lunes, 16 de mayo de 2016

Fragmento del texto: Variantes de la cita-tipo. Lacan, J. 1955. En: Escritos 1. Buenos Aires: Paidós. 2008; 2ª ed., págs. 345-346 [Segunda parte del comentario]

“...para situar el análisis en el lugar eminente que los responsables de la educación pública están en el deber de reconocerle, hay que abrirlo a la crítica de sus fundamentos, a falta de lo cual se degrada en efectos de soborno colectivo."

Comentario:

¿Por qué el psicoanálisis sería un discurso vigente en nuestro tiempo? Podríamos forzar las cosas para brindar una respuesta ingenua: el psicoanálisis es una práctica que devuelve al sujeto su dignidad y opera sobre el malestar, allí donde los demás discursos propenden por silenciarlo para hacer del ser que habla y usa letras (parlêttre) un ser-vil. Ahora bien, que esa respuesta sea ingenua no implica que sea falsa. La ingenuidad radica en el hecho de que, en nuestros días, abundan más los psicoanalistas que los psicoanalizantes y que, incluso, buena parte de dichos psicoanalizantes, solo están ahí porque quieren llegar a convertirse en psicoanalistas.  

La fascinación con la imagen del psicoanalista tiene diversos matices. Desde aquella en que se presenta ante los otros como portador de un saber que está “más allá del bien y del mal”, o bien como amo y señor del saber hacer con el goce, pasando por aquellos que hablan ese “idioma de los lacanianos”, como bien lo ha llamado Jorge Baños en su libro, pero que, en no pocas ocasiones, se limitan a repetir frases, cocidas a la manera de una colcha de retazos, que han devenido ensalmos y de las cuales se asume su peso y su valor solo porque fueron pronunciadas o escritas por Lacan, aunque poco o nada se comprenda de ellas. La tarea de aparentar un ser que no es más que ilusión, hace de la imagen del psicoanalista un botón de oro que algunos quieren ostentar en la solapa como si se tratara de una función que mereciera un lugar eminente.

El psicoanálisis implica aprender a leer en la dificultad, en la equivocación, en el tropiezo. Y si acaso queremos asumir de modo responsable eso que llamamos "práctica psicoanalítica", resulta inminente interrogar el lugar desde el cual suponemos en el psicoanálisis un discurso que puede permitir la producción de un saber sobre eso a lo que Freud denominó inconsciente. No bastan las apariencias, un idioma común o rituales dogmáticos para que algo al respecto pueda producirse. Que haya un lenguaje autorizado no garantiza nada más que un modo de sugestión o soborno colectivo que opera a la manera de la eficacia simbólica. Es necesario, pues, fracturar esa coraza imaginaria con la cual se intenta validar la práctica psicoanalítica evitando así el encuentro con lo imposible, único encuentro que puede propiciar la irrupción de un saber que valga la pena.


John James Gómez G.

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