viernes, 14 de agosto de 2015

Segundo fragmento del texto: “Sobre la iniciación del tratamiento”. Freud, S . (1913). En: Obras Completas, vol. XII. Amorrortu Editores. 1986. pp. 132. [Primera parte del comentario]


"El analista no pone en entredicho que el dinero haya de considerarse en primer término como un medio de sustento y de obtención de poder, pero asevera que en la estima del dinero coparticipan poderosos factores sexuales. Y puede declarar, por eso, que el hombre de cultura trata los asuntos de dinero de idéntica manera que las cosas sexuales, con igual duplicidad, mojigatería e hipocresía."

Comentario:

Tal vez uno de los aspectos menos destacados a la hora de hacer referencia a las cuestiones técnicas en la práctica psicoanalítica sea el tema del dinero o, dicho de otro modo, ¿cómo y cuánto cobrar? La respuesta más simple, pero probablemente errónea, sería la de establecer una tarifa estándar. En una época en la que se cree posible comprar el tiempo, parecería lógico que el pago a un psicoanalista dependiese de la relación entre el tiempo de duración de las sesiones y el grado de reconocimiento social del que dicho psicoanalista “goza”. Y, hay que decirlo, tal vez puedan encontrarse psicoanalistas que operen de esa manera. Sin embargo, resulta necesario interrogar la relación entre esas dos dimensiones que rigen el valor que cotidianamente tienen los llamados “productos” y “servicios” en nuestra época. De hecho, vale la pena interrogar también si la escucha que oferta un psicoanalista tendría el estatuto de un servicio, de acuerdo con el modo en que esa palabra es entendida en la actualidad.

Si considero erróneo el establecimiento de una tarifa estandarizada a la hora de cobrar la sesión psicoanalítica, es por una razón primordial, a saber, que así se desconoce por completo el valor pulsional que tiene el dinero en un mundo occidentalizado (accidentalizado) en el que el flujo de capital y la acumulación de riqueza y de pobreza hacen parte de las inquietudes subjetivas, culturales y sociales más comunes. Obviamente esto no es ningún descubrimiento nuevo. Freud lo señalaba en 1913. Sin embargo, pareciese que, en algunos casos, la ética del mercado y los discursos del amo y del capitalismo, devoran al psicoanalista, quien termina por sucumbir al modo mojigato de tratar el dinero, cuestión sobre la cual Freud advertía afirmando que debía dejarse a un lado cuando de la práctica psicoanalítica se trata. Si, como Freud lo señalaba, el hombre –entiéndase en este caso el parlêttre– trata el dinero con mojigatería e hipocresía, manera en que trata también las cuestiones sexuales es, justamente, porque el valor erótico con el que el dinero cuenta, cuenta como un modo de satisfacción que debe ser considerado en la experiencia psicoanalítica.

John James Gómez G. 

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