Fragmento del texto: El chiste y su relación con lo
inconsciente. Freud, S. (1905). En: Obras Completas, vol. VIII. Amorrortu
Editores, 1986, págs. 125 y 127.
“Pues bien, la técnica peculiar del chiste y exclusiva de él
consiste en su procedimiento para asegurar el empleo de estos recursos
dispensadores de placer contra el veto de la crítica, que cancelaría ese
placer.”
“El pensamiento busca el disfraz de chiste porque mediante
él se recomienda a nuestra atención, puede parecemos así más significativo y
valioso, pero sobre todo porque esa vestidura soborna y confunde a nuestra
crítica.”
Comentario:
Freud afirmó que el pensamiento busca el disfraz del chiste “sobre
todo porque esa investidura soborna y confunde a nuestra crítica”. Hay que
decir que cuando se refiere a “nuestra crítica” habla particularmente de los
juicios provenientes del Yo. Se trata de una instancia especular que anhela el
total dominio de sí, mientras se ve enfrentada, constantemente, al hecho de
que, como supo afirmarlo Freud, no es amo en su propia casa. Posición que le
obliga a sostener un estricto control, más aún si tenemos en cuenta que parte
de su esfuerzo se dirige a colmar las demandas que supone como provenientes del
Otro y que se manifiestan bajo la forma de feroces imperativos superyoicos. Cualquier
atisbo relativo a la equivocación, la falta, la incompletitud o cualquiera otra
forma que le resulte insoportable, deberá ser desalojada, ignorada o negada, a
fin de resguardarse de cualquier señal de angustia. Esta posición
constituyentemente paranoica del Yo, nos brinda una ilusión de unidad, necesaria
por demás, que nos convence de que, en algún punto, podríamos responder de
manera certera a la pregunta “¿quién soy?”, ya que supone una cierta
consistencia más allá de lo imaginario, que se funda en las identificaciones
con ciertos significantes. Claramente, esa misma posición es la que nos lleva a
que cuando escuchamos la risa de otros en un espacio del cual no participamos,
nuestra mirada busque desesperada en aquéllos algún signo que revele si acaso somos objeto
de dicho concierto desopilante.
El chiste, por su parte, provoca tal fascinación en el Yo
que lo lleva a suspender transitoriamente su posición defensiva, al menos en un
buen número de ocasiones. Sabemos que no todos soportan un chiste. Como también
sabemos que hay quienes solo gustan del chiste cuando este atenta o ataca de
manera incisiva aquello que odian con mayor fuerza. Otros, en cambio, dicen disfrutar del chiste cuando es "ingenuo" o "inocente", lo cual es prueba de la ingenuidad del oyente y no de la del chiste. Sea como fuere, un chiste
es valioso para el Yo porque le permite acceder a un placer que de otro modo se
vería en la necesidad de rechazar.
Evidentemente suele ser mucho más fácil
aceptar un chiste que ataca las inconsistencias del Otro y de los otros, que
alguno que tenga que ver con algo que toque de manera certera un punto sensible
para las identificaciones del Yo. Claro está, en esas circunstancias el Yo
desconoce también que, en no pocas ocasiones, aquello que busca ver degradado en
el Otro por vía del chiste, y que considera ajeno, suele ser, a su vez, algo íntimo, propio, por tanto, algo éxtimo.
Sin embargo, dado el caso que el chiste pueda ser soportado, incluso cuando
interroga lo más íntimo de manera directa, encontramos que la ganancia de
placer no solo tiene el efecto de satisfacer los fines pulsionales sino que, como
consecuencia secundaria, resta fuerza a los imperativos superyoicos. El chiste, pues, da cuenta del placer que puede obtenerse a partir de
aquello que nos es constituyente. En tal sentido, suponer que el chiste debe
ser sometido a las reglas de lo políticamente correcto, revela la impotencia
del Yo para soportar la otredad que le es más propia.
John James Gómez G.
Muchas Gracias John James, que buen comentario teórico.
ResponderEliminarPero me quedan dos inquietudes: Implica ésto que entre menos "políticamente correcto" sea una persona al crear los chistes; eso podría representar para él, una vía "menos patológica" de expresar lo inaceptable? o ¿cómo podría entenderse su idea sobre los chistes "políticamente correctos" y los "inpolíticamente correctos"?
2) La palabra éxtimo, refiere a aquello que reconozco en el otro, que también está "en mí", pero yo lo niego/ignoro rotundamente?
Buenas tardes. Agradezco mucho su comentario y su aporte a la reflexión. En primer lugar, con respecto a lo políticamente correcto cuando se trata de un chiste, me parece pertinente traer a cuentas lo que mencioné en la primera parte de este comentario (lo encuentra en el enlace http://leyendopsicoanalisis.blogspot.com.co/2017/08/fragmento-del-texto-el-chiste-y-su.html). Allí mencioné que: Lo que Freud adjudica como más propio del chiste, en cuanto asegura una técnica efectiva para el uso de los recursos dispensadores de placer, es que logra eludir el veto de la crítica que cancelaría el placer. En ese sentido, es improbable que exista un chiste “políticamente correcto”, como suele llamarse en nuestros días a las argucias de los más inmorales moralistas para asegurar su popularidad a pesar de su pusilanimidad. Es algo que también ha hecho notar Slavoj Žižek. Si el chiste se acoge al lenguaje “políticamente correcto” quedará sometido al veto de la crítica y, como tal, habrá perdido aquello que le es más constituyente. Por tanto, si es políticamente correcto no es un chiste; de allí que lo políticamente correcto pueda, en ocasiones, convertirse en un mal chiste que muchos quieren contar mientras atacan agresivamente en privado lo que aparentan respetar en público.
ResponderEliminarEn este orden de ideas, si un chiste, por definición, es impolíticamente correcto, por tanto, la separación entre chistes políticamente correctos e impolíticamente correctos, carecería de lugar.
Por otra parte, en cuanto a lo "patológico", resulta necesario considerar que, cuando se trata del psicoanálisis, lo patológico ha de ser visto fundamentalmente desde el punto de vista del "pathos" en tanto pasión y no como enfermedad. Así las cosas, lo que un chiste permite, no solo a quien lo cuenta, sino también y sobre todo a quien es capaz de reír de él, es la posibilidad de eludir la ferocidad del superyó lo que, va de suyo, implica una descarga que atenúa la culpa e, incluso, la angustia. Esto, por supuesto, implica la posibilidad de reducir el malestar. No es gratuito que comúnmente encontremos estudios que establecen vínculos entre la risa y la disminución de la angustia o, incluso, de lo que desde la psicología y la medicina es calificado como "síntoma".
Sobre la segunda cuestión, la palabra éxtimo es un neologismo lacaniano. Luego se ha usado de muchas maneras. Incluso Paula Sibilia, comunicadora social y antropóloga, lo ha usado a propósito de la posición del sujeto con respecto al uso de las redes sociales virtuales. Como neologismo lacaniano la palabra tiene un antecedente, a saber, la palabra alemana "unheimlich", con la cual Freud título uno de sus textos. Se trata de una palabra antinómica que hace referencia a algo que es lo más familiar, lo más íntimo y, a la vez, es sentido como extraño, incluso como siniestro; de hecho "siniestro" y "ominoso", son las palabras con las que suele traducirse dicha palabra al español. La cuestión es que el Yo busca desalojar todo aquello que lo perturba, por lo tanto, su mayor pasión es la de la ignorancia, el desconocimiento de aquello que le es más constituyente. Por tanto, suele encontrar eso íntimo retornando desde fuera como si viniera de otro lugar: el sujeto recibe su propio mensaje viniendo como invertido desde el lugar del Otro. Esto, claramente, va en la línea de lo que usted sugiere.
Será un gusto seguir dialogando, para lo cual me encantaría conocer su nombre, apreciado interlocutor.
Saludos,
John James