viernes, 24 de agosto de 2018

Fragmento y comentario del texto: La escritura del ego. En: Lacan, J. (1976). El sinthome; El Seminario, Libro 23 Buenos Aires: Manantial. 2006, p. 141. [Tercera parte del comentario]

“La última vez estaba muy enredado con mis nudos y Joyce como para que tuviera la menor gana de hablarles. Estaba confundido, ahora lo estoy un poco menos porque creí encontrar cosas transmisibles.
Yo soy evidentemente más bien activo. La dificultad me estimula, de modo que todos los fines de semana me consagro intensamente a romperme la cabeza con algo que no es evidente - porque no es evidente que haya encontrado el pretendido nudo borromeo.”

Comentario:

Retomemos la pregunta planteada en el comentario anterior: ¿por qué confiar en su legado [el de Lacan], si él mismo sabía de la dificultad que, como afirmó, lo estimulaba? Luego de lo planteando a manera de prolegómeno la última vez –con lo que les invitaba a leer a Lacan, también a Freud, como se lee a cualquier otro autor respecto del cual se quiere interrogar la rigurosidad y la lógica de sus elaboraciones–, la respuesta no podría ser otra que la siguiente: no hay porqué confiar. La confianza, como el amor, no tienen otro propósito que velar aquello que la clínica, tanto más que la vida cotidiana, nos permite constatar una y otra vez, a saber, que no hay garantía, es decir, que no hay relación sexual. La confianza, como el amor, exige la creencia irreflexiva si es que quiere hacerse de ella algo perdurable, claro está, no más que como espejismo.

Entonces, quiero hacerles notar que incluso el modo en que Lacan leyó a Freud estuvo basado en la desconfianza. Puede que les resulte algo curioso, ya que a veces se escucha hablar de Lacan como si, por ser freudiano, hubiese ubicado a Freud en el lugar del padre. Incluso hay quienes creen que Lacan fue discípulo de Freud o un continuador directo suyo. Seguramente, si lo leen atentamente, constatarán que no fue ni lo uno ni lo otro. Pero, hay que ver cómo Lacan desconfiaba de Freud. Uno puede hacerse hipótesis. Es probable que una de las dificultades que más lo haya estimulado fuese el modo en que Freud le negó su reconocimiento. Recuerden que no se sabe muy bien qué pasó cuando Lacan envió su tesis a Freud. De hecho, saber qué pasó con exactitud es un asunto secundario. En todo caso, se sabe que la respuesta que Lacan recibió le decepcionó, no fue aquello que esperaba, lo que, según su propio criterio, constituye “una verdadera respuesta”[1]. En todo caso, tal vez ustedes sepan que circula por ahí una supuesta carta[2] de Freud en respuesta a la que Lacan le remitió ofreciéndole su tesis sobre el caso Aime[3]. No obstante, según parece, la carta es hija de la creatividad de algún psicoanalista; fue traducida al español y publicada en 1984 por el psicoanalista Roberto Harari.

Siendo así, ¿qué nos interesa de todo esto? Una sola cosa: el modo en que Lacan respondió a esta falta de reconocimiento por parte de Freud, el cual consistió en una ojeriza que se convirtió en una manera de leer. Leer con desconfianza, que no es lo mismo que leer con odio. En el próximo comentario intentaremos situar la diferencia.

John James Gómez G. 


[1] “Nunca hay que decepcionarse de las respuestas que se reciben porque si uno se decepciona, estupendo, prueba de que fue una verdadera respuesta, es decir, aquello que precisamente no esperábamos.” Lacan, J. (1983). El Seminario, libro 2. El yo en la teoría freudiana y en la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Editorial Paidós, p. 356.
[2] Pueden encontrarla aquí: file:///Users/usuariomac/Downloads/Carta%20de%20Sigmund%20Freud%20a%20Jacques%20Lacan%20in%C3%A9dita%20de%201933.pdf
[3] Lacan, J. (2012). De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

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