jueves, 14 de abril de 2016

Fragmento del texto y comentario: “Los  cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. Lacan, J. (1964). En: El Seminario, libro 11. Editorial Paidós, Buenos Aires. 1987. Pág. 139 [Segunda parte del comentario]

“El fundamento único de la verdad es que la palabra, aún mentirosa, la invoca y la suscita”.

Comentario:

Y entre esas posibilidades de ejercer un poder, cuando de la fabricación de pruebas y hechos en torno a la verdad se trata, tal vez ningún otro campo representa de manera tan perturbadora el problema como aquel que se ha denominado “Salud Mental”. Tal vez las intenciones sean buenas, pero las condiciones diferenciales entre lo bueno y lo malo son tan problemáticas como la verdad misma. Se postula la idea del bienestar de los pacientes; aquellos que por no encajar en la norma que se ha determinado como “verdadera”, deben someterse a las clasificaciones que los manuales, DSM y CIE, imponen como modo de hacer encajar lo particular de cada sujeto en las imposturas morales del discurso de un Amo que obedece sumiso a las leyes del mercado.  

Como bien lo indica Néstor Braunstein:

El psiquiatra pasará a ser el funcionario de la norma (social, jurídica) y podrá entender en casos de "psicopatía", "sociopatía", "perversión", "homosexualidad", "cleptomanía", comportamientos violen- tos, "conflictividad", conductas delictivas, tristeza duradera, timidez, aislamiento social, "disfuncionalidad familiar", fracaso escolar o laboral, anorexia y bulimia, alcoholismo y otras adicciones así como en los ejemplares humanos dominados por alguno de los siete pecados capitales. ¿Los siete? A ver, contemos: ira, pereza, soberbia, gula, lujuria y envidia. ¿Siete? No; seis. Falta uno del cual ni la CIE ni el DSM-IV-TR ni el futuro DSM-5 no dicen ni pío: la avaricia. Pues hay "trastornos de la personalidad" descritos en todas las áreas del comportamiento... excepto con relación al dinero. ¿No es curioso? ¿Será que en este aspecto, el de la codicia {covetousness) y el del atesoramiento, el sujeto no se "aparta acusadamente de las expectativas de la cultura…[1]

La moral sexual cultural no deja de hacer los deleites de quienes, en una sociedad famélica que se alimenta tragando sin masticar la dignidad del sujeto, olvidan que la clasificación nada dice sobre el sufrimiento y que ese sufrimiento no encuentra en la biología más que su soporte material anatómico, sin que ello sea suficiente para descifrar la manera de saber hacer con eso. La medicación no es otra cosa que un paliativo normalizador, si bien útil en ciertas ocasiones, solo un medio al que las farmacéuticas quieren hacer equivaler a la “pócima universal” con la que los cirujanos barberos del medioevo, engañaban a los encantados pobladores que corrían hasta los carromatos, convertidos en improvisados escenarios, para entretenerse con las piruetas y los malabarismos de aquellos timadores que no llegaban a ser médicos.

Si es que ejercemos la docencia, actividad propia de una de las tres profesiones imposibles según Freud, a saber, educar, podríamos tomar el camino de "obligar" a nuestros estudiantes a creer en los manuales y a seguirlos al pie de la letra, o bien podemos alentarlos a razonar y a pensar críticamente, incluso, interrogando su propia posición respecto del acto reflexivo. Es claro que la "o" juega aquí un papel excluyente; es lo uno o lo otro. En todo caso, si es lo primero a lo que se les quiere "obligar", mejor dejar en claro que lo único que se espera de ellos es que cada uno se tome a sí mismo por un ser-vil.

John James Gómez G.




[1] Braunstein, N. (2013). Clasificar en Psiquiatría.  México: Siglo XXI Editores. Pág. 92

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....