Fragmento del texto: “El deseo y su interpretación”. Lacan,
J. (1958-1959). En: El seminario, libro 6. Editorial Paidós. 2014. Pág. 24.
[Tercera parte del comentario]
“Si esta experiencia del deseo del Otro es esencial, se debe
a que permite al sujeto realizar ese más allá de la articulación lingüística
alrededor de la cual gira esto: que el Otro es quien hará que un significante u
otro esté presente o no en la palabra.”
Comentario:
Lacan mencionó, parafraseando a Freud, que la interpretación
de los sueños es la vía regia para acceder al inconsciente. En su momento,
Freud se refería al sueño mismo como acto psíquico de pleno derecho, al que
atribuía al menos dos funciones clave, a saber, el cumplimiento de un deseo y
la misión de servir como guardián del dormir.
Gracias a su trabajo sobre el sueño, Freud logró articular
su primera tópica y el modelo del circuito pulsional a través de su comprensión
del efecto atractivo y retroactivo de lo inconsciente respecto de las huellas
mnémicas, así como del movimiento progrediente que había usado como punto de
partida sirviéndose del modelo fisiológico del arco reflejo, pero que modificó
con la introducción de las huellas mnémicas, las percepciones signo, –a las que
se refiere en su carta 52 a Fliess y a las que diferencia de las percepciones
como mera función orgánica– y del deseo que, dicho sea de paso, es, según nos
dice, indestructible, pues ese circuito pulsional no cesa de trabajar, producir
retoños y establecer nuevas conexiones, cuestión que postuló con todo rigor en
su texto de 1915 sobre la represión.
Pero tal vez uno de los puntos más asombrosos entre todos
los hallazgos logrados por Freud, es haber definido cuáles son las leyes de ese
Otro escenario, el inconsciente, que hacen que en lo humano las conductas y los
comportamientos estén supeditados al valor del acto, entendido este último en
el sentido de aquello que surge de un conflicto psíquico constante entre
diversas instancias, –muy a pesar de las ilusiones del yo de ser una unidad
plena y consciente de sí–, que se dirige a su vez a otro y que busca ser leído,
es decir, interpretado, porque, precisamente, se trata de los efectos de la
fusión entre el cuerpo del lenguaje y el cuerpo biológico que constituyen un
cuerpo Otro: el cuerpo erógeno-pulsional, un cuerpo textual. Es lo que vemos
formulado en sus avances, con las tres versiones del modelo óptico, también
llamado esquema del peine, el cual presentó en el apartado B, intitulado La
regresión, que hace parte del capítulo VII de La interpretación de los sueños
(1900)1. A esas leyes propuestas en su interpretación de los sueños, y que rigen esos actos propios de la falta de
unidad psíquica, o sea, de la spaltung, a la que se refirió en el texto Die Ichspaltung im Abwehrvorgang (La división del yo en el proceso
defensivo) que redactaba en 1938 y que quedó inconcluso, las llamó:
condensación y desplazamiento.
Así,
a lo que Lacan se refería no era tanto al sueño mismo como vía regia para el
acceso al inconsciente, sino, al libro La interpretación de los sueños. Ése
libro es la vía para acceder a las propiedades lógicas de ese saber que se
juega en aquel Otro escenario. Era tal la contundencia que Lacan atribuía al
trabajo freudiano sobre el sueño, que en la entrevista que le realizaron en
1970 y que aparece publicada en sus Otros escritos bajo el título Radiofonía,
afirmó que: “Si se sigue mi topología, hecha groseramente, se puede reencontrar
en ella el primer enfoque freudiano…”
John
James Gómez G.
1. Freud, S. (1900). La
interpretación de los sueños. En: Obras
Completas. (J. Etcheverry, Trad. Vols. IV y V). Buenos Aires, Amorrortu
Editores, 2ª ed. 1986.
2. Lacan, J. (1970). Radiofonía. En:
Otros escritos (págs. 425-472).
Editorial Paidós, Buenos Aires. 2012.
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