lunes, 2 de febrero de 2015

Fragmento del texto: “La ciencia y la verdad”. Lacan, J. (1966). En: Escritos 2. Siglo XXI Editores. 2ª ed. Argentina. pp. 832. [Tercera parte del comentario].

“Esta exploración no tiene por única meta darles la ventaja de un dominio elegante de los marcos que escapan en sí mismos a nuestra jurisdicción.
Quiero decir magia, religión, incluso ciencia.
Sino más bien recordarles que en cuanto sujeto de la ciencia psicoanalítica, es la solicitación de cada uno de esos modos de la relación con la verdad como causa a la que tienen ustedes que resistir.”

Comentario:

El psicoanálisis no se trata de la influencia sobre el otro, tampoco de intentar convencer a alguien sobre un tema en particular o hacerlo retroceder ante alguna de sus creencias, mucho menos de indicar un camino que podría llevarnos a todos la felicidad; no hay tal camino “para todos”.

Evidentemente, quien acude a un analista busca respuestas, sino, por qué otra razón demandaría a ese personaje, parco y silencioso, su escucha. Es por eso que el trabajo analítico resulta paradójico y requiere de una posición casi imposible de sostener, aquella por la cual quien va a demandar un análisis supone que algo puede encontrarse por vía de esa experiencia, pero no hay ninguna promesa por parte del analista que garantice ese supuesto. Es el encuentro con la sorpresa de sus propias palabras lo que pone al analizante frente a un descubrimiento que, en principio, le resulta difícil soportar, incomodándolo al punto de parecerle imposible de comprender y, sin embargo, lo pacífica en cierto modo. No hay garantía y, paradójicamente, es por eso que los ideales ya no tienen el mismo estatuto opresor y aplastante que suelen tener en la cotidianidad de la vida social.

Y es que el encuentro con la responsabilidad de hablar a otro que no trata de imponer su modo de pensar o de ver la vida, resulta extremadamente incómoda y pesada por el hecho de que las posiciones de rebeldía o de sumisión no llevan a ninguna parte, es decir, no encuentran el castigo ni el elogio, pues no es esa la función del analista, podemos decir, incluso, que su función es la de ser el -1 de esos lugares a los que se con frecuencia se le convoca. Así, el yo se ve enfrentado a las condiciones de su propia estructura y las posiciones que ella modula, con lo cual se pone al descubierto que hay un desconocimiento insistente de la lógica por la cual se repite una y otra vez un destino que, por más que se trate de hacer responsable a otros sobre los cuales siempre hay la posibilidad de quejarse y escudarse, se sostiene sobretodo por la causalidad psíquica, es decir, por el modo en que los significantes operan produciendo una inercia que tiende, sin cesar, hacia un punto particular que, en algunos casos resulta en sufrimiento, pero no siempre.

Es así que no es necesario que todo el mundo se analice, en algunos casos ni siquiera es recomendable; hay que tomar la singularidad de cada caso y operar a partir de lo que se juega para un sujeto en particular. No hay fórmulas preconcebidas, no hay un todo ni un para todos; es la incompletitud que, tal como ocurre con el teorema de Gödel, demuestra que no siempre la verdad y la demostración van de la mano, pues en todo sistema axiomático siempre hay enunciados indecibles, hay el no todo, una falta constituyente.

John James Gómez Gallego 

2 comentarios:

  1. Es correcto, el analista no trata de imponer su modo de ver la vida ni de pensar, pero lo tiene. Como analizado¿ es posible sentir que el que escucha no castiga, no juzga, no impone desde la posición que creamos que tenga?

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  2. No hay garantía alguna de que el analizante esté exento de sentir que aquel quien se dirige ocupa el lugar de un maestro, un padre, un amo, un verdugo o cualquiera otra posición similar. Tampoco hay garantía de que quien escucha no incurrirá en dichos lugares. Es por ello que la responsabilidad que convoca a quien elige la práctica analítica resulta en una condición de un saber que no es el de adiestrar o educar al otro, sino, precisamente, el una escucha que permita el despliegue de Eso inconsciente que en todos los demás lugares es rechazado. La pregunta que realiza es, justamente, lo que implica la cuestión crucial en la transferencia.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....