lunes, 7 de septiembre de 2015


Fragmento del texto: “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”. (1912). En: Obras Completas, vol. XII. Amorrortu Editores. 1986. pps. 111-112. [Tercera parte del comentario]


“...esa técnica es muy simple. Desautoriza todo recurso auxiliar, aun el tomar apuntes, según luego veremos, y consiste meramente en no querer fijarse [merken] en nada en particular y en prestar a todo cuanto uno escucha la misma «atención parejamente flotante», como ya una vez la he bautizado.  De esta manera uno se ahorra un esfuerzo de atención que no podría sostener día tras día a lo largo de muchas horas, y evita un peligro que es inseparable de todo fijarse deliberado. Y es este: tan pronto como uno tensa adrede su atención hasta cierto nivel, empieza también a escoger entre el material ofrecido; uno fija {fixieren} un fragmento con particular relieve, elimina en cambio otro, y en esa selección obedece a sus propias expectativas o inclinaciones. Pero eso, justamente, es ilícito; si en la selección uno sigue sus expectativas, corre el riesgo de no hallar nunca más de lo que ya sabe; y si se entrega a sus inclinaciones, con toda seguridad falseará la percepción posible. No se debe olvidar que las más de las veces uno tiene que escuchar cosas cuyo significado sólo con posterioridad {nachträglich} discernirá.”

Comentario:

En la medida en que las perspectivas asumidas por las tendencias en psicoanálisis acerca de la interpretación son diversas, resulta necesario insistir en la pregunta por su estatuto. Podemos suponer que las premisas respecto del objeto y los objetivos de los que se parte, pueden brindarnos alguna luz para entender el porqué de tal diversidad. Pero, antes de entrar en esas importantes y necesarias diferencias, retomemos el asunto freudiano, a saber, lo inconsciente.

Sin importar cuántas vueltas diese Freud en sus intentos por justificar el estatuto orgánico de lo inconsciente, había algo que siempre retornaba como eje central sobre el cual operaba todo aquello que ponía de manifiesto la condición misma de los actos fallidos, incluido el síntoma, a saber, el lenguaje. Incluso, al revisar su “Proyecto de psicología”, publicado póstumamente, en el cual se esforzó por establecer redes entre diferentes grupos de neuronas que dieran cuenta del paso y de los obstáculos que llevaban a la formación del síntoma y de los actos fallidos, es notable que, en solo cuatro páginas, el lenguaje lograra tomar el protagonismo suficiente como para que toda aspiración biologicista perdiera su consistencia. Me refiero de manera específica al apartado intitulado “La proton pseudos histérica”, en el que Freud presentó el caso de una mujer a la que llamó Emma y quien sufría de una histeria de angustia (fobia) que le impedía ir a una tienda.

Para explicar la causalidad de dicha fobia, Freud estableció una red, pero, a pesar de que el “proyecto” aspiraba a dar cuenta de redes de neuronas, Freud construyó, en realidad, un esquema casi topológico de redes de palabras que puede encontrarse en la página 402 del volumen I de la Edición de Amorrortu:

 

De igual manera en sus historiales clínicos, así como en “La interpretación de los sueños”, “Psicopatología de la vida cotidiana”, "El chiste y su relación con lo inconsciente”, para nombrar solo algunos de los ejemplos más conocidos, Freud se encontraba siempre frente a la necesidad de entender las articulaciones de esas “representaciones palabra”, como él solía llamarlas. De hecho, si se observan las primeras cuatro conferencias de sus “Conferencias de introducción del psicoanálisis”, se encontrará un derrotero detallado de las variantes para esas condiciones del lenguaje que, de acuerdo con sus hallazgos, rigen la lógica inconsciente.

Es esa la razón por la cual, en el comentario anterior, señalé el interés que puede representar para nosotros un pensador como Paul Ricoeur. No porque él tuviese interés en torno al psicoanálisis, sino porque en su interés por comprender el estatuto del lenguaje, por un lado a partir de la obra de Saussure y, por otro, a partir de su deseo de hacer entrar en juego el discurso, puede permitirnos, dadas sus elaboraciones, pero también dadas sus notorias dificultades debido a su desconocimiento acerca de que si bien el lenguaje es la condición del inconsciente, sería este último la condición de la lingüística, ideas interesantes para entender la posición de Lacan respecto de la interpretación. Veremos algunas cuestiones sobre ello en el próximo comentario.


John James Gómez G.

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