Fragmento del texto: “Acerca de la causalidad psíquica”.
Lacan, J. (1946). En: Escritos 1. Siglo XXI Editores, 2ª ed. 2008. pp. 171. [Primera parte del comentario]
“Lo que ocurre es que Alcestes está loco, y Molière lo
muestra como tal, justamente porque aquel no reconoce en su bella alma que
también él contribuye al desorden contra el cual se subleva.”
Comentario:
La locura de la bella alma radica en su desconocimiento de
las implicaciones derivadas de que su deseo no es otro que ser el deseo del
Otro. Este es un punto crucial por el cual la psicosis no necesariamente es la
locura, ni la neurosis es necesariamente la cordura. La locura es ante todo el
desconocimiento del lugar que como sujeto se juega en el lazo con los otros y,
sobretodo, en cuando al propio padecimiento. Ese desconocimiento es más común
de lo que pudiera creerse. Podríamos atrevernos sin temor a decir que es, muy
probablemente, el sentido común mejor distribuido, pues pocos están dispuestos
a interrogarse por el lugar que ocupan en aquello de lo cual se quejan; ni que
decir de si están o no dispuestos a reconocer su posición en tanto agentes de
su propio malestar, hay muy pocas probabilidades de que se advenga a un
reconocimiento de tales magnitudes.
Llama la atención que en torno al tema de la locura Lacan se
refiera a una “agresión suicida del narcisismo” (1946, pp. 172). ¿Qué querría
decir con una expresión como esa? Uno puede suponer ingenuamente que el
narcisismo, en la medida en que desde Freud es planteado, en principio, como el
hecho de dar al propio cuerpo el estatuto de un objeto de índole sexual, no
tendría otra finalidad que el placer. Pero no debemos olvidar que, muy a su
pesar, Freud descubrió el carácter paradójico de la pulsión que bien puede
encontrar la satisfacción en la propia autodestrucción. De hecho, es eso lo que
señala, no sin preocupación, en el último párrafo de su texto “El problema
económico del masoquismo”.
La locura tiene como consecuencia, precisamente, esa
agresión suicida del narcisismo. Ese yo infatuado, fascinado en su identificación a un cierto
ideal que lo definiría como un ser sin falta, completo en sí mismo, se
considera a sí mismo la víctima de los desórdenes y las injusticias del mundo.
Cree que él está en ese mundo para darle un orden que, según su fantasía, es
bueno y coherente con su voluntad. Los demás serían, así, sus deudores, pues
deben darle el reconocimiento ya que él sería el dueño de la "buena
voluntad". No es necesario ser psicótico para tener una creencia como
esta, pero a veces ella sí resulta más estridente en las psicosis en la meidida
en que el mensaje retorna invertido de modo invasivo, como certeza delirante.
En el caso de la locura del neurótico el mensaje retorna a través de lo que
Lacan mismo llamó un “rebote social”, con el cual se golpea a sí mismo y a
partir ello puede volver a quejarse de las injusticias del mundo del cual se
considera víctima. Es un circuito constante, un ciclo de retornos de la locura
que, por su insistencia en el desconocimiento y por sus ímpetus de sostener el
ideal de un narcisismo sin herida originaria, padece como una agresión suicida
de ese mismo narcisismo del que se sirve para "hacerse el loco".
John James Gómez G.
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