viernes, 13 de febrero de 2015

Fragmento del texto: “32ª Conferencia. Angustia y vida pulsional”. Freud, S. (1933). En: Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis. Obras Completas, vol. XXII. Amorrortu Editores, Buenos Aires. 1991. pp. 89. [Primera parte del comentario]

“Una pulsión se distingue de un estímulo, pues, en que proviene de fuentes de estímulo situadas en el interior del cuerpo, actúa como una fuerza constante y la persona no puede sustraérsele mediante la huida, como es posible en el caso del estímulo externo.”

Comentario:

Que el concepto de “pulsión” es crucial en el psicoanálisis, parece algo plenamente sabido. Más aún a raíz de la popularidad alcanzada por el seminario del año 1964, en el que Lacan se refirió a los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ése fue el primero de los seminarios que se publicó como libro. Allí, Lacan otorgó un lugar crucial a la pulsión junto a otros conceptos tales como inconsciente, transferencia y repetición. Por su parte, fue Jacques-Alain Miller quien decidió nombrar la publicación restringiendo a esos cuatro los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Que yo sepa, sólo Juan David Nasio ha cuestionado, indirectamente, esa decisión de Miller; lo hizo con su texto “Enseñanza de siete conceptos cruciales del psicoanálisis”.  Lamentablemente, la decisión de Miller parece haber inhibido a una buena parte de la comunidad psicoanalítica en  la tarea del estudio juicioso de los fundamentos psicoanalíticos. Tal vez se deba a que, de algún modo, algunos han asumido que Miller habla en nombre del padre.

En tal sentido, no debemos fascinarnos hasta enceguecer y creer que la importancia de un  concepto radicaría en que se considere a Lacan, a Freud, y algunos incluso a Miller, referencias de autoridad. Bien vale la pena tratar de entender las razones por las cuales un concepto contaría o no con un valor fundamental en un sistema teórico. Es así que no podemos eludir la pregunta acerca de porqué la pulsión, al igual que algunos otros conceptos, sería merecedora de un lugar fundamental en la teoría psicoanalítica.  Intentemos entonces plantear algunas cuestiones al respecto.

En tal sentido, no debemos fascinarnos hasta enceguecer y creer que la importancia de un  concepto radicaría en que se considere a Lacan, a Freud, y algunos incluso a Miller, referencias de autoridad. Bien vale la pena tratar de entender las razones por las cuales un concepto contaría o no con un valor fundamental en un sistema teórico. Es así que no podemos eludir la pregunta acerca de porqué la pulsión, al igual que algunos otros conceptos, sería merecedora de un lugar fundamental en la teoría psicoanalítica. Intentemos, entonces, plantear algunas cuestiones al respecto.

Son harto conocidas las dificultades a las que Freud se enfrentó para establecer la lógica pulsional. No solamente para definirla conceptualmente sino, sobretodo, para entender de qué modo opera en relación con lo inconsciente y con el yo. De hecho, en varias ocasiones se ve en la necesidad de cambiar su posición en relación a lo que llamó “dualidad pulsional”. Pero, más difícil aún, le resultó aceptar la existencia de una pulsión de muerte. Entonces, ¿Por qué empeñarse en sostener un concepto tan problemático? ¿Qué justificaba la empresa titánica de reelaborar permanentemente un concepto tan esquivo? Sería apresurado intentar responder a estas preguntas basándonos en el argumento de que Freud era un hombre obstinado en sostener aquello de lo que estaba convencido, a pesar que, en efecto, lo fuera.

Diré en principio que, a mi juicio, un valor crucial -no sé si intuido en un primer momento por Freud, o no-, es que con la apuesta por la pulsión, la separación entre lo psíquico y lo somático, consecuencia de la separación cartesiana entre la res extensa y las res cogitans, por la cual la psiquiatría y la neurología se esforzaban en explicar lo psíquico prescindiendo de lo psíquico, queda interrogada. Esas disciplinas buscaban encontrar todas las causas de los fenómenos anímicos en las condiciones anatomo-funcionales del sistema nervioso, todo ello con el único fin de parecer científicas; posición que conservan aún en nuestros días. Freud fue un duro crítico de esa inconsistencia y señaló la falacia presente en el hecho de que la psiquiatría no se ocupara de lo psíquico. Así, Freud se empeñó en explicar lo psíquico por lo psíquico o, para ser menos imprecisos, se ocupó de reconstruir una relación de continuidad entre lo psíquico y lo somático allí donde la ciencia se empeñaba en sostener la separación entre lo uno y lo otro. Es así que la definición que ofreció de la pulsión como “un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático” expresa, de manera clara, ese empeño.


John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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