Fragmento del texto y comentario: “Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis”. Lacan, J. (1964). En: El Seminario, libro 11. Editorial Paidós,
Buenos Aires. 1987. Pág. 139 [Segunda parte del comentario]
“El fundamento único de la verdad es que la palabra, aún
mentirosa, la invoca y la suscita”.
Comentario:
Y entre esas posibilidades de ejercer un poder, cuando de la
fabricación de pruebas y hechos en torno a la verdad se trata, tal vez ningún
otro campo representa de manera tan perturbadora el problema como aquel que se
ha denominado “Salud Mental”. Tal vez las intenciones sean buenas, pero las
condiciones diferenciales entre lo bueno y lo malo son tan problemáticas como
la verdad misma. Se postula la idea del bienestar de los pacientes; aquellos
que por no encajar en la norma que se ha determinado como “verdadera”, deben
someterse a las clasificaciones que los manuales, DSM y CIE, imponen como modo
de hacer encajar lo particular de cada sujeto en las imposturas morales del
discurso de un Amo que obedece sumiso a las leyes del mercado.
Como bien lo indica Néstor Braunstein:
El psiquiatra pasará a ser el
funcionario de la norma (social, jurídica) y podrá entender en casos de
"psicopatía", "sociopatía", "perversión",
"homosexualidad", "cleptomanía", comportamientos violen-
tos, "conflictividad", conductas delictivas, tristeza duradera,
timidez, aislamiento social, "disfuncionalidad familiar", fracaso
escolar o laboral, anorexia y bulimia, alcoholismo y otras adicciones así como
en los ejemplares humanos dominados por alguno de los siete pecados capitales.
¿Los siete? A ver, contemos: ira, pereza, soberbia, gula, lujuria y envidia.
¿Siete? No; seis. Falta uno del cual ni la CIE ni el DSM-IV-TR ni el futuro
DSM-5 no dicen ni pío: la avaricia. Pues hay "trastornos de la
personalidad" descritos en todas las áreas del comportamiento... excepto
con relación al dinero. ¿No es curioso? ¿Será que en este aspecto, el de la
codicia {covetousness) y el del atesoramiento, el sujeto no se "aparta
acusadamente de las expectativas de la cultura…[1]
La moral sexual cultural no deja de hacer los deleites de
quienes, en una sociedad famélica que se alimenta tragando sin masticar la
dignidad del sujeto, olvidan que la clasificación nada dice sobre el
sufrimiento y que ese sufrimiento no encuentra en la biología más que su
soporte material anatómico, sin que ello sea suficiente para descifrar la
manera de saber hacer con eso. La medicación no es otra cosa que un paliativo
normalizador, si bien útil en ciertas ocasiones, solo un medio al que las
farmacéuticas quieren hacer equivaler a la “pócima universal” con la que los
cirujanos barberos del medioevo, engañaban a los encantados pobladores que
corrían hasta los carromatos, convertidos en improvisados escenarios, para entretenerse con las
piruetas y los malabarismos de aquellos timadores que no llegaban a ser
médicos.
Si es que ejercemos la docencia, actividad propia de una de
las tres profesiones imposibles según Freud, a saber, educar, podríamos tomar
el camino de "obligar" a nuestros estudiantes a creer en los manuales
y a seguirlos al pie de la letra, o bien podemos alentarlos a razonar y a
pensar críticamente, incluso, interrogando su propia posición respecto del acto
reflexivo. Es claro que la "o" juega aquí un papel excluyente; es lo
uno o lo otro. En todo caso, si es lo primero a lo que se les quiere
"obligar", mejor dejar en claro que lo único que se espera de ellos
es que cada uno se tome a sí mismo por un ser-vil.
John James Gómez G.
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