Fragmento del
texto: La transitoriedad. Freud, S. (1916). En: Obras Completas, vol. XIV.
Amorrortu Editores, 1986, pág. 309.
(Tercera parte.
La primera parte de este comentario es del 10 de marzo de 2016
http://leyendopsicoanalisis.blogspot.com.co/2016/03/fragmento-del-texto-la-transitoriedad.html)
“El valor de la
transitoriedad es el de la escasez en el tiempo. La restricción en la
posibilidad del goce lo torna más apreciable. Declaré incomprensible que la
idea de la transitoriedad de lo bello hubiera de empañarnos su regocijo.”
Comentario:
Bram Stoker hizo
famosa la palabra Nosferatu. De ella
no hay mucho que pueda decirse con certeza cuando se trata de su origen; su
etimología ha eludido los esfuerzos de quienes han intentado determinarlo. Sin
embargo, si le brindamos el valor de un neologismo, el cual Stoker asume con el
significado de “no muerto”, toma para nosotros un interés mayor. Sabemos que Nosferatu, en la personificación del
vampiro, y particularmente de Drácula, no deja de causar fascinación. La idea
de tener la eternidad para gozar parece un regalo irresistible. Lo hemos visto
en la literatura y el cine desde el clásico basado en la Obra de Stoker, hasta
la banalización despojada de sus pasiones más propias en el personaje de las
novelas adolescentes de Stephenie Meyer: incluso ante la negativa de Edward,
Bella rogó por el regalo de la eternidad aunque eso significara devenir no muerta, pues fantasea que así lograría alcanzar lo imposible de la relación sexual. Pero, ¿de qué se trata el horror por
la transitoriedad tal y como Nosferatu logra
ponerlo de manifiesto?
La negación antes
de la palabra muerto no constituye una afirmación de la vida. “No muerto”
indica que algo se resiste al destino irrefrenable por el que lo vivo, en la belleza de su transitoriedad, llega a
su fin. Nosferatu es aquél que, aun
sin saberlo, renuncia a su vida y, con ella, a la incompletitud que el saber
sobre su final mortal conlleva. Claro está, se trata de un personaje de ficción, por tanto, representa una fantasía humana; un anhelo que pone de manifiesto el
horror ante la transitoriedad de nuestra existencia. Si asumir la vida implica
reconocer la muerte, entonces, vivir como si se estuviera muerto corresponde al
anhelo de desconocer la vida para no llegar el destino irrefrenable de la
muerte. Este anhelo que implica poner el deseo como signo vital en un
aplazamiento con el que se busca engañar a la muerte, habita en nosotros de ciertas maneras y, en algunos, bajo esa
forma que Freud denominó neurosis obsesiva.
El obsesivo suele
ponerse en el lugar de Nosferatu.
Podríamos decir que el neurótico obsesivo es un ejemplo de Nosferatu; pero sería todavía más preciso decir que Nosferatu es la ficción que revela cómo el
obsesivo hace de su deseo un deseo imposible. Creerse eterno, como un no muerto, lo
lleva tanto a la inhibición con la cual se prohíbe hacer cualquier cosa para no
correr el riesgo de morir, como a enfrentarse temerariamente desafiando la
muerte por creerse inmortal, pasando por el lugar que asume aquel que aparenta
una absoluta invulnerabilidad con la cual quiere hacer creer al Otro que no lo
requiere, aunque en silencio no haga otra cosa que esperar su clemencia. Se
trata, pues, de aquél que sufre para sostener la ficción de su no muerte.
John James Gómez
G.
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