Fragmento del texto: Función y Campo de la Palabra y del
Lenguaje en Psicoanálisis. Lacan, J. (1953). En: Escritos 1. Siglo XXI
Editores. 2ª edición. 2008. Pág. 259. [Tercera parte del comentario]
“Es en la versión del texto donde empieza lo importante, lo
importante de lo que Freud nos dice que está dado en la elaboración del sueño,
es decir, en su retórica. Elipsis y pleonasmo, hiperbatón o silepsis,
regresión, repetición, aposición, son tales los desplazamientos sintácticos,
metáfora, catacresis, antonomasia, alegoría, metonimia, sinécdoque, las
condensaciones semánticas, en las que Freud nos enseña a leer las intenciones
ostentatorias o demostrativas, disimuladoras o persuasivas, vengativas o
seductoras, con las que el sujeto modula su discurso onírico.”
Comentario:
Si Freud terminó por sustituir las redes de neuronas, con
las que inicialmente creía posible explicar la vida anímica, por redes de
representaciones palabra (significantes), fue porque descubrió que el síntoma,
el sueño, el olvido, y todas las demás formaciones del inconsciente,
constituyen actos psíquicos de pleno derecho. Actos; no conductas ni
comportamientos. Entender la diferencia que ello implica no es un asunto menor.
Podemos entender la conducta como una respuesta refleja, de
la cual el arco reflejo es el modelo y que, como sabemos, está presente en
todos los animales. El comportamiento, por su parte, se trata de una adecuación
a ciertos ritos y prescripciones en las que se enmarcan respuestas aprendidas
que tienen como finalidad facilitar la adaptación al medio; esto, sin duda,
también está presente en el ser humano, como en todos los demás animales. El
acto, en cambio, tiene la cualidad, como bien lo muestra el acto teatral, de
poner en escena un montaje que tiene un destinatario al cual se le atribuye el
lugar de un interprete. El acto no excluye a la conducta ni al comportamiento,
sino que revela el hecho de que cuando se trata de animales que hablan, usan
letras y viven empecinados en aparentar un ser (parlêttre), hay Otro escenario
que va más allá de la respuesta refleja y del aprendizaje de comportamientos
con fines adaptativos. Esto, sin duda, es lo que la psicología, aún en nuestro
tiempo, parece no poder comprender.
El acto, entonces, siempre implica al Otro, pues se trata de
una producción textual, es decir, estructurada en el orden del significante,
como un lenguaje; un común lenguaje que hace existir un campo: el campo del
Otro. Es ahí donde el sujeto puede emerger y donde lo inconsciente aparece como
producción de un saber.
El trabajo analítico requiere, por tanto, reconocer los
matices, los vaivenes, los juegos, las variaciones, los rigores y los tropiezos
que se ponen en evidencia con cada versión del texto. Cada versión del texto
demanda una escucha que retorne como interpretación, no necesariamente porque
el analista hable, sino porque el analizante atribuye al analista un saber que
provendría de su habilidad para interpretar la versión del texto que el
analizante se esfuerza en producir. Ese supuesto, aún y sobre todo ante el
silencio del analista, es el que retorna al propio analizante exhortándolo a
decir siempre más de lo que (el Yo) sabe.
John James Gómez G.
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