viernes, 7 de octubre de 2016

Fragmento del texto: De guerra y muerte. Temas de actualidad. Freud, S. 1915. En: Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 1984, 2ª ed., pág. 286. [Primera parte del comentario] 

"Quien se ve precisado a reaccionar constantemente en el sentido de preceptos que no son la expresión de sus inclinaciones pulsionales, vive —entendido esto en su aplicación psicológica— por encima de sus recursos, y objetivamente merece el calificativo de hipócrita, sin que importe que haya alcanzado conciencia clara de ese déficit. Es indiscutible que nuestra cultura presente favorece en extraordinaria medida la conformación de ese tipo de hipocresía. Podría aventurarse está aseveración; está edificada sobre esa hipocresía y tendría que admitir profundas modificaciones en caso de que los hombres se propusieran vivir de acuerdo con la verdad psicológica. Existen, por tanto, muchísimos más hipócritas de la cultura que hombres realmente cultos. Y aun podría examinarse este punto de vista: Es posible que la aptitud para la cultura ya organizada en los hombres de hoy sea insuficiente para conservar esta, y por eso siga siendo indispensable cierto grado de hipocresía."

Comentario:

La afirmación de Freud según la cual existen “muchísimos más hipócritas de la cultura que hombres realmente cultos”, merece nuestra atención. No se trata de la cultura en el sentido burgués, que se opone a la cultura popular juzgándola, casi siempre, de “inculta”. La cultura, en el sentido en que Freud la concibe, tiene que ver con la condición misma en que se inscribe todo sujeto en la medida en que, por el lenguaje, se enfrenta a una división estructural por la cual está implicado en lo que le acontece, más allá del saber consciente. En esa cultura, y en el amor que se expresa por ella, se juegan, en general, las probabilidades de hacer lazo social y de sofocar, de un modo que no resulte violento, la potencia irrefrenable de las pulsiones.

No es fácil plantearse la cuestión, pues conlleva la interrogación de nuestra propia posición como sujetos. ¿Contamos realmente con una aptitud para la cultura o somos, principalmente, hipócritas de la cultura? Nuestro narcisismo, amparado en el ideal del yo, puede empujarnos rápidamente y sin el menor de los miramientos a exaltar nuestro valor y a creer que somos realmente cultos; sobre todo, si hemos caído en la trampa, mencionada con antelación, de definir la “cultura” como el gusto por ciertas prácticas estéticas que coincidan con los ideales burgueses de nuestra cultura moderna occidentalizada. Sin embargo, tendríamos que ser demasiado ingenuos para entregarnos sin reparos a semejante ilusión.

Así las cosas, nuestra tarea no es para nada sencilla. Es mucho más probable que, desde una posición hipócrita, intentemos hacer coincidir nuestros ideales con aquellos que los discursos dominantes señalan como válidos y deseables, que asumir una posición desde la cual podamos responder por un deseo que siempre es incierto y que, por tanto, nos enfrenta a una interrogación constante acerca de nuestro lugar en el mundo y de la falta estructural que nos habita, es decir, una posición ética que no se reduzca a un discurso moral. ¿De qué modo podríamos aproximarnos a un saber al respecto, si no es por la vía del saber inconsciente?


John James Gómez G.

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