Fragmento del texto: “Puntualizaciones sobre el amor de
transferencia”. Freud, S. (915). En:
Obras Completas, vol. XII. Amorrortu Editores. 1986. pág. 163 [Segunda parte
del comentario].
“Acaso todo principiante en el psicoanálisis tema al comienzo
las dificultades que le depararán la interpretación de las ocurrencias del
paciente y la tarea de reproducir lo reprimido. Pero pronto aprenderá a tenerlas
en poco y a convencerse, en cambio, de que las únicas realmente serias son
aquellas con las que se tropieza en el manejo de la trasferencia.”
Comentario:
El énfasis puesto por Freud en el carácter asintótico de la
cura, cuando se refería a su paciente “E” en la carta dirigida a Fliess, con
fecha del 16 de abril de 1900, tiene un notable valor. Por un lado, se trata
del cuestionamiento de los objetivos del análisis y, por otro, del
reconocimiento del valor y el estatuto del síntoma. Es por ello que ni la
catarsis ni la hipnosis permitían articular lo más propio y a la vez extraño
(unheimlich) del padecimiento neurótico, pues el objetivo con ambas técnicas apuntaba a la
eliminación del síntoma. El levantamiento de la amnesia histérica, por su
parte, tampoco lograba el objetivo de eliminar el síntoma, pero abrió una nueva
puerta que permitió el acceso a un saber inédito, con el cual cambió por
completo la comprensión que, hasta el momento, se tenía acerca de lo psíquico.
Desde aquel entonces lo psíquico no puede ser tomado como algo opuesto a lo
somático, sino como el efecto de la fusión entre organismo y lenguaje, que
constituye un nuevo cuerpo, a saber, el cuerpo erógeno, también llamado cuerpo pulsional.
Como si esto fuera poco, ese nuevo saber trajo consigo una nueva herida
narcisista para nuestras infatuadas ínfulas humanas, pues hizo caer la ilusión
de que la conciencia era el centro de lo psíquico y el único modo de razón.
Así, lo inconsciente vio la luz gracias al cuerpo erógeno de las histéricas que
motivaba la pluma de Freud, quien, por cierto, jamás retrocedió ante su deseo
de saber.
Entonces, vemos que cuando Freud se refiere a las
dificultades a las que probablemente teman todos los principiantes en el
psicoanálisis, alude a quienes inician el ejercicio de su oficio como
psicoanalistas y a los tropiezos que les depara la técnica, pero también al
carácter asintótico de la cura, imposibilidad que interroga el lugar y el
manejo de la transferencia en el análisis, tanto como la interroga también esa
resistencia del superyó a la que Freud
denominó “reacción terapéutica negativa”.
Sin embargo, vale la pena aclarar que, a nuestro juicio, las
dificultades comienzan en el momento en que alguien decide analizarse; dificultades que atañen no al psicoanalista, sino a quien ha elegido dar el paso hacia la pregunta
por ese saber no sabido que lo habita. Es por ello que la formación del
analista no tiene otro comienzo que la entrada en el propio análisis,
denominado también análisis personal, pues lo que está en juego allí es, sobre
todo, la posición del sujeto respecto de las formaciones del inconsciente. A partir
de ese momento, quien ha comenzado a analizarse está exhortado a no retroceder
ante el saber que puede ser formulado y construido a partir del olvido, la equivocación, el sueño, el síntoma, la angustia y, sobre
todo, la incertidumbre, pues su oficio, si elige prestar su oreja a otros que
deseen iniciar un análisis, consistirá a inventar un modo de saber leer en la
dificultad y saber hacer con lo imposible.
John James Gómez G.