miércoles, 15 de octubre de 2014

Fragmento del texto: “Lo ominoso”. Freud, S. (1919). En: Obras Completas, vol. XIX. Amorrortu Editores. 1979.  pp. 221. [Segunda parte del comentario]

“Lo ominoso sería siempre, en verdad, algo dentro de lo cual uno no se orienta, por así decir. Mientras mejor se oriente un hombre dentro de su medio, más difícilmente recibirá de las cosas o sucesos que hay en él la impresión de lo ominoso.”

Comentario:

Si dicha palabra, “unheimlich”, como subrayé en el comentario anterior, indica la antinomia por la cual algo puede ser, al mismo tiempo, familiar y extraño, íntimo y ominoso,  es porque nada es más ajeno al propio yo que aquello que le es constituyente. Freud mostró esta particularidades de varias maneras, de las cuales mencionaré solo cinco por resultar particularmente representativas. En la primera, ese núcleo inconsciente responde a un “grupo psíquico segundo” que habita al Yo y en el cual se alojan representaciones que estarían reprimidas conllevando la formación de síntomas (1894). La segunda está indicada en su primera tópica, presentada en el capítulo VII de “La interpretación de los sueños” (1900), cuando enlaza lo inconsciente a las huellas mnémicas de la satisfacción primordial, expresado esto en su descubrimiento del carácter regrediente, alucinatorio, del sueño. La tercera, vinculada con el descubrimiento de la pulsión y la conclusión de que el primer objeto investido pulsionalmente sería, justamente, el yo (1914), razón por la que dicho objeto, al ser tomado por tal, desconoce el lugar que ocupa para la satisfacción en las lógicas del “aparato anímico”.  La cuarta, surge a partir del encuentro con lo que Freud llamó fantasía (1919) y por lo cual, en 1920, se pregunta acerca de “unas enigmáticas tendencias masoquistas del yo” que lo llevan a su elaboración de una segunda tópica (1923) y a su trabajo sobre “El problema económico del masoquismo” (1924). Finalmente, la concepción que Freud construye acerca de la angustia atraviesa toda su obra, siendo así, junto con los conceptos de pulsión, inconsciente y represión, una de sus piedras angulares. Desde 1894, con su “Manuscrito E” y su texto “Sobre la justificación de separar de la neurastenia a un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia”  (1895), pasando por su escrito “Inhibición, síntoma y angustia” (1926), arribando en 1937 a “Construcciones en análisis” y también al “Proceso defensivo en el Yo”, Freud se encarga de establecer de la mejor manera posible la lógica de la angustia, llegando a postular que si bien ella es una sola, cuenta con dos modos de presentarse, bien como “apronte angustiado” haciendo señal para el Yo, o solo como angustia traumática, trabajando a los fines más fundamentales de la compulsión de repetición sin que el Yo tuviese siquiera noticias de “Ello”.

Reitero que no son estas las únicas maneras en que es posible situar los avatares de lo que responde a la construcción freudiana acerca la existencia de un núcleo inconsciente del Yo, y que mencionarlas así, de pasada rápida, no deja de ser impreciso. Sin embargo, se trata de mostrar algunos de los puntos cruciales de su elaboración. La pregunta, siempre reiterativa en la escritura de Freud, es si en todo eso allí descubierto se trata de uno, de dos o, incluso, de tres. El solo hecho de percatarse de que lo psíquico no es equivalente a lo consciente reporta el comienzo de esa pregunta. El psicoanálisis se separa, en ese sentido, del resto del pensamiento advenido en la modernidad, según el cual la consciencia sería reina de la razón y equivalente al ser. Nada más subversivo que señalar cómo el Yo no es amo en su casa, a pesar que se cree el dueño de todas las llaves y con acceso a todas las puertas. Veremos, en el próximo comentario, cómo se manifiesta la cuestión acerca de si lo psíquico es uno o es dos ("est un ou est deux", homofonía francesa de S1-S2, con la que sin duda juega Lacan y que es enfatizada por Jean Michel Vappereau), pues, lo que está allí en juego es la dificultad misma que plantea la impotencia del UNO como absoluto, muy a pesar que sea fundante y esté en el ilusorio horizonte del amo, del amor y de los ideales del Yo.


John James Gómez G.

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