lunes, 9 de marzo de 2015

Fragmento del texto: “El deseo y su interpretación”. Lacan, J. (1959). En: El seminario, libro 6, clase del 1 de julio. Editorial Paidós. 2014. pp. 526. [Primera parte del comentario]


“Esa pulsión, ese grito, ese empuje, es algo que para nosotros no vale, no existe, no está definido, no está articulado, más que en la medida en que está atrapado en una secuencia temporal de una naturaleza especial, que denominamos cadena significante.

Comentario:

La pulsión puede ser tomada como un modo de ordenamiento a la manera de un circuito. Si se observa, por ejemplo, el capítulo 7 de la “Interpretación de los sueños”, particularmente el apartado B, intitulado “La regresión”, puede encontrarse el modo en que Freud se ve forzado a ir más allá de la condición natural del arco reflejo y de todo movimiento progrediente como condición natural ligada al principio del placer. No basta el recorrido desde un polo sesorio-motriz hasta una respuesta motora, muy a pesar de las ilusiones que siguiendo a la fisiología puedan construirse los mismos fisiólogos pero, sobre todo, ciertas psicologías. En el ser humano, ese animal que habla y usa letras, no todo marcha hacia delante. Vale decir, incluso, que no todo progresa. Lo que se ha llamado civilización debería bastar para tomar noticia de esas involuciones que solo pueden darse en un mundo hecho de significantes.

Pues bien, Freud introdujo en su esquema, famoso por constituir el modelo óptico sobre el que fundó su primera tópica, llamado popularmente “esquema del peine”, un movimiento regrediente que se anuda al movimiento de tendencia progrediente. Ese movimiento regrediente tiene como finalidad la búsqueda del reencuentro con unas satisfacciones primitivas, ancladas en unas huellas que han dejado allí su marca pero de las cuales no queda más constancia que el propio movimiento regrediente derivado de sus efecto por retroacción. Huellas borradas que al dejar en su lugar un agujero, atraen todo hacia sí, como si fuesen un agujero negro que no para de absorber energía; solo para usar una analogía que no necesariamente dista de lo que se juega en el aparato psíquico de la primera tópica freudiana. Así, en esa ida y regreso entre el movimiento progrediente y el regrediente, se configura un circuito que no cesa de trabajar; el circuito pulsional.

John James Gómez G. 

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