domingo, 1 de mayo de 2016

jueves, 28 de abril de 2016

Fragmento del texto: “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?”. Freud, S. (1926). En: Obras Completas, vol. XX. Amorrortu Editores, Buenos Aires. 1986. Pág. 175. [Tercera parte del comentario]

“No hay ensalmo sin la prontitud; se diría: sin un éxito repentino. Pero los tratamientos analíticos requieren meses y aun años; un ensalmo tan lento pierde el carácter de lo maravilloso. Por lo demás, no despreciemos la palabra.”

Comentario:
 
Para finalizar esta terna de comentarios acerca del fragmento traído a cuentas, considero valiosa la respuesta brindada por el físico y escritor Paolo Giordano en entrevista concedida durante la Feria del Libro de Bogotá (FilBo) 2016:

"¿Su carrera como físico le ayudó a escribir, es decir, las nociones y conceptos de la física le aportaron a su literatura?
Me ayudó en la medida de que fue un gran entrenamiento. La física por varios años constituyó para mí una exigencia muy fuerte porque los temas estudiados son muy duros y de difícil comprensión. Entonces yo aprendí a ser muy paciente, a trabajar, volver a trabajar y empezar de nuevo, hasta que las cosas resultaran claras. La física me enseñó a ir más despacio y esto me ayudó mucho en la escritura."[1]

El físico se encarga de una escritura que intenta captar algo de eso imposible a lo que Lacan llamó: lo real. Su trabajo consiste, principalmente, en el uso de la matemática como un lenguaje que le permite articular algo del acontecimiento con alguna Ley. Esto no quiere decir que pueda hallarse en el texto que resulta como producto un significado sobre el universo, sino, sobre todo, cadenas significantes que pueden hacer inteligible algo que era ininteligible y, en eso, el trabajo del matemático, también del físico, se parece mucho al trabajo del analizante. Y, nótese, por favor, que no he dicho que se parece al trabajo del psicoanalista.

El trabajo del analizante va de lo imposible a lo probable, es decir, de lo que no puede representarse a lo que puede hacerse entrar en la conjetura y, a partir de allí, devenir como un saber que será siempre potencial. Es por eso que no hay fórmulas mágicas ni médicas cuando se trata de la práctica psicoanalítica. El saber acerca de lo real, digamos, sobre lo más imposible de eso que Freud llamó inconsciente, no se encuentra en ningún recetario ni vademécum, no viene de algún otro que sabría de antemano cómo se articula el sujeto en su propio enjambre (essaim, en francés homófono de S1) significante, sino del Otro al que el analizante se enfrenta cuando recibe su propio mensaje invertido allí donde sus asociaciones lo conducen más allá de las voluntades del yo. Por esa razón no hay psicoanálisis breve.

Dicho esto, me parece necesario señalar que cuando hablamos del psicoanálisis como una clínica de la escucha, diferenciándolo así de la clínica (médica) de la mirada, caemos aún en una grosera imprecisión. La clínica de la escucha muy probablemente sea la de algunas orientaciones de la psicología, la de los humanistas, los transpersonales, los  existenciales; lógicamente, no es la de los conductuales, pues allí se trata de lo que puede observarse, lo cual les acerca más a la clínica de la mirada.

La clínica psicoanalítica, por su parte, es la clínica textual, ¿no es eso lo que aparece ya puesto sobre el tapete (del consultorio de Freud) con el reconocimiento de que las imágenes del sueño son, como el jeroglífico egipcio, un texto que puede ser leído? Recordemos, también, la indicación de Lacan a propósito de ello: “Es en la versión del texto donde empieza lo importante…”[2]. Analizar, como bien lo expresa Jean Michel Vapperau, es aprender a leer y a escribir en la dificultad.

John James Gómez G.





[2] Lacan, J. (1953). Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. En: En: Escritos 1. (págs. 231-310). Argentina: Editorial Paidós, 2ª ed. 2008, pág. 259.

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