Fragmento del texto: De guerra y muerte. Temas de
actualidad. Freud, S. 1915. En: Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires:
Amorrortu Editores. 1984, 2ª ed., pág. 286. [Primera parte del comentario]
"Quien se ve precisado a reaccionar constantemente en el sentido
de preceptos que no son la expresión de sus inclinaciones pulsionales, vive
—entendido esto en su aplicación psicológica— por encima de sus recursos, y
objetivamente merece el calificativo de hipócrita, sin que importe que haya
alcanzado conciencia clara de ese déficit. Es indiscutible que nuestra cultura
presente favorece en extraordinaria medida la conformación de ese tipo de
hipocresía. Podría aventurarse está aseveración; está edificada sobre esa
hipocresía y tendría que admitir profundas modificaciones en caso de que los
hombres se propusieran vivir de acuerdo con la verdad psicológica. Existen, por
tanto, muchísimos más hipócritas de la cultura que hombres realmente cultos. Y
aun podría examinarse este punto de vista: Es posible que la aptitud para la
cultura ya organizada en los hombres de hoy sea insuficiente para conservar
esta, y por eso siga siendo indispensable cierto grado de hipocresía."
Comentario:
La afirmación de Freud según la cual existen “muchísimos más
hipócritas de la cultura que hombres realmente cultos”, merece nuestra
atención. No se trata de la cultura en el sentido burgués, que se opone a la
cultura popular juzgándola, casi siempre, de “inculta”. La cultura, en el sentido en
que Freud la concibe, tiene que ver con la condición misma en que se inscribe
todo sujeto en la medida en que, por el lenguaje, se enfrenta a una división
estructural por la cual está implicado en lo que le acontece, más allá del
saber consciente. En esa cultura, y en el amor que se expresa por ella, se
juegan, en general, las probabilidades de hacer lazo social y de sofocar, de un
modo que no resulte violento, la potencia irrefrenable de las pulsiones.
No es fácil plantearse la cuestión, pues conlleva la
interrogación de nuestra propia posición como sujetos. ¿Contamos realmente con
una aptitud para la cultura o somos, principalmente, hipócritas de la cultura?
Nuestro narcisismo, amparado en el ideal del yo, puede empujarnos rápidamente y
sin el menor de los miramientos a exaltar nuestro valor y a creer que somos
realmente cultos; sobre todo, si hemos caído en la trampa, mencionada con
antelación, de definir la “cultura” como el gusto por ciertas prácticas
estéticas que coincidan con los ideales burgueses de nuestra cultura moderna
occidentalizada. Sin embargo, tendríamos que ser demasiado ingenuos para entregarnos
sin reparos a semejante ilusión.
Así las cosas, nuestra tarea no es para nada sencilla. Es
mucho más probable que, desde una posición hipócrita, intentemos hacer
coincidir nuestros ideales con aquellos que los discursos dominantes señalan
como válidos y deseables, que asumir una posición desde la cual podamos
responder por un deseo que siempre es incierto y que, por tanto, nos enfrenta a
una interrogación constante acerca de nuestro lugar en el mundo y de la falta
estructural que nos habita, es decir, una posición ética que no se reduzca a un discurso moral. ¿De qué modo podríamos aproximarnos a un saber al
respecto, si no es por la vía del saber inconsciente?
John James Gómez G.
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