viernes, 14 de octubre de 2016

Fragmento del texto: De guerra y muerte. Temas de actualidad. Freud, S. 1915. En: Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 1984, 2ª ed., pág. 286. [Segunda parte del comentario]

"Quien se ve precisado a reaccionar constantemente en el sentido de preceptos que no son la expresión de sus inclinaciones pulsionales, vive —entendido esto en su aplicación psicológica— por encima de sus recursos, y objetivamente merece el calificativo de hipócrita, sin que importe que haya alcanzado conciencia clara de ese déficit. Es indiscutible que nuestra cultura presente favorece en extraordinaria medida la conformación de ese tipo de hipocresía. Podría aventurarse está aseveración; está edificada sobre esa hipocresía y tendría que admitir profundas modificaciones en caso de que los hombres se propusieran vivir de acuerdo con la verdad psicológica. Existen, por tanto, muchísimos más hipócritas de la cultura que hombres realmente cultos. Y aun podría examinarse este punto de vista: Es posible que la aptitud para la cultura ya organizada en los hombres de hoy sea insuficiente para conservar esta, y por eso siga siendo indispensable cierto grado de hipocresía."

Comentario:

Di por terminado el comentario anterior con la siguiente pregunta: ¿De qué modo podríamos aproximarnos a un saber al respecto [refiriéndome a nuestra posición en cuanto a la cultura y la hipocresía sobre la cual ella está edificada], si no es por la vía del saber inconsciente? Con ella quiero poner el acento en el hecho de que ese saber inconsciente habla de una imposibilidad lógica, estructural. Hay no-todo. Por tal razón, toda aspiración a la completitud, la homogeneidad absoluta y la ausencia de conflicto, está destinada al fracaso. El saber inconsciente nos advierte acerca de nuestra inadecuación, no solo en relación con la cultura, sino también, y sobre todo, con nosotros mismos. No somos simples organismos vivientes, pero tampoco llegamos a tanto como "ser", en un sentido estricto; más bien tenemos una ilusión de ser a la que llamamos “yo”. Esa ilusión vela una falta, un agujero, el alma que nos mueve. Recordemos que “agujero de un cilindro” se encuentra entre las acepciones que corresponden a la palabra “alma”.

Esa inadecuación, en no pocas ocasiones, se magnifica debido a nuestra pasión por la ignorancia. No queremos saber. Nos debatimos entre el afán por dejar atrás una historia que no es simplemente el pasado, pues se actualiza constantemente en nuestro presente, y  el anhelo de no ser olvidados, de alcanzar una eternidad que nos lleve más allá de la certeza de una muerte en la que preferimos no creer. Así, nos cobijamos bajo el falso olvido y nos destinamos a actuar desconociendo nuestra propia posición en la historia que de alguna manera padecemos. La cultura, como parte de la hipocresía en la que está edificada, nos brinda medios para creer que es posible comenzar de cero, dejando atrás lo que nos es constituyente. De hecho, cuando una persona va a una psicoterapia o, incluso, a un psicoanálisis, no es extraño que manifieste ese anhelo de “borrón y cuenta nueva”. Evidentemente, en ningún caso el psicoanálisis se trata de algo como eso. 

John James Gómez G.

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