viernes, 3 de octubre de 2014

Fragmento del texto: “La ciencia y la verdad”. Lacan, J. (1966). En: Escritos 2. Siglo XXI Editores, 2ª ed. 2008. pp. 89 [Primera parte del comentario]

"La oposición de las ciencias exactas a las ciencias conjeturales no puede sostenerse ya desde el momento en que la conjetura es susceptible de un cálculo exacto (probabilidad) y en que la exactitud no se funda sino en un formalismo que separa axiomas y leyes de agrupamientos de símbolos”… “…hemos indicado también que esa cuestión [la del psicoanálisis dentro o fuera de la ciencia] no podría resolverse sin que sin duda se modifique en ella la cuestión del objeto en la ciencia como tal.
El objeto  del psicoanálisis (muestro mi juego y ustedes lo ven venir con él) no es otro sino lo que he señalado ya de la función que desempeña en él el objeto a. ¿El saber sobre el objeto a sería entonces la ciencia del psicoanálisis?
Es muy precisamente la fórmula que se trata de evitar, puesto que se objeto a debe insertarse, ya lo sabemos, en la división del sujeto por donde se estructura muy especialmente, de eso es de donde hemos partido hoy, el campo psicoanalítico"

Comentario:

La intención de “hacer una generalización de la verdad”, bien sea en la ciencia o en la religión, plantea, por principio, una contraditio y adjecto. La verdad, para el psicoanálisis (y no sólo para el psicoanálisis), es una cuestión ajena a toda posibilidad de generalización. Ella es siempre enigmática, solo puede ser medio dicha y, solo, uno por uno, podría producir en la experiencia analítica algo a partir del encuentro, siempre fascinante y sorpresivo, con sus evanescente fulgores. La alétheia (la verdad), es decir, el no (a) olvido (léthia), no es susceptible de ser vista desnuda y, tal como lo indica Quignard en “El sexo y el espanto” (2000), esa desnudez, como imposibilidad, es genésica, o sea, originaria. En el origen no hay más que agujero. Y, cada vez que se trata de captar algo de ese origen, lo único que puede ponerse ahí es un "mito”, bien sea alguno de la mitología griega, o bien el mito de la creación bíblica, el mito del big bang en la física, el miro freudiano de tótem y tabú”, el mito individual del neurótico, o cualquiera otro. Así, suponer que es posible hacer una generalización de la verdad constituye una imposibilidad lógica pues, en el origen, en la génesis, siempre se revela el agujero. Toda la dialéctica del sexo,  en cuanto al falo y la castración, se juega en torno a esto. Igualmente, el uso de una topología por la cual un falso agujero sostiene el nudo borromeo, resulta en un intento de escritura que no sea la creación de un mito sino, la de marcar el agujero con una letra, a saber, la “a” y, así, ver cómo sería posible "prescindir del padre a condición de servirse de él”, si queremos traer a cuentas la expresión de Lacan.

En segundo lugar, resulta problemático pensar que las generalizaciones fuesen tomadas como verdad teórica. Allí, definitivamente, sería fundar un dogma y de eso ya tenemos varios en lo que se ha llamado ciencia, que no deja en ocasiones de parecerse mucho al dogmatismo religioso. En tal sentido, el psicoanálisis no se ubica en el discurso de la ciencia, es decir, el discurso universitario, tal como lo indica Lacan en el seminario sobre “El reverso del psicoanálisis”. Dicho sea de paso, que el psicoanálisis sea o no una ciencia no es algo que deba preocupar y, si preocupa en demasía, lo que duele, entonces, es la herida narcisista de un ideal que no cesa de imperar para ser reconocido por un Otro no barrado. Lo que preocupa al psicoanálisis, de manera más precisa, es cómo dar cuenta de una escritura lógica del sexo a pesar de su imposibilidad al ser, por definición, real.


John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

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