martes, 29 de agosto de 2017

Fragmento del texto: El chiste y su relación con lo inconsciente. Freud, S. (1905). En: Obras Completas, vol. VIII. Amorrortu Editores, 1986, págs. 125 y 127.

“Pues bien, la técnica peculiar del chiste y exclusiva de él consiste en su procedimiento para asegurar el empleo de estos recursos dispensadores de placer contra el veto de la crítica, que cancelaría ese placer.”

“El pensamiento busca el disfraz de chiste porque mediante él se recomienda a nuestra atención, puede parecemos así más significativo y valioso, pero sobre todo porque esa vestidura soborna y confunde a nuestra crítica.”

Comentario:

Una de las obras más maravillosas de Freud es, sin duda, El chiste y su relación con lo inconsciente. Constituye, al igual que La interpretación de lo sueños, un sobresaliente ejemplo de lo que suele llamarse “investigación”, en el sentido de un informe detallado acerca de un objeto de estudio que es llevado desde sus manifestaciones en el campo de la doxa o como problemática social (objeto percibido, diría Bourdieu), pasando por la ruptura epistemológica que implica el reconocimiento de los antecedentes científicos y la lógica propia y necesaria para la formulación de un objeto de estudio (objeto construido), hasta dar cuenta de los hallazgos y conclusiones más relevantes derivados de un estudio riguroso del mismo (objeto conquistado). En este sentido, contrario a lo que a veces podría suponerse cuando se ataca al psicoanálisis desde el positivismo, si hubo alguien, a finales del siglo XIX y principios de XX, que se esmeró por hacer investigación rigurosa, incluso en el sentido positivista, fue Freud. Lean con ojos de investigadores al menos los dos textos que les menciono y no se sentirán decepcionados ante la rigurosidad, sistematicidad y lógica del abordaje freudiano.

Por otra parte, El chiste y su relación con el inconsciente pone al descubierto lo más propio del saber por el cual su efectividad nos produce tanta satisfacción. Freud recorrió un largo camino desentrañando los aspectos técnicos del chiste y, especialmente, aquellos que propician la ganancia de placer que deriva tanto de contarlo como de escucharlo. Reconoció aspectos técnicos compartidos con otras formaciones culturales pero, poco a poco, llegó a revelar su estatuto como formación del inconsciente. Al igual que el sueño, el chiste constituye un acto psíquico de pleno derecho.

Lo que Freud adjudica como más propio del chiste, en cuanto asegura una técnica efectiva para el uso de los recursos dispensadores de placer, es que logra eludir el veto de la crítica que cancelaría el placer. En ese sentido, es improbable que exista un chiste “políticamente correcto”, como suele llamarse en nuestros días a las argucias de los más inmorales moralistas para asegurar su popularidad a pesar de su pusilanimidad. Es algo que también ha hecho notar Slavoj Žižek. Si el chiste se acoge al lenguaje “políticamente correcto” quedará sometido al veto de la crítica y, como tal, habrá perdido aquello que le es más constituyente. Por tanto, si es políticamente correcto no es un chiste; de allí que lo políticamente correcto pueda, en ocasiones, convertirse en un mal chiste que muchos quieren contar mientras atacan agresivamente en privado lo que aparentan respetar en público.

John James Gómez G. 

lunes, 28 de agosto de 2017

Conferencia "La Actualidad de Lacan". Elisabeth Roudinesco.

Comparto con ustedes la interesante conferencia "La actualidad de Lacan", dictada el 4 de septiembre de 2013, por la historiadora del psicoanálisis y psicoanalista Elisabeth Roudinesco, como apertura del Doctorado en Psicología de la Universidad Chilena Diego Portales. 
Elisabeth Roudinesco es autora de una biografía de Lacan: "Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento", y textos como: "Sigmund Freud: en su tiempo y en el nuestro", "¿Por qué el psicoanálisis?", "Nuestro lado oscuro: una historia de los perverso", entre otros. 

¡Qué lo disfruten!

martes, 22 de agosto de 2017

Fragmento del texto: Más allá del principio de realidad. Lacan, J. (2008). En: Escritos 1. Argentina: Siglo Veintiuno Editores, 2ª ed., pág. 88. [Segunda parte del comentario]

“De ese modo se constituye lo que podemos llamar la experiencia analítica. Su primera condición se formula en una ley de no omisión, que promueve al nivel del interés, reservado a lo notable, todo aquello que “se comprende de suyo”: lo cotidiano y lo ordinario, ley que es, no obstante, incompleta sin una segunda, esto es, la ley de no sistematización, que concede, al plantear la incoherencia como condición de la experiencia, una presunción de significación a todo un desecho de la vida mental, es decir, no sólo a las representaciones cuyo sinsentido es lo único que ve la psicología de escuela: libreto del sueño, presentimientos, fantasías de la ensoñación, delirios confusos o lúcidos, sino también a esos fenómenos que por el hecho de ser completamente negativos carecen, por asé decir, de estado civil: lapsus del lenguaje y fallas de la acción.”

Comentario:
                                     
Hay palabras que pueden ser tomadas como ocurrencias banales, algo que surge sin razón aparente; vistas como un simple desecho de la “vida mental”, sobre todo si ellas irrumpen sorpresivamente, a veces, por demás, con el rostro de una equivocación. ¿Quién podría prestar seria atención a algo semejante? Difícilmente alguien en sus plenos cabales, que se ocupe de las ciencias verdaderas, es decir, alguien encerrado en sus pretensiones de objetividad, estaría dispuesto a ello.  Va de suyo que la pretensión de objetividad –salvo que ésta sea entendida como un acto de honestidad intelectual–, pone de manifiesto el olvido de que un ideal tal no deja de ser una creación subjetiva.

Por fortuna, Freud, a pesar de sus aspiraciones objetivas en el sentido del positivismo propio de su época, hizo de su investigación un acto de honestidad intelectual. Ése sigue siendo uno de sus más valiosos aportes. No retrocedió un paso a la hora de poner su invención, su ingenio, al servicio de su objeto, mientras que no pocos hubiesen preferido, con tal de no caer en desgracia pública, someter su objeto a un rígido método más parecido a alguna clase de ritual que proporcionaría eficacia simbólica al hecho científico. Por su parte, Freud supo hallar en lo banal algo de un valor excepcional.

La potencia del descubrimiento freudiano, además de haber sido uno de los más duros golpes a las pretensiones narcisistas de nuestra condición humana, demasiado humana, que no para de soñar con ser el centro del universo y la especie elegida por alguna deidad para dar testimonio de su grandeza, puso de manifiesto que existe una razón que prescinde de la consciencia y que insiste a través de esas cadenas que Lacan, haciendo honor a Saussure, llamó significantes. La aparente banalidad, si es que nuestro anhelo de ocultar toda falta y de ostentar un completo dominio de sí no nos lo impide, deviene oportunidad para la producción de un saber excepcional. Es así que la convicción de Einstein, de que la imaginación es mucho más importante que el conocimiento, no podría estar mejor representada. Y hay que ver cuánto se desconoce que el propio Einstein jamás hizo un experimento diferente a los que él mismo denominó “experimentos físicos imaginarios”[1] 

John James Gómez G.





[1] Einstein, A. (1905). Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento. Teorema. Revista internacional de filosofía. Vol. 24, Núm. 2 de 2005, pág. 93.

lunes, 21 de agosto de 2017

Jacques Lacan. Televisión 1973 (Sub. español)

Comparto con ustedes el video de la entrevista realizada a Jacques Lacan en el año 1973 y difundida por la ORFT el 9 y el 16 de marzo de 1974. En caso que no visualicen los subtítulos, pueden activarlos dando click en el ícono correspondiente en la barra inferior del video. 

¡Qué la disfruten!

miércoles, 16 de agosto de 2017

Fragmento del texto: Más allá del principio de realidad. Lacan, J. (2008). En: Escritos 1. Argentina: Siglo Veintiuno Editores, 2ª ed., pág. 88. [Primera parte del comentario]


“De ese modo se constituye lo que podemos llamar la experiencia analítica. Su primera condición se formula en una ley de no omisión, que promueve al nivel del interés, reservado a lo notable, todo aquello que “se comprende de suyo”: lo cotidiano y lo ordinario, ley que es, no obstante, incompleta sin una segunda, esto es, la ley de no sistematización, que concede, al plantear la incoherencia como condición de la experiencia, una presunción de significación a todo un desecho de la vida mental, es decir, no sólo a las representaciones cuyo sinsentido es lo único que ve la psicología de escuela: libreto del sueño, presentimientos, fantasías de la ensoñación, delirios confusos o lúcidos, sino también a esos fenómenos que por el hecho de ser completamente negativos carecen, por asé decir, de estado civil: lapsus del lenguaje y fallas de la acción.”

Comentario:

La experiencia analítica funda su praxis en una regla que resulta subversiva y provoca rechazo cuando ella es vista con los ojos del positivismo y sus exigencias de rígida sistematicidad. Que se invite al sujeto a comunicarnos toda ocurrencia que pase por su cabeza, prescindiendo de sus intereses, así como de los nuestros, por organizar la información e intentando librarse de las restricciones que la propia moral y el afán por comprender imponen, parecen cosas completamente ajenas al “buen procedimiento científico”. En la época de Freud, como ahora, el encuentro con un paciente, bien sea por parte de un médico, un psiquiatra o un psicólogo, se presenta bajo la forma de un ritual cada vez más sistemático. En nuestros días, ya no sólo en un sentido procedimental en el quehacer de la auscultación por parte del profesional hacia su paciente. Si así fuera, tal vez la sistematicidad no primaría sobre la inteligencia. Pero, lo que encontramos cuando la sistematicidad se impone como premisa rígida, no solamente a los fines de las ciencias positivistas, sino también de los intereses capitalistas, es que la tecnología se convierte en aquello que dice al médico, al psiquiatra y al psicólogo, qué hacer. Cualquiera que haya visitado una EPS (Obra Social), puede constatar que la clínica de la mirada, otrora del médico sobre el paciente, se ha convertido en una clínica del software, cada vez que el profesional que recibe a su paciente, a veces incluso sin mirarlo si quiera para brindarle el saludo, se encuentra atado irremediablemente a la fascinación que la pantalla de la computadora ejerce sobre él, ubicándolo en una posición servil con respecto a cada uno de los espacios que debe llenar para que quede registro sistemático de que ha hecho “bien” su trabajo. ¿Cómo hablar de clínica en un panorama tal?

Así, el decir del sujeto queda suprimido o es relegado a un plano secundario, accesorio. Y todo lo que se espera que diga, debe poder sistematizarse a fin de llenar esa casilla obligatoria, incluso para los psicólogos que trabajan en instituciones de salud, destinada a un código que dicta un manual y que rubrica un diagnóstico. Nadie se libra de ello. Basta con entrar en el consultorio y ser atendido por un profesional de la salud, para que, por imposición de la rígida sistematicidad tecnológica, dicho profesional esté obligado a asignar un código y la palabra del sujeto quede excluida, rechazada como saber que podría servir a los fines de su propia curación.

El psicoanálisis, por su parte, encuentra en el decir del sujeto una insistencia de algo que, a pesar de no parecer sistemático, no cesa de retornar indicando aquello que para él, en su singularidad, más allá de todo software, tecnología o técnica, habla de lo más propio de su sufrimiento y, a partir de lo cual, bien podría encontrar un modo de saber hacer con eso. No ha de extrañarnos, que ante la sumisión que exige el discurso capitalista cuando hace de la técnica y de la tecnología ideales incuestionables de la sistematicidad, muchos entre quienes administran la salud y sus instituciones indiquen, como condición a quienes llegan a ejercer allí su práctica, que el psicoanálisis está “terminantemente prohibido”.


John James Gómez G.

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....