Fragmento del texto: “Puntualizaciones sobre el amor de
transferencia". (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis III).
Freud, S. 1915. En: Obras Completas, vol. XII. Amorrortu Editores, Buenos
Aires. 1986. Pág. 169. [Tercera parte del comentario]
“El camino del analista es diverso, uno para el cual la vida
real no ofrece modelos”.
Comentario:
La expresión psicoanalizado, usada en época de Freud, hace suponer que quien
analiza es el psicoanalista y que quien yace en el diván solo estaría allí para
que ese maestro, iluminado a su vez por otro maestro, lo lleve a su propia
iluminación. Así, el psicoanalizado sería un objeto pasivo al que el
psicoanalista daría forma con base en su experticia y vasto saber respecto de
lo que sería la buena manera de vivir, los buenos objetos para gozar y, sobre
todo, respecto de qué es un psicoanalista. Sin embargo, nada podría distar más
de la experiencia psicoanalítica, al menos desde el punto de vista por el cual
Lacan construye su retorno a Freud.
Por su parte, la expresión psicoanalizante, destacada por
Lacan, indica que el trabajo psicoanalítico es ejercido por aquel que pone en
operación la interrogación, bajo transferencia, acerca del saber inconsciente
que lo habita. Desde esta perspectiva, si fuese el psicoanalista quien hace ese
trabajo, quedaría de inmediato en la posición de psicoanalizante. Es por esta
razón que la aparente claridad con la que alguien podría ubicar el uso de la
técnica del lado del psicoanalista amerita interrogarse. La expresión “el psicoanalista”, como aquella clase que permitiría ubicar con certeza
qué significa ese significante, no puede ser más que una proton pseudos, es
decir, una premisa falsa. No hay ser del psicoanalista, más que el de ser
(des-ser) dicho en alguna parte, advierte Lacan en “Radiofonía”. No puede
enunciarse el “para todo psicoanalista” que enmarcaría el ser esencial por el
cual se puede concluir la verdad definitiva sobre esa función.
Si alguien se identifica al significante “psicoanalista”,
como si eso definiera su lugar en el mundo, bien sea como profesión, como signo
de distinción, como rasgo de su salud o cualquiera otra necedad similar, ese
acto no podría ser más que la prueba tanto de su infatuación como de su
inconmesurable ingenuidad. Si Freud se preguntó en su momento si podían los
legos ejercer el psicoanálisis, hoy, en cambio, sabemos que, cuando se trata de
la práctica psicoanalítica, no podemos ser más que legos.
John James Gómez G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario