lunes, 23 de febrero de 2015

Fragmento del texto: “32ª Conferencia. Angustia y vida pulsional”. Freud, S. (1933). En: Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis. Obras Completas, vol. XXII. Amorrortu Editores, Buenos Aires. 1991. pp. 89. [Tecera parte del comentario]

“Una pulsión se distingue de un estímulo, pues, en que proviene de fuentes de estímulo situadas en el interior del cuerpo, actúa como una fuerza constante y la persona no puede sustraérsele mediante la huida, como es posible en el caso del estímulo externo.”

Comentario:

La pulsión implica una desviación de la meta natural de la satisfacción. Como consecuencia de ello se produce una pérdida que es de carácter estructural. Es innegable que en la medida en que somos organismos vivos la necesidad está siempre presente. Comer, por ejemplo, es una condición necesaria, ineludible. Recordemos que lo necesario, en términos lógicos, tiene la particularidad de ser no negociable; se trata de algo que  no puede no ocurrir. De no saciarse dicha necesidad las condiciones para que el sistema pueda mantenerse vivo se ponen en riesgo. Esto es así para todos los animales. Este es un modo de definir el principio del placer que prima en los organismos vivos. Pero, de otro lado, algo puede ser necesario y no por ello ser razón suficiente; y si aquí hay una razón en juego es, sin duda, la razón freudiana. Así, ese animal afectado por el lenguaje, al que llamamos, siguiendo a Lacan, “parlêtre”, -un ser que habla y usa letras-, no se mueve exclusivamente por la necesidad, muy a pesar que ella esté siempre ahí.

Ahora, es cierto que Freud no equivocó completamente al suponer que la angustia fundadora de ese principio que está más allá o, de manera más precisa, del otro lado [jenseits] del principio del placer, implica un corte en la relación con un objeto imaginario, por ejemplo, el pecho, pero no porque tal conjetura sea cierta podemos perder de vista que hay allí una imprecisión. Claro, ese objeto imaginario cuenta con un valor fundamental, pero solo porque intenta representar a un objeto que es, por definición, irrepresentable. Este es un punto de particular dificultad en la elaboración freudiana, pero estructurante para que sea concebible un sujeto del inconsciente. En primer lugar, es necesario reconocer que Freud daba muestras de intuir la condición lógica, irrepresentable, de dicho objeto, a pesar de no contar con los medios para precisarlo. Sin embargo, nos dejó un rastro preciso de esa intuición cuando indicó que tanto la pulsión como la angustia son no sin objeto. Vemos que la proposición en cuestión presenta una estructura paradójica; indica que para la pulsión y la angustia, lo común entre ellas es que estén fijadas a un objeto que es, al mismo tiempo, ningún objeto. ¿Cómo comprender entonces el estatuto de esta paradoja y sus implicaciones en cuanto a lo que diferencia a ese animal parlêtre del resto de los animales?


John James Gómez G.

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