Fragmento del texto “El psicoanálisis y su enseñanza”.
Lacan, J. (1957). En: Escritos 1. Siglo XXI editores. 2ª ed, Argentina. 2008.
pp. 413. [Segunda parte del comentario]
“El inconsciente es ese discurso del Otro en el que el
sujeto recibe, bajo la forma invertida que conviene a la promesa, su propio
mensaje olvidado.”
Comentario:
¿De qué manera el inconsciente sería un discurso? ¿Cómo
articular la noción de discurso? Y, en caso que eso que llamamos discurso cuente
con alguna efectividad, ¿dónde podría evidenciarse algo de su realización?
No prescindiré del equívoco como punto de partida, pues la
equivocidad es lo que hace, por el lenguaje, a la estructura de lo
inconsciente. Disque-course, podríamos escribir, orientados por la lengua
francesa, y encontraríamos que hay un disco (disque) que marcha (course), que hace
un recorrido. No cualquier disco, digamos, para no perder de vista que hay
falta, que se trata de un disco agujereado; podemos imaginar un disco compacto,
de esos que hoy, en la era digital, parecen destinados al ostracismo. Ese
disco, por el agujero que le es estructural, puede hacer un recorrido que es
entendible como un esfuerzo (drang) constante.
Aprovechemos un poco más la riqueza de la equivocidad. Ese
“disque”, sale al encuentro en nuestra lengua española por dos vías. Como
imperativo de discar, de ejercer una práctica que pone en marcha algo que puede
tener un destinatario, como discar un número telefónico, por ejemplo, muy a
pesar que esos discos ya no giren más en nuestros días. También, si nos
permitimos la homofonía a pesar de la diferencia en la grafía, podríamos
tomarlo por un “dizque”: un dicho, una murmuración, un rumor, algo presunto;
digamos, un supuesto.
Permitámonos juguetear un poco más. Un disco agujereado que
se mueve merced de su agujero en un esfuerzo constante y sobre el cual el
sujeto insiste en buscar un destinatario para lo que dicho esfuerzo produce. Un
disco sobre el cual hay un supuesto, una murmuración, un “chamullo”, si
queremos, porqué no, coquetear con el lunfardo. Eso habla, rumora, en voz baja
pero sin dejar de insistir. Es ahí cuando tenemos un discurso, a saber, un modo
de que las cosas marchen con cierta estructura de fuerza inercial. Puede ser
que marchen para bien o para mal, eso es secundario. Lo relevante allí es que
la fuerza inercial solo alterará su modo de marchar, sí y solo sí, otra fuerza
interviene. Por tanto, las fuerzas pueden converger y engendrar ciertas
variantes, ciertas modulaciones de disque-curse. Si lo inconsciente opera de
algún modo particular; si marcha de cierta manera inercial como ese disque,
dizque, haciendo un recorrido, entonces, ¿por qué no suponerle el estatuto de
un discurso?
John James Gómez G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario