jueves, 19 de mayo de 2016

Fragmento del texto: Conferencia 16ª: Psicoanálisis y Psiquiatría. Freud, S. (1916). Conferencias de introducción al psicoanálisis. En: Obras Completas, vol. XVI. Amorrortu Editores, Buenos Aires. 1986. Pág. 226. [Primera parte del comentario]

“El analista no atina a hacer gran cosa con la gente que lo visita en su consultorio médico para desplegar frente a él, en un cuarto de hora, las lamentaciones de su larga vida. Su saber más profundo le impide pronunciar el veredicto a que recurriría otro médico: «Lo que usted tiene no es nada», e impartir el consejo: «Tome una ligera cura de aguas»”.

Comentario:

¿Qué valor tienen las palabras para un psicoanalista?

Hemos interrogado en otro momento la manera en que se propone brindar, desde el campo de la salud mental, respuestas que cumplen, sobre todo, la función de calmar la angustia de los profesionales que reciben en sus consultorios a personas que les hablan de un sufrimiento que no cuenta con otro soporte que la materialidad del lenguaje. Dichas respuestas, por otro lado, sirven para apaciguar transitoriamente los corazones de esas mismas personas que no saben cómo articular algún saber sobre aquello que los aqueja. Darle un nombre, a través de un diagnóstico, constituye ese modo ingenuo pero harto extendido de responder, buscando apaciguar corazones y calmar angustias entre quienes suponen enfermedades y anormalidades incomprensibles allí donde el cuerpo sufriente es más que simples funciones biológicas.

En este orden de ideas, las palabras de un psicoanalista no tienen como propósito responder con un conocimiento que antecede los acontecimientos propios del sujeto del inconsciente que se produce al interior de la experiencia analítica. Ningún conocimiento ni ninguna experiencia previa permiten anticipar lo desconcertante de las formaciones del inconsciente, entre ellas, aquellas a las que llamamos síntomas. 

Es así que, para los psicoanalistas, las palabras cuentan con un valor excepcional; adjetivo que resulta bastante preciso. Según la RAE, excepcional significa: "1. adj. Que constituye excepción de la regla común. 2. adj. Que se aparta de lo ordinario, o que ocurre rara vez." Entonces, la excepcionalidad constituyente del valor de las palabras para un psicoanalista reside en el reconocimiento de que ellas no hacen más que intentar dar sentido allí donde el sinsentido acecha, esa es, precisamente, la función imaginaria del falo simbólico, razón por la cual apresurarse a responder no puede más que obturar cualquier posibilidad de surgimiento de lo inconsciente. Un psicoanalista, pues, reconoce que el valor de las palabras solo puede devenir excepcional allí donde el silencio ha constituido un lugar para el enigma.

John James Gómez G.

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