martes, 26 de septiembre de 2017

Fragmento y comentario del texto: Breve discurso en la O.R.F.T. En: Lacan, J. (1966). Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial. 1988, págs. 38-39. [Segunda parte del comentario]
 
“El deseo es, propiamente, la pasión del significante, es decir, el efecto del significante en el animal al que signa, y en el cual la práctica del lenguaje hace surgir un sujeto –un sujeto no simplemente descentrado, sino condenado a sostenerse tan sólo con un significante que se repite, es decir a sostenerse dividido.
De allí la fórmula: el deseo del hombre (por así decir) es el deseo del Otro. En el Otro está la causa del deseo, de donde el hombre se desprende como resto.”

Comentario:

La “práctica del significante hace surgir un sujeto”, afirmaba Lacan, por lo que resulta necesario tener en cuenta que el significante tiene el valor constituyente de una entidad material. Y mientras la ciencia física hizo de la partícula la unidad mínima de la materia de la cual se ocupa, Lacan hizo de la letra su equivalente en el campo que existe por la materialidad del lenguaje, campo fundado por Freud a partir del descubrimiento del inconsciente tal y como él lo concibió, sobre todo en aquellos textos de principios del siglo XX: La interpretación de los sueños, Psicopatología de la vida cotidiana y El chiste y su relación con lo inconsciente. En ellos puede constatarse una lógica que, siendo rigurosos, ni siquiera Freud mismo logró vislumbrar en cuanto a sus alcances.

Resulta necesario indicar también que la “práctica del significante” no está dada per se en el hecho de hablar. No solemos ejercer la práctica del significante en la cotidianidad, sino la del significado. Buscamos fijar definiciones. Ansiamos comprender. Tratamos de dar sentido a cada una de las situaciones que acontecen y hacemos de ellas, hasta cierto punto, signos falaces pero valiosos para el narcisismo, con los cuales tratamos de orientarnos ante el sinsentido que constituye nuestro lugar en ese campo del lenguaje que habitamos sin saber muy bien cómo ni porqué. No hay un mito, ni forma alguna de creencia, desde la llamada intuición hasta la ciencia, que no pongan eso de manifiesto. Como sabemos, el correlato de la creencia es la duda y no la certeza, de lo cual da testimonio la diferencia que encontramos en la manera en que se manifiestan la fantasía neurótica y el delirio en las psicosis. Por tanto, la práctica del significante suele escapar a la ciencia, tanto como por el desconocimiento de la causalidad psíquica, el hambre de certeza enloquece al neurótico, mientras la intromisión de la duda brinda cordura al psicótico, merced, éste último de una unglauben (no creencia) constituyente.

Y si es la práctica del significante la que hace surgir un sujeto, suponer que ese sujeto está ahí, constante, omnipresente, no puede ser más que un error de principio. El sujeto al que nos referimos en el psicoanálisis, surge como efecto de una práctica que acontece en esa experiencia singular por la cual quien habla da lugar a la causalidad psíquica y, con ella, a la aparición del sinsentido aplazando las ansias de fijar algún sentido, permitiendo así la erosión de los significados que ocultan la insistencia del significante que da cuenta de un automatismo de repetición. Vale la pena no perder de vista, por tanto, que en la cotidianidad se trata de un yo que re-vela en su impotencia una añoranza de omnipresencia, mientras trata de dominar sus relaciones con el mundo, bajo el supuesto desopilante de que sabe muy bien lo que desea.

John James Gómez G.

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¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....