lunes, 24 de agosto de 2015

Fragmento del texto: “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”. (1912). En: Obras Completas, vol. XII. Amorrortu Editores. 1986. pps. 111-112. [Primera parte del comentario]


“...esa técnica es muy simple. Desautoriza todo recurso auxiliar, aun el tomar apuntes, según luego veremos, y consiste meramente en no querer fijarse [merken] en nada en particular y en prestar a todo cuanto uno escucha la misma «atención parejamente flotante», como ya una vez la he bautizado.  De esta manera uno se ahorra un esfuerzo de atención que no podría sostener día tras día a lo largo de muchas horas, y evita un peligro que es inseparable de todo fijarse deliberado. Y es este: tan pronto como uno tensa adrede su atención hasta cierto nivel, empieza también a escoger entre el material ofrecido; uno fija {fixieren} un fragmento con particular relieve, elimina en cambio otro, y en esa selección obedece a sus propias expectativas o inclinaciones. Pero eso, justamente, es ilícito; si en la selección uno sigue sus expectativas, corre el riesgo de no hallar nunca más de lo que ya sabe; y si se entrega a sus inclinaciones, con toda seguridad falseará la percepción posible. No se debe olvidar que las más de las veces uno tiene que escuchar cosas cuyo significado sólo con posterioridad {nachträglich} discernirá.”

Comentario:

La sesión psicoanalítica se orienta por una oferta en apariencia simple: “le escucho”. Es lo que suele decir un psicoanalista, al recibir a quien llega demandando un psicoanálisis. Pero, bien vale preguntarse ¿qué es lo que escucha un psicoanalista? En este punto las indicaciones de Freud sugieren una escucha orientada por lo que él denominó “atención flotante”. Freud aclaró que para lograrla es clave cuidarse de prestar particular atención a algo de lo que se escucha. Simplemente sería necesario escuchar las palabras dichas, pero el significado que se crea tener de ellas, no solo es indiferente, sino que puede llegar, incluso, a constituirse en un obstáculo para el trabajo psicoanalítico. Sin duda, esto es algo subversivo. El solo supuesto de que pueda escucharse atentamente sin empeñarse en entender el mensaje presente en lo que alguien dice, o en seleccionar el material que pudiese revestir algún interés particular es, cuando menos, un atentado contra la ingenua idea de que al hablar, unos con otros, nos entendemos, y que el mensaje trasmitido es claro y transparente, tanto para quien habla como para quien escucha.

Así, desde hace más de hace cien años, Freud puso en cuestión lo que hoy hace parte de nuestro más ingenuo sentido común, según el cual sería posible suponer que la efectividad del discurso estaría dada por la trasmisión de un mensaje claro que depende del correcto uso del código. Si Freud propuso un cuestionamiento como ese, incluso anticipándose al nacimiento de la lingüística moderna, es porque reconoció en su trabajo clínico un descubrimiento sin precedentes, a saber, que hay una equivocidad estructural en el lenguaje y que las condiciones singulares de quien escucha no necesariamente corresponden con el significado aparente de lo que se dice, incluso si aquel quien escucha el mensaje es el propio "emisor".  Luego, Lacan, en su afinada lectura de Freud, se percató de que, en definitiva, el punto crucial en juego es aún  de mayores implicaciones, lo cual lo llevó a afirmar que un significante, es decir, lo que Saussure define como la imagen acústica de una palabra, no significa nada. Esto nos impulsa a retornar a la pregunta inicial. Si un significante, para un psicoanalista, no significa nada, entonces ¿qué es lo que escucha un psicoanalista?

John James Gómez G. 

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