Fragmento del texto: Variantes de la cita-tipo. Lacan, J.
1955. En: Escritos 1. Buenos Aires: Paidós. 2008; 2ª ed., págs. 345-346 [Segunda parte del comentario]
“...para situar el análisis en el lugar eminente que los
responsables de la educación pública están en el deber de reconocerle, hay que
abrirlo a la crítica de sus fundamentos, a falta de lo cual se degrada en
efectos de soborno colectivo."
Comentario:
¿Por qué el psicoanálisis sería un discurso vigente en
nuestro tiempo? Podríamos forzar las cosas para brindar una respuesta ingenua:
el psicoanálisis es una práctica que devuelve al sujeto su dignidad y opera
sobre el malestar, allí donde los demás discursos propenden por silenciarlo
para hacer del ser que habla y usa letras (parlêttre) un ser-vil. Ahora bien,
que esa respuesta sea ingenua no implica que sea falsa. La ingenuidad radica en
el hecho de que, en nuestros días, abundan más los psicoanalistas que los
psicoanalizantes y que, incluso, buena parte de dichos psicoanalizantes, solo
están ahí porque quieren llegar a convertirse en psicoanalistas.
La fascinación con la imagen del psicoanalista tiene
diversos matices. Desde aquella en que se presenta ante los otros como portador
de un saber que está “más allá del bien y del mal”, o bien como amo y señor del
saber hacer con el goce, pasando por aquellos que hablan ese “idioma de los
lacanianos”, como bien lo ha llamado Jorge Baños en su libro, pero que, en no
pocas ocasiones, se limitan a repetir frases, cocidas a la manera de una colcha
de retazos, que han devenido ensalmos y de las cuales se asume su peso y su
valor solo porque fueron pronunciadas o escritas por Lacan, aunque poco o nada
se comprenda de ellas. La tarea de aparentar un ser que no es más que ilusión,
hace de la imagen del psicoanalista un botón de oro que algunos quieren
ostentar en la solapa como si se tratara de una función que mereciera un lugar
eminente.
El psicoanálisis implica aprender a leer en la dificultad,
en la equivocación, en el tropiezo. Y si acaso queremos asumir de modo
responsable eso que llamamos "práctica psicoanalítica", resulta
inminente interrogar el lugar desde el cual suponemos en el psicoanálisis un
discurso que puede permitir la producción de un saber sobre eso a lo que Freud
denominó inconsciente. No bastan las apariencias, un idioma común o rituales
dogmáticos para que algo al respecto pueda producirse. Que haya un lenguaje
autorizado no garantiza nada más que un modo de sugestión o soborno colectivo
que opera a la manera de la eficacia simbólica. Es necesario, pues, fracturar
esa coraza imaginaria con la cual se intenta validar la práctica psicoanalítica
evitando así el encuentro con lo imposible, único encuentro que puede propiciar
la irrupción de un saber que valga la pena.
John James Gómez G.
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