lunes, 10 de agosto de 2015

Fragmento del texto: “Sobre la iniciación del tratamiento”.  Freud, S . (1913). En: Obras Completas, vol. XII. Amorrortu Editores. 1986. pp. 125-126 [Tercera parte del comentario]


“…con los enfermos de quienes sé poco, he tomado la costumbre de aceptarlos primero sólo provisionalmente, por una semana o dos. Si uno interrumpe dentro de ese lapso, le ahorra al enfermo la impresión penosa de un intento de curación infortunado; uno sólo ha emprendido un sondeo a fin de tomar conocimiento del caso y decidir si es apto para el psicoanálisis.”

Comentario:

Y, ¿por qué decir, tal como mencioné en el comentario anterior, que el psicoanalista tiene la responsabilidad de estar atento para saber hacer con aquello para lo que no está necesariamente preparado? Partamos de una cuestión que me parece clave tomar en consideración. Si se trata de algo premeditado, entonces, lo que allí ocurre no es un acontecimiento. No hay tal cosa como la premeditación en la práctica psicoanalítica. Salvo el hecho de que se pacta un horario, no hay otra cuestión que se acerque a la premeditación. Incluso, el pacto de un horario no determina más que el supuesto de que habrá una oportunidad de encuentro, y si bien esos dos personajes que esperan participar de una sesión pueden coincidir en el horario, llegar a tiempo, y sentarse frente a frente, todavía existe la probabilidad de que no haya acontecimiento alguno.

En otros momentos he insistido en la importancia que reviste la expresión symbama (σψμβαμα), propia del estoicismo antiguo, y que puede entenderse como “acontecimiento al sujeto”, en este caso, se trata del sujeto del inconsciente. El sujeto del inconsciente no puede premeditarse, simplemente, aparece sorprendiendo a ambos: a quien presta su oreja para hacer existir la función denominada “psicoanalista”, y a ese personaje sufriente que habla como un yo víctima de su infortunio por encontrarse en un mundo injusto que no lo trata con los halagos y premios que cree merecer. Cuando el sujeto del inconsciente asoma,  hay desconcierto. Eso no garantiza que el acontecimiento cuente con la atribución del valor que implica, pero es una oportunidad para ello. En las entrevistas, es harto frecuente que, rápidamente, esa persona sufriente intente desconocer el valor de la sorpresiva aparición del sujeto del inconsciente y, entonces, manifieste su desinterés en ello, vale decir, en el Ello. Entonces, ¿cómo inventar un modo para servirse de esa oportunidad? ¿Cómo hacer un lugar para esa sorpresiva verdad que sale al paso? Es algo que no depende solamente de quién ha solicitado ser escuchado, sino también, y sobretodo en los inicios de eso que denominamos entrevistas preliminares, de quien oferta su escucha.


John James Gómez G.

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