Fragmento del texto: “32ª Conferencia. Angustia y vida
pulsional”. Freud, S. (1933). En: Nuevas Conferencias de Introducción al
Psicoanálisis. Obras Completas, vol. XXII. Amorrortu Editores, Buenos Aires.
1991. pp. 89. [Segunda parte del comentario]
“Una pulsión se distingue de un estímulo, pues, en que
proviene de fuentes de estímulo situadas en el interior del cuerpo, actúa como
una fuerza constante y la persona no puede sustraérsele mediante la huida, como
es posible en el caso del estímulo externo.”
Comentario:
Si con el concepto de pulsión (trieb) Freud apuesta por
reunir lo que desde Descartes había estado separado, hemos de colegir con ello
que la pulsión no puede ser otra cosa que una desviación introducida por el
lenguaje, articulador material de esa continuidad entre soma y psique. De
hecho, “desviación” sería otro modo posible de traducir el “trieb” freudiano. Pero,
¿desviación de qué? Freud se topa precozmente con la respuesta: de una meta
natural. Tal vez fue esa respuesta el leitmotiv que lo exhortó a continuar estudiando las
consecuencias de una desviación tal, muy a pesar de las dificultades que se
presentaban en su pedregoso camino.
Vemos consecuencias de la introducción del concepto de
pulsión, por parte de Freud, en la postura lacaniana acerca de que sería falso
afirmar que la sexualidad humana es natural, pero que también sería falso
afirmar que no lo es. Esa paradoja se produce, a nuestro juicio, como
conclusión lógica de la premisa pulsional como desviación de la meta natural a
causa de la materialidad del lenguaje. Precisamente, esta consecuencia pondría
en cuestión la idea moral, tomada como si fuese una condición natural, de que
la meta “normal” de la sexualidad humana sería la reproducción. Freud hace
tambalear con sus elaboraciones, no solo la dualidad cartesiana sino,
sobretodo, los pilares morales sobre los cuales se sostenía desde el siglo III
d.C. la moralidad católica, apostólica y romana. No es otra cosa que el espíritu mismo de la subversión freudiana lo que está, allí, en juego. Así, no hay nada que pueda
considerarse normal en la sexualidad humana, precisamente porque su meta natural
ha sido desviada por el lenguaje hacia la satisfacción como meta en sí misma.
Satisfacción, por supuesto, que es la de un cuerpo erógeno y no solamente biológico.
Esto explica en buena medida la interrogación y el interés de Freud por la sexualidad infantil.
Tendremos pues, que avanzar en comprender un poco más esa
lógica de la pulsión que denuncia una pérdida estructural derivada de la
desviación de la meta natural.
John James Gómez G.
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