Fragmento del texto: “Sobre la iniciación del
tratamiento”. Freud, S . (1913). En:
Obras Completas, vol. XII. Amorrortu Editores. 1986. pp. 125-126 [Tercera parte
del comentario]
“…con los enfermos de quienes sé poco, he tomado la
costumbre de aceptarlos primero sólo provisionalmente, por una semana o dos. Si
uno interrumpe dentro de ese lapso, le ahorra al enfermo la impresión penosa de
un intento de curación infortunado; uno sólo ha emprendido un sondeo a fin de
tomar conocimiento del caso y decidir si es apto para el psicoanálisis.”
Comentario:
Y, ¿por qué decir, tal como mencioné en el comentario
anterior, que el psicoanalista tiene la responsabilidad de estar atento para
saber hacer con aquello para lo que no está necesariamente preparado? Partamos
de una cuestión que me parece clave tomar en consideración. Si se trata de algo
premeditado, entonces, lo que allí ocurre no es un acontecimiento. No hay tal
cosa como la premeditación en la práctica psicoanalítica. Salvo el hecho de que
se pacta un horario, no hay otra cuestión que se acerque a la premeditación.
Incluso, el pacto de un horario no determina más que el supuesto de que habrá
una oportunidad de encuentro, y si bien esos dos personajes que esperan
participar de una sesión pueden coincidir en el horario, llegar a tiempo, y
sentarse frente a frente, todavía existe la probabilidad de que no haya
acontecimiento alguno.
En otros momentos he insistido en la importancia que reviste
la expresión symbama (σψμβαμα), propia
del estoicismo antiguo, y que puede entenderse como “acontecimiento al sujeto”,
en este caso, se trata del sujeto del inconsciente. El sujeto del inconsciente
no puede premeditarse, simplemente, aparece sorprendiendo a ambos: a quien presta
su oreja para hacer existir la función denominada “psicoanalista”, y a ese
personaje sufriente que habla como un yo víctima de su infortunio por
encontrarse en un mundo injusto que no lo trata con los halagos y premios que
cree merecer. Cuando el sujeto del inconsciente asoma, hay desconcierto. Eso no garantiza que el
acontecimiento cuente con la atribución del valor que implica, pero es una
oportunidad para ello. En las entrevistas, es harto frecuente que, rápidamente,
esa persona sufriente intente desconocer el valor de la sorpresiva aparición
del sujeto del inconsciente y, entonces, manifieste su desinterés en ello, vale
decir, en el Ello. Entonces, ¿cómo inventar un modo para servirse de esa
oportunidad? ¿Cómo hacer un lugar para esa sorpresiva verdad que sale al paso?
Es algo que no depende solamente de quién ha solicitado ser escuchado, sino
también, y sobretodo en los inicios de eso que denominamos entrevistas
preliminares, de quien oferta su escucha.
John James Gómez G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario