Fragmento del texto: “Análisis terminable e interminable”.
Freud, S. (1937). En: Obras Completas, vol. XXIII. Amorrortu Editores. 1986.
pp. 229 [Tercera parte del comentario]
“¿Acaso nuestra teoría no reclama para sí el título de
producir un estado que nunca preexistió de manera espontánea en el interior del
yo, y cuya neo-creación constituye la
diferencia esencial entre el hombre analizado y el no analizado?”
Comentario:
Poco a poco el límite entre lo normal y lo anormal se hacía
difuso. Ocurría lo mismo con el ideal de un psiquismo que gozara del estatuto
de una unidad integrada; un conjunto universo imposible de sostener. Y no es
que Freud no creyese que era deseable apostar tanto por la diferencia entre
normalidad y anormalidad como por el ideal de la unidad psíquica, sino que su
descubrimiento y su deseo por saber de eso que se manifestaba como enigmático,
esa satisfacción paradójica que revelaban los síntomas histéricos, lo empujaban
a ir cada vez más allá en búsqueda de respuestas con una magnitud en sus consecuencias,
para las cuales, incluso él mismo, no estaba necesariamente preparado.
El Proyecto de psicología para neurólogos(1895/1950),
temprano en su escritura y tardío en su publicación, pues no vio la luz
editorial hasta poco más de diez años después de la muerte de Freud, fue el primer
encuentro con el fracaso como triunfo, si queremos deformar un poco aquel
título de ese otro fabuloso texto freudiano: “Los que fracasan cuando
triunfan”, que aparece en “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo
psicoanalítico” (1916) . Su proyecto de psicología científica que buscaba: “brindar una psicología de ciencia natural, a
saber, presentar procesos psíquicos como estados cuantitativamente
comprobables, y hacerlo de modo que esos procesos se vuelvan intuibles y
exentos de contradicción” (1895/1950; pág. 339), fue no-todo un fracaso. Si
bien el fracaso aparente se manifiesta en que el psicoanálisis no brindó una
psicología de ciencia natural, ni logró presentar procesos psíquicos
cuantitativamente comprobables, ni mucho menos logró mostrar procesos que
estuviesen exentos de contradicción, ese fracaso fue el triunfo de un
descubrimiento inédito, acorde con los modos de la lógica y las matemáticas más
actuales, campos subversivos para los cuales la estructura es la paradoja y la
unidad es siempre una imposibilidad; el uno es, por definición, un no-todo.
Así pues, el trabajo de Freud, a partir de ese momento, consistió en pagar el costo de fundar una nueva epistemología para una práctica
que revelaba un saber siempre subversivo. Veremos en el próximo comentario
algunas cuestiones centrales de dicho trabajo y sus consecuencias que, aún hoy,
no paran de sorprendernos.
John James Gómez G.
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