lunes, 6 de octubre de 2014

Fragmento del texto: “La ciencia y la verdad”. Lacan, J. (1966). En: Escritos 2. Siglo XXI Editores, 2ª ed. 2008. pp. 89 [Segunda parte del comentario]

La oposición de las ciencias exactas a las ciencias conjeturales no puede sostenerse ya desde el momento en que la conjetura es susceptible de un cálculo exacto (probabilidad) y en que la exactitud no se funda sino en un formalismo que separa axiomas y leyes de agrupamientos de símbolos”… “…hemos indicado también que esa cuestión [la del psicoanálisis dentro o fuera de la ciencia] no podría resolverse sin que sin duda se modifique en ella la cuestión del objeto en la ciencia como tal.
El objeto  del psicoanálisis (muestro mi juego y ustedes lo ven venir con él) no es otro sino lo que he señalado ya de la función que desempeña en él el objeto a. ¿El saber sobre el objeto a sería entonces la ciencia del psicoanálisis?
Es muy precisamente la fórmula que se trata de evitar, puesto que se objeto a debe insertarse, ya lo sabemos, en la división del sujeto por donde se estructura muy especialmente, de eso es de donde hemos partido hoy, el campo psicoanalítico"


Comentario:


El psicoanálisis es una experiencia singular. No hay en esa experiencia nada parecido a las ideas religiosas y dogmáticas de la replicación que se intentan hacer equivaler a las nociones de la validez y la confiabilidad que la ciencia sostiene como su porvenir, es decir, como porvenir de su ilusión, pues, para que un horizonte así sea posible, se requiere prescindir del sujeto que es, justamente, lo que con Descartes llevó a la fundación de la ciencia moderna. El psicoanálisis acoge a ese sujeto excluido y silenciado por la ciencia y, cuando se hace una apuesta como esta, es necesario estar advertidos del valor inédito que se pone en juego, pues no se trata de la impostura de un saber que haga apariencia de verdad, sino del reconocimiento de la estructura enigmática de la verdad que no puede ser dicha toda, y de la interrogación que parte desde lo no sabido, poniendo al descubierto la falta en ser. Así, no hay en el psicoanálisis recetas ni fórmulas mágicas, mucho menos promesas de autosuperación ni felicidad; tampoco pastillas mágicas, que son hoy el equivalente moderno de la fascinación ominosa por los frijoles mágicos. El psicoanálisis pone al descubierto lo reprimido, lo censurado del malestar humano, la división del sujeto y, con ello, abre la posibilidad de un saber que interrogue la repetición del sufrimiento y de la destrucción como destino.

En este orden de ideas, un caso, entonces, habla de la singularidad, es decir, de lo que no entra en el cálculo anticipado; aquello que sale al encuentro y no aquello que es buscado como destino o como origen; como decía Picasso, y lo cita Lacan en su seminario sobre Joyce: “Yo no busco, encuentro”. (pág. 89), aunque reconozca, allí mismo, Lacan, que cada vez le es más difícil abrirse camino por esa vía. Sea como fuere, suponer que se puede generalizar alguna verdad a partir de un caso, plantearía el problema del rechazo de la singularidad y, de nuevo, como en la ciencia, el rechazo de todo sujeto. En ese sentido, es menester estar atentos al hecho de que la cuestión en psicoanálisis no apunta a la búsqueda de alguna generalización como garantía que haga consistir, por ejemplo, una técnica estandarizada, sino a un intento de formalización de la lógica del caso, aunque no se trate de algo sencillo pues, lo que está allí en juego, es tratar de leer y escribir, de la mejor manera posible, lo que se sostiene en el agujero que anuda lo real, lo simbólico y lo imaginario.

Lógicamente, para que algo así sea posible, es necesario haber descubierto en el propio análisis la lógica del espacio-tiempo en tanto sujeto del acontecimiento, sujeto del inconsciente, a eso es a lo que se ha llamado topología del sujeto. De poco sirven los títulos universitarios y de casi nada las "buenas intenciones" o la "vocación por servir al otro", modos estos de sostener la fantasía en la cual habría un amo, un salvador o un redentor de almas, incluso un sabio. La posición del psicoanalista requiere de la destitución de esos fatuos lugares.

John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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