lunes, 14 de septiembre de 2015

Fragmento del texto: “El deseo y su interpretación”. Lacan, J. (1958-1959). En: El seminario, libro 6. Editorial Paidós. 2014. Pág. 24. [Segunda parte del comentario]

“Si esta experiencia del deseo del Otro es esencial, se debe a que permite al sujeto realizar ese más allá de la articulación lingüística alrededor de la cual gira esto: que el Otro es quien hará que un significante u otro esté presente o no en la palabra.”

Comentario:

Retomemos la idea de Ricoeur acerca de la equivalencia entre la intención del sujeto hablante y el significado del discurso. Decíamos al respecto que ello implica excluir cualquier supuesto acerca de lo que Freud llamó unwebusst (inconsciente). El sujeto hablante sería, pues, dueño de su intención y, por tanto, aprehender dicha intención tendría como consecuencia la comprensión del significado mismo del discurso en juego. En una perspectiva tal, el deseo sería también algo movido por un objeto positivo susceptible de hallar en el mundo sensible, es decir, un referente. De hecho, Ricoeur afirmó que el lenguaje no tiene otra finalidad que representar un referente, o sea, algo que existe de manera concreta en el mundo sensible. Ese fue el resultado de su esfuerzo por reintroducir el problema del discurso que, según su criterio, había sido dejado de lado como consecuencia de los postulados de Saussure. Resulta difícil de creer que Ricoeur no haya tenido oportunidad de enterarse de que, por su lado, Lacan había trabajado arduamente en función del mismo problema, solo que sus conclusiones resultaron harto diversas, en la medida en que estaban orientadas por su lectura de Freud, o como Lacan mismo lo llamó, su retorno a Freud.

La vía tomada por Lacan pone en el lugar del discurso al inconsciente. Su afirmación: el inconsciente es el discurso del Otro, plantea una condición de principio por la cual ese Otro es un espacio que está más allá de los cálculos posibles de las cualidades conscientes del yo acerca de la intención de su decir, y en el cual se articula toda trama discursiva. Se trata, de manera estricta, del Otro escenario descripto por Freud en su texto de 1900 sobre la interpretación de los sueños. Desde esa perspectiva, el sujeto hablante es, propiamente, el sujeto del inconsciente, mientras que el yo sería la proyección imaginaria de ese sujeto. Ese yo estaría enfrentado a la dificultad de reconocer el saber y la verdad de su intención, pues se esfuerza por desconocer el deseo que lo habita y el hecho estructural de su determinación, ya que él mismo está constituido por mociones pulsionales, razón por la cual intenta huir de sí mismo, pero, como bien afirma Freud, huir de sí mismo es imposible, así que lo inconsciente siempre retorna, esforzando por ser reconocido. Esa postura lacaniana, derivada del trabajo freudiano, no solo es subversiva e interroga toda lingüística, sino que exhorta a diferenciar registros diversos en las lógicas de los enunciados, separando así lo imaginario de lo simbólico. De tal modo, la misma crítica realizada por Lacan a sus colegas postfreudianos, resulta, pues, aplicable a la comprensión que Paul Ricoeur hace de la relación entre la intención del sujeto hablante y el discurso.


John James Gómez G.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Qué poca humanidad hay a veces en ese “gran espíritu científico”!

 “Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza....