sábado, 19 de septiembre de 2015

Fragmento del texto: “El deseo y su interpretación”. Lacan, J. (1958-1959). En: El seminario, libro 6. Editorial Paidós. 2014. Pág. 24. [Tercera parte del comentario]

“Si esta experiencia del deseo del Otro es esencial, se debe a que permite al sujeto realizar ese más allá de la articulación lingüística alrededor de la cual gira esto: que el Otro es quien hará que un significante u otro esté presente o no en la palabra.”

Comentario:

Lacan mencionó, parafraseando a Freud, que la interpretación de los sueños es la vía regia para acceder al inconsciente. En su momento, Freud se refería al sueño mismo como acto psíquico de pleno derecho, al que atribuía al menos dos funciones clave, a saber, el cumplimiento de un deseo y la misión de servir como guardián del dormir.

Gracias a su trabajo sobre el sueño, Freud logró articular su primera tópica y el modelo del circuito pulsional a través de su comprensión del efecto atractivo y retroactivo de lo inconsciente respecto de las huellas mnémicas, así como del movimiento progrediente que había usado como punto de partida sirviéndose del modelo fisiológico del arco reflejo, pero que modificó con la introducción de las huellas mnémicas, las percepciones signo, –a las que se refiere en su carta 52 a Fliess y a las que diferencia de las percepciones como mera función orgánica– y del deseo que, dicho sea de paso, es, según nos dice, indestructible, pues ese circuito pulsional no cesa de trabajar, producir retoños y establecer nuevas conexiones, cuestión que postuló con todo rigor en su texto de 1915 sobre la represión.

Pero tal vez uno de los puntos más asombrosos entre todos los hallazgos logrados por Freud, es haber definido cuáles son las leyes de ese Otro escenario, el inconsciente, que hacen que en lo humano las conductas y los comportamientos estén supeditados al valor del acto, entendido este último en el sentido de aquello que surge de un conflicto psíquico constante entre diversas instancias, –muy a pesar de las ilusiones del yo de ser una unidad plena y consciente de sí–, que se dirige a su vez a otro y que busca ser leído, es decir, interpretado, porque, precisamente, se trata de los efectos de la fusión entre el cuerpo del lenguaje y el cuerpo biológico que constituyen un cuerpo Otro: el cuerpo erógeno-pulsional, un cuerpo textual. Es lo que vemos formulado en sus avances, con las tres versiones del modelo óptico, también llamado esquema del peine, el cual presentó en el apartado B, intitulado La regresión, que hace parte del capítulo VII de La interpretación de los sueños (1900)1. A esas leyes propuestas en su interpretación de los sueños, y que rigen esos actos propios de la falta de unidad psíquica, o sea, de la spaltung, a la que se refirió en el texto Die Ichspaltung im Abwehrvorgang (La división del yo en el proceso defensivo) que redactaba en 1938 y que quedó inconcluso, las llamó: condensación y desplazamiento.

Así, a lo que Lacan se refería no era tanto al sueño mismo como vía regia para el acceso al inconsciente, sino, al libro La interpretación de los sueños. Ése libro es la vía para acceder a las propiedades lógicas de ese saber que se juega en aquel Otro escenario. Era tal la contundencia que Lacan atribuía al trabajo freudiano sobre el sueño, que en la entrevista que le realizaron en 1970 y que aparece publicada en sus Otros escritos bajo el título Radiofonía, afirmó que: “Si se sigue mi topología, hecha groseramente, se puede reencontrar en ella el primer enfoque freudiano…”

John James Gómez G.

1. Freud, S. (1900). La interpretación de los sueños. En: Obras Completas. (J. Etcheverry, Trad. Vols. IV y V). Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2ª ed. 1986.

2. Lacan, J. (1970). Radiofonía. En: Otros escritos (págs. 425-472). Editorial Paidós, Buenos Aires. 2012.


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