Fragmento del texto: “Análisis terminable e interminable”.
Freud, S. (1937). En: Obras Completas, vol. XXIII. Amorrortu Editores. 1986.
pp. 229 [Sexta parte del comentario]
“¿Acaso nuestra teoría no reclama para sí el título de
producir un estado que nunca preexistió de manera espontánea en el interior del
yo, y cuya neo-creación constituye la
diferencia esencial entre el hombre analizado y el no analizado?”
Comentario:
Una tercera razón entre las cuales venimos avanzando, en
nuestra pregunta acerca de porqué fracasó el proyecto de una psicología de
ciencia natural, deriva, a mi juicio, de la segunda mencionada, es decir, de la
existencia de ese cuerpo erógeno, inédito, que habla y que ya no es accesible
por la clínica de la mirada en la que los médicos en particular, y la ciencia
positivista en general, ponían en aquella época, e incluso ponen hoy, toda su fe y su
esperanza.
Se tata de la necesidad de reconocer las desviaciones que
ese nuevo cuerpo implica respecto de los fines naturales de lo que se considera
un organismo. Evidentemente la desviación fundamental corresponde al hecho de
que el imperio del principio del placer es desplazado, hasta cierto punto, por
el principio de displacer. Esa desviación, es decir, la pulsión, incorpora un
objeto nuevo que es, a su vez, incorporal. Entonces, es un objeto que, al mismo
tiempo no corresponde con ningún objeto en el sentido sensible; ninguno que
pueda ser captado por los sentidos ni por la intuición perceptual. De hecho, la
única intuición que de él podemos tener es la angustia.
La angustia es central. Ella resultó sumamente interesante
para Freud, quien dedicó largo tiempo a su investigación. Él se percató de que hay allí algo siempre incomprendido.
Tanto en sus manuscritos iniciales, como en sus trabajos para tratar de establecer
una clínica diferencial para las neurosis de defensa y hasta el final de sus
elaboraciones en la década de 1930, la angustia fue siempre una señal clave para
la clínica. Único signo intuitivo con el que el yo pude tener noticias de la
falta a la que se ve enfrentado. Falta a la que no corresponde ninguno de los
objetos del mundo sensible.
Así, la angustia da cuenta de algo que si bien debería
parecernos obvio suele ser rechazado debido a que causa perturbación en los
ideales de completitud y absoluto dominio de sí con los que vivimos. Eso que
debería ser obvio es que en el momento en el que el campo del lenguaje entra en
juego, las sensaciones y las percepciones ya no dependen tanto del funcionamiento
biológico como sí dependen de las palabras, de los sentidos, de las creencias,
de los sinsentidos y, sobre todo, de la incertidumbre al no poder contar con
una respuesta completamente satisfactoria para las preguntas ¿De dónde venimos?
Y ¿por qué es inevitable la muerte?. Vemos así como las preguntas por la sexualidad
y la muerte toman el lugar central de ese Otro escenario revelado por Freud, a
saber, el de lo inconsciente.
John James Gómez G.
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