viernes, 20 de marzo de 2015

Fragmento del texto: “Acerca de la causalidad psíquica”. Lacan, J. (1946). En: Escritos 1. Siglo XXI Editores. 2ª edición argentina, revisada. 2008. pp. 174.  [Primera parte del comentario]

“Porque el riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo de las identificaciones en las que el hombre compromete a la vez su verdad y su ser.
Lejos, pues, de ser la locura el hecho contingente de las fragilidades de su organismo, es la permanente virtualidad de una grieta abierta en su esencia.
Lejos de ser un insulto para la libertad, es su más fiel compañera; sigue como una sombra su movimiento.
Y al ser del hombre no sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad."

Comentario:

Locura, curiosamente, es una de las palabras de las cuales ha sido más difícil ubicar su procedencia. En ese sentido, me remito a la filología, una de las pocas disciplinas que, a mi juicio, merecen ser consideradas serias, más aún en ese campo.

Sugiero para seguir esta breve exposición, la revisión del Diccionario Etimológico de Joan Coromines, tal vez el más interesante filólogo de la lengua castellana, hasta la fecha. Él señala la extrema dificultad para captar el origen del término locura y se aboca a devanarse los sesos en su búsqueda, cosa hoy poco común y que, considero, harta falta hace. Y es que cuando se cree comprender demasiado rápido y se despachan las cosas con definiciones de manual, se pierde toda posibilidad de reencontrar su riqueza. Ya nos ha enseñado la historia de la filosofía y de la ciencia, que los mayores descubrimientos no llegan por hallar algo ex nihilo, sino por la revisión y reinvención de los viejos postulados y axiomas. Bien lo muestra también, así, el fabuloso término Aufhebung, al que Hegel prestó tanta atención y brindó tanta impotancia, al igual que lo hicieron Freud y Lacan.

Veamos pues el asunto y tomemos al toro por los cuernos.

De entrada, Coromines rechaza el término italiano “locco”, que puede traducirse como idiotez. No encuentra en él una línea filológica que lo ligue etimológicamente al término locura. Claro, Pinel usó el término "idiotez" para referirse en sus primeros trabajos a algunas formas de clasificación de la locura, pero eso no significa que, por ello, deba suponerse simbiosis alguna entre las dos expresiones.

Tampoco encuentra razones suficientes para suponer como origen del vocablo locura a la palabra árabe “lawqa”, que bien puede traducirse por “tonta”. Y es que, además de las razones etimológicas, lo que comúnmente se llama locura, nada tiene de tonta...

Coromines considera mucho más cercanas las raíces “clocca” y “locca”, de las que derivan “clueca” y “llueca”, como también el vasco “lokatu” que significa, por un lado, “ponerse clueca” (sí, como la gallina) y, por otro, dislocarse, moverse, lo que indica claramente su relación con el verbo latín “locare” (localizar), que procede de “locus”, es decir, de “lugar”. Tal vez valdría la pena retomar el estatuto de la locura para intentar localizarla, ubicarla, antes que darla por caduca.

¿Cómo pretender entonces que algo tan escurridizo como la locura, -no solo el término-, pueda despacharse de un tajo, e incluso calificarlo de caduco? Claro, caduco también es una muy interesante palabra, que viene del latín “caducus”, o sea, lo que tiende a caer. Es cierto que hay palabras, como "locura", que siempre tienden a caer, pero es distinto si cae propiamente, en cuyo caso, continuando por la misma línea etimológica, llegaríamos a la expresión “cadáver”. Pero bueno, si algo es claro hasta hoy, a pesar que uno quiera “hacerse el loco”, es que la locura no es aún un cadáver.

En ese sentido, difiero significativamente de quienes viven en afanes por despachar palabras así como así, esforzando por desalojarlas, pues sería desconocer que nada hace más herencia que el lenguaje. Ya sabemos lo que el esfuerzo de desalojo conlleva, a saber, su retorno por otra vía, la que Lacan llamó: lo real. Por ello, como mencioné antes, la expresión Aufhebung reviste en ese sentido gran interés. Se trata de una palabra antinómica que indica que cuando algo se transforma siempre algo se suprime pero, al mismo tiempo, algo se conserva. La historia nos ha mostrado que eso es cierto desde la partícula hasta las transformaciones culturales. Así, es cierto que la palabra locura fue suprimida del, a mi juicio, volátil lenguaje teórico de la psiquiatría, pero eso no ha cambiado el hecho de que los psiquiatras siguen volviéndose locos por no saber qué hacer con ella; mucho menos con los criterios para diagnosticar alguna cosa; de lo que tampoco los ha salvado manual alguno, a pesar que ya se publicó la quinta versión del DSM (hay versión en español) al que, incluso ellos mismos (los psiquiatras), ya miran con ojeriza.

Por otro lado, es importante distinguir la locura, de las psicosis; cuestión que permite afinar en la clínica de la escucha, lo que la clínica de la mirada no permite vislumbrar. Es cierto que la psicosis es un término clave, pero sus criterios diagnósticos no son tan claros, particularmente para la psiquiatría. La comorbilidad es el fantasma que ronda por los hospitales psiquiátricos, mientras los psiquiatras "enloquecen" porque no saben cómo hacer para localizar (locare) las sutiles diferencias de la locura y de las psicosis. Y es que la proliferación de los manuales y el desprecio por la semiología clínica, dieron al traste con la clínica misma. Por un lado, es importante tener en cuenta que las psicosis no siempre muestran la supuesta ruptura con “la realidad” que indican los manuales y las definiciones rápidas que se encuentran por doquier. De hecho, no quiero atizar hogueras, pero ya bastante difícil es definir lo que sería la realidad, incluso, para los físicos más fervorosos. De otro lado, no siempre en la psicosis hay alucinaciones y delirios. Existen también silenciosos y sorprendentes fenómenos elementales entre los cuales se encuentra lo que, Gaëtan de Cleramboult, uno de los más interesantes psiquiatras y etnólogos, llamó “automatismo mental”. Bien vale la pena estudiarlo con detalle.

No hay tal cosa como criterios claros para un diagnóstico de las psicosis en los manuales que dan esos supuestos tips, en apariencia tan sencillos pero que, abogando por una nosología, aún conservan su raíz en la teratología...  ¿Por qué suponer entonces la caducidad en aquello que, a pesar de las pretensiones del discurso de la ciencia, aún no llega a ser localizado con suficiente precisión?...

John James Gómez G. 

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