Fragmento del texto: “La ciencia
y la verdad”. Lacan, J. (1966). En: Escritos 2. Argentina: Editorial Siglo XXI,
2ª ed. 2008, pág. 828. [Tercera parte del comentario]
“Digamos que el religioso le deja
a Dios la carga de la causa, pero que con ello corta su propio acceso a la
verdad. Así, se ve arrastrado a remitir a Dios la causa de su deseo, lo cual es
propiamente el objeto del sacrificio. Su demanda está sometida al deseo
supuesto de un Dios al que entonces hay que seducir. El juego del amor entra
por ahí.
El religioso instala así la
verdad en un estatuto de culpabilidad.”
Comentario:
En el comentario anterior, dejé
planteado que el único medio que tenemos en la práctica psicoanalítica para
posibilitar la rearticulación del sujeto con la causa de su deseo es el
lenguaje, siempre y cuando reconozcamos su materialidad. Dado el triunfo del
pensamiento aristotélico en Occidente, estamos acostumbrados a pensar la
materialidad de los cuerpos exclusivamente en torno a un espacio concebido como
“natural”: la physis. Toda
explicación causal en el sentido de la ciencia parte de ese supuesto, lo cual
hace de la física la ciencia por excelencia. A esto hemos de sumar que desde la perspectiva Aristotélica, la única
relación posible entre los cuerpos es la de continente/contenido puesto que, de
acuerdo con la materialidad de la physis,
dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio en un mismo tiempo. Así, Aristóteles
admitía una explicación mecanicista de la vida. Sin embargo, los estoicos
concebían de otra manera la relación entre los cuerpos. Debemos prestar
atención a esto si deseamos entender de qué cuerpo se trata en el psicoanálisis
cuando hablamos de cuestiones como síntoma, pulsión, inconsciente, o cualquier otro
de los conceptos atinentes a nuestra práctica.
Los estoicos
asumían que todo lo que existe es un cuerpo. Para ellos incluso el alma debe
ser considerado un cuerpo. Se trata de una forma de materialismo distinta a la
aristotélica, según la cual dos cuerpos sí pueden coexistir ocupando el mismo
espacio en un mismo instante.
Los seres reales pueden sin embargo entrar
en relación unos con otros y por medio de estas relaciones modificarse. “No
son, dice Clemente de Alejandría exponiendo la teoría estoica, causas unos de
los otros, sino causas de ciertas cosas unos para los otros”. ¿Estas
modificaciones son realidades? ¿Sustancias o cualidades? En absoluto: un cuerpo
no puede dar a otro, propiedades nuevas. Se sabe de qué modo paradójico los
Estoicos están obligados a representarse las relaciones entre los cuerpos; para
evitar esta producción de las cualidades unas por las otras: admitían una
mezcla de
los cuerpos que se penetraban en su intimidad, y tomaban una extensión común.
Cuando el fuego calienta el hierro al rojo por ejemplo, no hay que decir que el
fuego ha dado al hierro una nueva cualidad, sino que el fuego ha penetrado en
el hierro para coexistir con él en todas sus partes[1].
Siguiendo esta lógica, organismo
y lenguaje pueden ser considerados cuerpos. Si nos orientáramos por la
perspectiva de Aristóteles resultaría necesario suponer, como se hace en las
neurociencias, que el lenguaje e incluso lo inconsciente tendrían que poder
hallarse de manera específica en un área cerebral que sería su continente. Estaríamos ante una topografía. No obstante, si prestamos atención a los estoicos, hay otra manera de plantearnos la cuestión. Lenguaje y
organismo, en tanto cuerpos, no se contienen uno a otro sino que se mezclan,
se fusionan uno con otro hasta su más insondable intimidad. No es uno
continente del otro, sino que ellos son al mismo tiempo un cuerpo y dos
cuerpos. Vemos aparecer así el juego de palabras que se plantea con la pronunciación
en francés de la conocida pareja significante expresada por Lacan S1/S2,
que puede leerse bajo la forma est un ou
est deux (es uno o es dos), cuestión indicada y enfatizada por Jean Michel
Vappereau[2].
Ahora bien, de acuerdo con los
estoicos debe cumplirse que, como resultado de esa fusión entre dos cuerpos quede un resto, al que llamaron “incorporal”. Veremos el lugar que esto tiene
en la perspectiva de Lacan, si al seguir su discurso del amo, observamos que de la relación S1/S2
surge como producto ese objeto que él consideraba su única invención y que no
puede concebirse como un cuerpo, sino, más bien, como un
incorporal, a saber, el objeto a.
Retomaré este punto el próximo miércoles y cerraré con ello esta serie de comentarios.
John James Gómez G.