lunes, 11 de abril de 2016

Fragmento del texto y comentario: “Los  cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. Lacan, J. (1964). En: El Seminario, libro 11. Editorial Paidós, Buenos Aires. 1987. Pág. 139 [Primera parte del comentario]

“El fundamento único de la verdad es que la palabra, aún mentirosa, la invoca y la suscita”.

Comentario:

El orden de la verdad es para nosotros íntimamente ajeno. Es así que con el ánimo de olvidar su estructura escurridiza y quitarnos de encima la inquietud que ella nos trae, queramos someterla a nuestro propio orden: aquel en que creemos poder controlar las cosas a nuestro modo.

En ese propósito de eludir lo inquietante de la verdad, muchos tratan de hacerla equivaler a una “prueba”, en el sentido que se le ha dado a dicha palabra en el marco del positivismo científico. Se cree que lo verdadero es lo que se puede probar, precisamente, de modo experimental, es decir, bajo el control de las variables por parte del investigador; se trata así de una verdad fabricada que busca silenciar toda falta.

La verdad también suele ser confundida con lo que, en el campo del derecho, se ha denominado “los hechos”, que no son otra cosa que la recolección de artificios que permiten crear una ilusión de veracidad sobre la cual alguien debe tomar una decisión, partiendo de la creencia en que esos “hechos” "prueban" algo. En esto la ciencia y el derecho se acercan lo suficiente como para que, en ambos casos, no se quiera saber nada acerca de la verdad, salvo que ella sea fabricada convenientemente para parecer incuestionable.

Entre los vaivenes de las fabricaciones de hechos y pruebas, la psicología ha caído en la trampa de suponerse, además, capaz de encontrar la verdad, ya no sólo de los hechos, sino de lo que concierne al “individuo”, a la “persona”, o al “sujeto”, según como se le llame en cada perspectiva teórica. Sin duda, esto ha abierto innumerables puertas a los psicólogos, que corren felices hacia todo lugar al que se les convoque para establecer si lo que la gente dice es verdadero o falso, o bien para que propicie la adaptación de las ovejas descarriadas a lo que las instituciones, en su voluntad de verdad (para retomar la expresión de Foucault en “El Orden de discurso”), imponen como única vía posible y verdadera. En ese sentido, el psicólogo, atrampado (atrapado en la trampa), bien podría proclamarse el nuevo salvador y decir abiertamente: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. ¿Cómo hacer para no sucumbir ante tal fascinación si en ella se juega la posibilidad de ejercer un poder que lleva hacia los caminos de la infatuación?

John Jame Gómez G. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....