viernes, 25 de septiembre de 2015


Fragmento del texto: “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”. Freud, S.  (915). En: Obras Completas, vol. XII. Amorrortu Editores. 1986. pág. 163 [Primera parte del comentario].


“Acaso todo principiante en el psicoanálisis tema al comienzo las dificultades que le depararán la interpretación de las ocurrencias del paciente y la tarea de reproducir lo reprimido. Pero pronto aprenderá a tenerlas en poco y a convencerse, en cambio, de que las únicas realmente serias son aquellas con las que se tropieza en el manejo de la trasferencia.”

Comentario:

Me referí en el comentario anterior a esa vía regia de acceso al inconsciente que es, según Lacan, el libro “La interpretación de los sueños” (1900). Lo cual, entonces, hace resonar nuevamente la pregunta por la interpretación, cuestión central y problemática en lo que a la técnica se refiere.

De acuerdo con la historia que conocemos del psicoanálisis a partir de la misma obra freudiana, en un primer momento, la catarsis, técnica usada por Breuer y Freud en sus inicios, hacía parecer que la descarga de los afectos que no habían sido abreaccionados en el momento de la vivencia traumática, y que se revivían en el tratamiento, era suficiente para la desaparición de los síntomas. Vale señalar, entonces, que lo imaginario, es decir, el significado afectivo de la experiencia, actualizado junto con la descarga emocional, bastaba, según se creía, para deshacer lo traumático y con ello destituir el síntoma. Sin embargo, como sabemos, la cuestión es mucho más problemática. Al igual que ocurría con la hipnosis, los síntomas retornaban, incluso con mayor severidad. La descarga afectiva solo proporcionaba un alivio de la tensión psíquica, pero no había en ello ninguna elaboración a nivel subjetivo. Era el tratamiento de lo imaginario por lo imaginario: hacer equivaler el sentido del síntoma al significado afectivo de la vivencia que se encontraba acumulado sin posibilidad de descarga.

Un segundo momento consistió en atribuir la eficacia del tratamiento a la rememoración. El problema ya no era tanto la descarga emocional sino la “formación de símbolo” que se traducía en un síntoma y que debía ser recuperada como recuerdo para llenar las lagunas de esa “amnesia histérica”, que tenía como consecuencia el padecimiento de un síntoma sustitutivo de la experiencia “olvidada”. La cosa tampoco marchaba del todo bien por ese camino, pero Freud era un hombre optimista y no retrocedía ante su deseo de desentrañar los secretos de la causalidad psíquica. Tal vez por esa razón se atrevía a afirmar su esperanza en el éxito del procedimiento aunque, por otro lado, escribía a su amigo Fliess, una carta fechada el 16 de abril de 1900, relatando sus preocupaciones acerca de la “conclusión asintótica de la cura”:

«E. concluyó, por fin, su carrera como paciente mío con una invitación a cenar en mi casa. Su enigma está casi totalmente resuelto; se siente perfectamente bien y su manera de ser ha cambiado por completo; de los síntomas subsiste todavía un resto. Comienzo a comprender que el carácter en apariencia interminable {Endlosigkeit} de la cura es algo acorde a ley y depende de la trasferencia. Espero que ese resto no menoscabe el éxito práctico. En mis manos estaba continuar la cura, pero vislumbré que ese es un compromiso entre salud y enfermedad, compromiso que los propios enfermos desean, y por eso mismo el médico no debe entrar en él. La conclusión asintótica de la cura a mí me resulta en esencia indiferente; decepciona más bien a los profanos. En todo caso, mantendré́ un ojo vigilante sobre este hombre. . . ».1

John James Gómez G.

1.     Este fragmento puede encontrarse en la nota introductoria realizada por James Strachey al texto “Análisis terminable e interminable”. Vol. XXIII en la versión de Amorrortu editores, pág. 217.
  

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