Fragmento y comentario del texto: Breve discurso en la
O.R.F.T. En: Lacan, J. (1966). Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial.
1988, págs. 38-39. [Segunda parte del comentario]
“El deseo es, propiamente, la pasión del significante, es
decir, el efecto del significante en el animal al que signa, y en el cual la
práctica del lenguaje hace surgir un sujeto –un sujeto no simplemente
descentrado, sino condenado a sostenerse tan sólo con un significante que se
repite, es decir a sostenerse dividido.
De allí la fórmula: el deseo del hombre (por así decir) es
el deseo del Otro. En el Otro está la causa del deseo, de donde el hombre se
desprende como resto.”
Comentario:
La “práctica del significante hace surgir un sujeto”, afirmaba
Lacan, por lo que resulta necesario tener en cuenta que el significante tiene
el valor constituyente de una entidad material. Y mientras la ciencia física
hizo de la partícula la unidad mínima de la materia de la cual se ocupa, Lacan
hizo de la letra su equivalente en el campo que existe por la materialidad del
lenguaje, campo fundado por Freud a partir del descubrimiento del inconsciente
tal y como él lo concibió, sobre todo en aquellos textos de principios del siglo
XX: La interpretación de los sueños, Psicopatología de la vida cotidiana y El chiste y su relación con lo inconsciente.
En ellos puede constatarse una lógica que, siendo rigurosos, ni siquiera Freud
mismo logró vislumbrar en cuanto a sus alcances.
Resulta necesario indicar también que la “práctica del
significante” no está dada per se en
el hecho de hablar. No solemos ejercer la práctica del significante en la
cotidianidad, sino la del significado. Buscamos fijar definiciones. Ansiamos
comprender. Tratamos de dar sentido a cada una de las situaciones que acontecen
y hacemos de ellas, hasta cierto punto, signos falaces pero valiosos para el
narcisismo, con los cuales tratamos de orientarnos ante el sinsentido que
constituye nuestro lugar en ese campo del lenguaje que habitamos sin saber muy
bien cómo ni porqué. No hay un mito, ni forma alguna de creencia, desde la
llamada intuición hasta la ciencia, que no pongan eso de manifiesto. Como
sabemos, el correlato de la creencia es la duda y no la certeza, de lo cual da
testimonio la diferencia que encontramos en la manera en que se manifiestan la
fantasía neurótica y el delirio en las psicosis. Por tanto, la práctica del
significante suele escapar a la ciencia, tanto como por el desconocimiento de la causalidad psíquica, el hambre de certeza enloquece al neurótico, mientras la intromisión de la duda brinda cordura al psicótico, merced, éste último de una unglauben (no creencia) constituyente.
Y si es la práctica del significante la que hace surgir un
sujeto, suponer que ese sujeto está ahí, constante, omnipresente, no puede ser
más que un error de principio. El sujeto al que nos referimos en el psicoanálisis,
surge como efecto de una práctica que acontece en esa experiencia singular por
la cual quien habla da lugar a la causalidad psíquica y, con ella, a la aparición del sinsentido aplazando las ansias
de fijar algún sentido, permitiendo así la erosión de los significados que
ocultan la insistencia del significante que da cuenta de un automatismo de
repetición. Vale la pena no perder de vista, por tanto, que en la cotidianidad se trata de un yo que re-vela en su impotencia una añoranza de
omnipresencia, mientras trata de dominar sus relaciones con el mundo, bajo el
supuesto desopilante de que sabe muy bien lo que desea.
John James Gómez G.