el propio genio, en Freud, cede ante el prejuicio biológico que exige
que toda tendencia se relacione con el instinto."
Comentario:
Sin duda, uno de los hallazgos más importantes en la
práctica iniciada por Freud fue el de una pulsión de muerte constituyente en lo que se ha dado en llamar "ser humano". Su relevancia es tal, que se considera el punto crucial de
inflexión, incluso de ruptura, en los avances de su construcción, cuestión que
llevó, por demás, a nuevos interrogantes sobre la teoría pero, sobretodo,
acerca de los fines y los medios de la clínica psicoanalítica. Él mismo, Freud,
guardó la esperanza de que ese ser que venía supuestamente del "humus" ("tierra", de allí lo supuestamente humano) fuese en esencia “bueno”, es decir, que se
rigiese, al igual que parece hacerlo el común de la naturaleza, por el
principio del placer y por una búsqueda de bienestar propio y para la especie
en su meta de autoconservación. Nada más alejado de lo que la historia de la
humanidad y de lo que la clínica psicoanalítica enseñan cada día, desde sus
comienzos.
Es cierto que el ser hablante y que usa letras, ése mismo que en la moral cristiana y en no pocos mitos, diversos, de la creación, se cree venido del humus, hace parte de la naturaleza; seguimos siendo
parte de un cierto reino llamado animal.
Sin embargo, no está ahí el límite de la verdad posible a develar en la
lógica misma de las particularidades de el lazo que entre tales seres se
constituye. Claro, se oye retumbar, una
y otra vez, cómo el sentido común y la moral romana, hecha cristiana, intentan
atribuir la agresividad y la sexualidad humana a su condición natural en la que
se revelaría su animalidad: "Es lo propio de los instintos, es su esencia
animal", dicen algunos. Otros, por su parte, alegan que es necesario
renunciar al deseo, que sería, según ellos, lo animal, y alcanzar así lo divino.
Resulta necesario decir que es ésa una miopía harto pronunciada si se considera
que un animal no "humano", cuando agrede a otros, o mata, no lo hace ni con
premeditación ni con alevosía ni con sevicia, esto sí que es
"humano"!!. Mucho menos un animal no "humano" se infligiría a
sí mismo dolores y se consagraría a síntomas de pleno valor psíquico. Una vaca
afectada por el deseo tendría necesariamente que sentirse insatisfecha con la
hierba que come y no dudaría en quejarse de su insatisfacción. Y, finalmente, nada más
alejado de la sexualidad en el sujeto que los fines de la reproducción. En ese
orden de ideas, es falso que lo que se ha denominado “ser humano” no sea
natural, pero también es falso que sea únicamente natural o que sea ello lo que
tenga la primacía en su manera de existir en el mundo. Es allí, justamente, donde se juega el punto crucial en el que se introduce la pulsión de
muerte.
Sin embargo, a pesar de la evidencia, la pulsión de muerte
no es algo fácil de aceptar pues va en contravía de la idealización que dicho
ser hace de sí mismo, tanto como va en contra de los ideales propios de la
civilización; aquella que se jacta de ser más avanzada que las que han sido
consideradas "salvajes" y “primitivas”, aunque en éstas últimas no hubiese
neurosis y la violencia no tuviera los alcances de la que se ejerce actualmente
en una sociedad que se supone a sí misma el culmen de la historia humana. Es un
hecho constatable, la relación entre lo que se entiende como “avance de la
civilización” y el incremento de la agresividad y la violencia es directamente
proporcional.
La pulsión (trieb) de muerte no es pues algo que tenga que ver con
alguna condición natural propia de una especie en el sentido biológico de la
expresión y es por ello que no se trata de un instinto (instinkt). Sabemos que Freud se
equivocó al tratar de explicar la tendencia a esa condición mortífera, a ese
apetito por la muerte y el horror, por vía de la biología; cuestión
comprensible si se presta atención a las tendencias científicas dominantes en
su época y al hecho de que él buscaba responder a ellas encontrando un
fundamento en ese mismo sentido científico para sus hallazgos. No obstante,
basta leer su “Más allá del principio del placer" para ver cómo Freud se debate entre
la biología y el hecho de que comprendía, desde ese momento, el valor del fonema
y su relación con el trauma, la repetición y la pulsión de muerte. Lamentablemente, todavía hoy el modo de explicación de que toda tendencia en los “seres humanos” sería biológica, no deja de estar presente en
algunos campos que desconocen los efectos posibles del lenguaje y con él, de la
cultura. Hay que aclarar de todas maneras que dichas tendencias que insisten en explicar todas las
tendencias "humanas" como biológicas, evidentemente, no son biológicas, con lo
cual se niegan a sí mismas.
John James Gómez G.