Fragmento del texto: “Clausura de las jornadas de la École
Freudienne de Paris”. Lacan, J. (25-9-1977). Versión bilingüe disponible en la
página web de la École Lacanienne de Psychanalyse. Pág. 6. [Segunda parte del
comentario]
http://www.ecole-lacanienne.net//pictures/books/4C40FFA6478707ACE599B60D76F49289/Clôture%20-%20clausura%20-%2025%20septembre%201977.pdf
“Hay que interrogar el equívoco, del cual enuncio que es a
partir de allí que se fundan todas las formaciones, las formaciones del
inconsciente.”
Fragmento original en francés:
“Il faut interroger l’équivoque, dont j’énonce que c’est de
là que se fondent toutes les formations, les formations de l’inconscient.”
Comentario:
¿Qué es interrogar el equívoco? Lo primero que creo
pertinente señalar al respecto es que para interrogar el equívoco hay que estar
dispuesto a soportar el dolor de la herida narcisista. No se trata de una
cuestión menor y, por otro lado, la afirmación que hago no debe ser tomada a la
ligera, es decir, dejándose llevar por la idea, harto común, de que el
narcisismo es algo malo o indeseable. Suele creerse que se trata de una mala
palabra, y por tanto se usa con fines de crítica e, incluso, como intento de
insulto. Y el hecho de que se registre en el DSM un “trastorno narcisista de la
personalidad” sirve a muchos para afianzar esa idea. Es importante, entonces,
entender que el narcisismo es necesario; se trata de una formación
constituyente en la estructuración subjetiva. De hecho, la introducción que
hace Freud del narcisismo como concepto de la teoría de la libido, en 1914,
denota con claridad su importancia.
El narcisismo es, en cierta medida, un ejercicio de rigor,
pues permite sostener la ilusión de que ese cuerpo fragmentado, es decir,
pulsional, puede constituir una unidad cerrada, completa, sin falta. Así, el
costo de la ilusión es el desconocimiento del yo como una imagen ideal [i(a)] y
de que hay Otro escenario, a saber, el del sujeto del inconsciente. El rigor
narcisista es el de velar con el sentido cualquier atisbo de incomprensión,
cualquier tropiezo, cualquier equivocación, es decir, todo aquello que pueda
delatar su falta de consistencia más allá del orden imaginario. Es por ello que
la pasión del yo no puede ser otra que la de fascinarse con su propia
ignorancia. Entonces, si esa es su pasión y si ejerce su rigor a través de la
impostura de sentido, ¿cómo podría, ese yo, fatuo, interrogar el equívoco
cuando, por definición, eso implicaría interrogar su propia consistencia?
La práctica analítica, como bien señala Jean Michel
Vappereau, implica abandonar, en cierto modo, ese rigor con el que se busca
sostener la impostura del sentido. No es nada fácil, pero es eso lo que hará
posible, si es el caso, el ingreso en la experiencia analítica. Así, interrogar
el equívoco exige al yo la invención de una nueva manera de leer en la cual
pueda descubrir, a partir de una posición aparentemente sin-táctica, una nueva
estructura sintáctica que ya no se oriente por el sentido sino por el recorte
secuencial que hará posible puntuar algo del texto que esté a nivel del
significante y no del significado ni del sentido. De hecho, quien oferta su
escucha autorizándose como analista, tendría que haber abandonado, en su propio
análisis, ese modo de rigor narcisista y haber descubierto ese nuevo modo de
lectura aparentemente sin-táctica de la estructura sintáctica pues, de lo
contrario, ¿cómo podría escuchar el texto de eso que llamamos lo inconsciente?
John James Gómez G.
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