miércoles, 13 de septiembre de 2017

Fragmento y comentario del texto: Breve discurso en la O.R.F.T. En: Lacan, J. (1966). Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial. 1988, págs. 38-39. [Primera parte del comentario]
  
“El deseo es, propiamente, la pasión del significante, es decir, el efecto del significante en el animal al que signa, y en el cual la práctica del lenguaje hace surgir un sujeto –un sujeto no simplemente descentrado, sino condenado a sostenerse tan sólo con un significante que se repite, es decir a sostenerse dividido.
De allí la fórmula: el deseo del hombre (por así decir) es el deseo del Otro. En el Otro está la causa del deseo, de donde el hombre se desprende como resto.”

Comentario:

El pensamiento de Lacan es subversivo en muchos sentidos, y si bien reconocemos que no podría haberlo sido sin Freud, él dio pasos hacia la fundación de una práctica inédita en torno a un objeto que se caracteriza por una existencia constatable de un modo enteramente distinto al de los objetos que ocupan a las ciencias. El objeto, tal y como lo hace surgir Lacan a partir de la experiencia psicoanalítica, produce a un sujeto. La ciencia, por su parte, pone al sujeto en una equivalencia con el pensamiento por lo que, a partir de Descartes, es el sujeto el que produce los objetos a los cuales estudia.

Ese sujeto del que se ocupa el psicoanálisis no es la consciencia, no es el yo, y tampoco se reduce al sujeto gramatical. Si Freud pudo localizarlo fue porque supo reconocer que ese sujeto es ante todo un acontecimiento. Su lógica es reconocible únicamente porque el lenguaje constituye un campo, tan fáctico como lo es un campo electromagnético. Campo en el cual se producen ciertos corto circuitos, es decir, interrupciones, titubeos, vacilaciones y cortes en la continuidad de un discurso. Así las cosas, Freud ubicó en el olvido, la equivocación, el acto fallido, los sueños y los síntomas, el testimonio de ese sujeto que habla desde una posición distinta a la del yo.

En este orden de ideas, el sujeto es localizable merced de un automatismo de repetición que “toma su principio a partir de la insistencia de las cadenas significantes.”[1] Y no ha de confundírsele con el significante, pues esa cadena es puesta “de manifiesto como correlativa de la ex-sistencia (o sea: el lugar excéntrico) donde debemos situar al sujeto del inconsciente, si hemos de tomar en serio el descubrimiento de Freud.”[2] El sujeto surge como excéntrico allí donde se produce un acontecimiento que introduce una novedad la cual indica la insistencia de lo que se repite en el punto por el cual un significante representa algo para otro significante. Si confundimos al sujeto con el "paciente", dejando así de lado lo que el acontecimiento implica en su excentricidad, aunque usemos términos lacanianos, no haremos otra cosa que ocuparnos de lo imaginario y sus objetos, los cuales están ubicados en el mismo plano que los de la ciencia.

John James Gómez G.



[1] Lacan, J. Seminario sobre la carta robada. En: Escritos 1. Argentina: Siglo XXI Editores. 3ª ed. 2009, Pág. 23.
[2] Ibíd.

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