Fragmento del texto: “Consejos al médico sobre el
tratamiento psicoanalítico”. (1912). En: Obras Completas, vol. XII. Amorrortu
Editores. 1986. pps. 111-112. [Segunda parte del comentario]
“...esa técnica es muy simple. Desautoriza todo recurso
auxiliar, aun el tomar apuntes, según luego veremos, y consiste meramente en no
querer fijarse [merken] en nada en particular y en prestar a todo cuanto uno
escucha la misma «atención parejamente flotante», como ya una vez la he
bautizado. De esta manera uno se ahorra
un esfuerzo de atención que no podría sostener día tras día a lo largo de
muchas horas, y evita un peligro que es inseparable de todo fijarse deliberado.
Y es este: tan pronto como uno tensa adrede su atención hasta cierto nivel,
empieza también a escoger entre el material ofrecido; uno fija {fixieren} un
fragmento con particular relieve, elimina en cambio otro, y en esa selección
obedece a sus propias expectativas o inclinaciones. Pero eso, justamente, es
ilícito; si en la selección uno sigue sus expectativas, corre el riesgo de no
hallar nunca más de lo que ya sabe; y si se entrega a sus inclinaciones, con
toda seguridad falseará la percepción posible. No se debe olvidar que las más
de las veces uno tiene que escuchar cosas cuyo significado sólo con
posterioridad {nachträglich} discernirá.”
Comentario:
Vinculada con la técnica de la asociación libre y la atención
flotante, se encuentra la interpretación. En psicoanálisis este ha resultado
ser un término sumamente escurridizo; seguramente porque tiene que ver con el
tema de la verdad que, como sabemos, es siempre escurridiza y, como señalaba
Lacan, solo se alcanza por vías torcidas. Es por eso que la interpretación
amerita un tratamiento cuidadoso y debería ser motivo permanente de estudio
cuando de la práctica psicoanalítica se trata. Sin embargo, es un tema que, en
no pocas ocasiones, parece dejarse atado a algún tipo de estatuto místico.
Algunos psicoanalistas se refieren a la interpretación como
un acto intuitivo, otros como una formación del inconsciente del lado del
psicoanalista. En otros casos, incluso, como una respuesta teórica, de parte
del psicoanalista, con la que se intentaría hacer una traducción de los
síntomas y las formaciones del inconsciente del psicoanalizado o
psicoanalizante, según el caso de la orientación teórica específica. Por otra parte,
se plantea desde la perspectiva lacaniana que aquello a interpretar es el
deseo, mientras en otras perspectivas, como las de tendencia inglesa, se
plantea que se debe interpretar la transferencia y buscar el reforzamiento del yo débil del neurótico para hacerlo
fuerte y que se identifique así con el de su psicoanalista. ¿Cómo comprender entonces
cuál sería el lugar de la interpretación, más aún si ella depende de lo que
“escucha” un psicoanalista?
Para intentar un abordaje que propenda por alguna
rigurosidad posible en cuanto al tema, habría que considerar, cuando menos,
algunas cuestiones generales sobre acerca del lenguaje, pues, la interpretación
se juega precisamente al interior de su estructura. Por ello, en nuestro
próximo comentario, comenzaremos por retomar a un autor que puede prestarnos su
servicio al respecto, muy a pesar de que nuestras conclusiones, no
necesariamente coincidan con las suyas. Me refiero específicamente a Paul
Ricoeur.
John James Gómez G.
John James Gómez G.