Fragmento y
comentario del texto: Breve discurso en la O.R.F.T. En: Lacan, J. (1966).
Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial. 1988, págs. 38-39. [Primera
parte del comentario]
“El deseo es,
propiamente, la pasión del significante, es decir, el efecto del significante
en el animal al que signa, y en el cual la práctica del lenguaje hace surgir un
sujeto –un sujeto no simplemente descentrado, sino condenado a sostenerse tan
sólo con un significante que se repite, es decir a sostenerse dividido.
De allí la
fórmula: el deseo del hombre (por así decir) es el deseo del Otro. En el Otro
está la causa del deseo, de donde el hombre se desprende como resto.”
Comentario:
El pensamiento de
Lacan es subversivo en muchos sentidos, y si bien reconocemos que no podría
haberlo sido sin Freud, él dio pasos hacia la fundación de una práctica
inédita en torno a un objeto que se caracteriza por una existencia constatable de un modo enteramente distinto al de los objetos que ocupan a las
ciencias. El objeto, tal y como lo hace surgir Lacan a partir de la experiencia
psicoanalítica, produce a un sujeto. La ciencia, por su parte, pone al sujeto
en una equivalencia con el pensamiento por lo que, a partir de Descartes, es el
sujeto el que produce los objetos a los cuales estudia.
Ese sujeto del
que se ocupa el psicoanálisis no es la consciencia, no es el yo, y tampoco se
reduce al sujeto gramatical. Si Freud pudo localizarlo fue porque supo
reconocer que ese sujeto es ante todo un acontecimiento. Su lógica es
reconocible únicamente porque el lenguaje constituye un campo, tan fáctico como
lo es un campo electromagnético. Campo en el cual se producen ciertos corto
circuitos, es decir, interrupciones, titubeos, vacilaciones y cortes en la
continuidad de un discurso. Así las cosas, Freud ubicó en el olvido, la
equivocación, el acto fallido, los sueños y los síntomas, el testimonio de ese
sujeto que habla desde una posición distinta a la del yo.
En este orden de
ideas, el sujeto es localizable merced de un automatismo de repetición que “toma
su principio a partir de la insistencia
de las cadenas significantes.”[1]
Y no ha de confundírsele con el significante, pues esa cadena es puesta “de
manifiesto como correlativa de la ex-sistencia (o sea: el lugar excéntrico)
donde debemos situar al sujeto del inconsciente, si hemos de tomar en serio el
descubrimiento de Freud.”[2]
El sujeto surge como excéntrico allí donde se produce un acontecimiento que
introduce una novedad la cual indica la insistencia de lo que se repite en el punto
por el cual un significante representa algo para otro significante. Si
confundimos al sujeto con el "paciente", dejando así de lado lo que el acontecimiento
implica en su excentricidad, aunque usemos términos lacanianos, no haremos otra
cosa que ocuparnos de lo imaginario y sus objetos, los cuales están ubicados en el
mismo plano que los de la ciencia.
John James Gómez
G.
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