Fragmento del texto: “Acciones obsesivas y prácticas
religiosas”. Freud, S. (1907). En: Obras Completas, vol IX. Amorrortu Editores.
1986. pp. 106 [Tercera parte del comentario]
Con este comentario entramos en
receso hasta el lunes 3 de agosto.
"A la conciencia de culpa del neurótico obsesivo
corresponde la solemne declaración de los fieles: ellos sabrían que en su
corazón son unos malignos pecadores; y las prácticas piadosas (rezo,
invocaciones, etc.) con que introducen cualquier actividad del día y, sobre
todo, cualquier empresa extraordinaria parecen tener el valor de unas medidas
de defensa y protección."
Comentario:
Si el rito sirve como intento de control del acontecimiento,
tanto en las acciones obsesivas como en las prácticas religiosas, no podemos
perder de vista entonces el estatuto que tendría dicho acontecimiento para la
vida psíquica y la vida cultural en general. Llamemos a las cosas por su
nombre. El acontecimiento, psicoanalíticamente hablando, tiene al menos dos
rostros, dos modos de aparición, a saber, lo real y el sujeto. Evidentemente
estoy usando términos fácilmente reconocibles del “idioma” lacaniano. En otras
ocasiones he insistido en que el sujeto del psicoanálisis, es decir, el del
inconsciente, puede ubicarse en relación con la expresión symbama (σψμβαμα),
propia del estoicismo antiguo, que bien puede traducirse como sujeto del
acontecimiento o, también, acontecimiento al sujeto. Dicha expresión señala que no puede fijarse
el predicado como identidad para el sujeto, pues éste último escapa a la
identidad de un ser que se definiría por el predicado. El único ser posible
para ese sujeto es el de-ser dicho en alguna parte, como lo recuerda Lacan en
"Radiofonía" y, en tal sentido, es evanescente. El rito, entonces,
intenta controlar de algún modo, claramente místico y animista, la aparición
del sujeto que resultaría peligrosa porque denuncia la falta de identidad y la
fragilidad de ese yo que se cree dueño de sí mismo. Orar al padre y ofrecerle
acciones y sacrificios, es el modo en que el neurótico, particularmente el
neurótico obsesivo, intenta controlar la probabilidad de que llegue la
irrupción de ese sujeto que expresa un deseo, como todo deseo, impío, así como
un goce, como todo goce, siempre
voluptuoso.
Por su parte, lo real también es ubicable en relación al
acontecimiento. Irrumpe, no por ser dicho, como el sujeto, sino, precisamente,
porque no puede decirse ni tampoco escribirse y, sin embargo, no cesa de
insistir. Arremete con fuerza estridente, estrepitosamente, por ser un agujero
inconmensurable e inagotable. Lo real habla de lo imposible del sexo y de la falta de complementariedad sexual, en tanto no hay diferencia sexual-natural humana, más
que en las ingenuas aspiraciones de quienes sueñan con las oposiciones
hombre/mujer o masculino/femenino, como el marco de toda definición para el
lugar de esos seres que hablan y usan letras (parlêttre) en un mundo que
intenta silenciar todo aquello que pone en evidencia sus ilusorias versiones de
la verdad. Cada vez que esa imposibilidad insiste en hacerse reconocer, a pesar
que no se sepa como escribirla ni decirla adecuadamente, sus efectos son
estrepitosos y ponen en aprietos hasta al más liberal de los liberales y al más
abierto de-mente. De igual manera, lo real es acontecimiento imposible de decir
y de escribir, pero insistente en su aparición por la vía de la res, la cosa,
siempre irrepresentable, con la que está atado etimológicamente.
Así pues, psicoanálisis no aspira a controlar el
acontecimiento ni a incluirlo en un marco interpretativo ligado a una
cosmovisión. En ese orden de ideas, el psicoanálisis no es un modo de educar ni tampoco un tipo de cosmovisión. Su función es, de hecho, la de la palabra que puede
introducir el sinsentido antes que el sentido, pues, por esa vía, la del sinsentido, el
acontecimiento puede articularse. Y bien vale la pena pensar con detalle a qué
podemos llamar articulación en psicoanálisis, para lo cual sugeriré,
simplemente, tomar en consideración sólo la primera acepción que nos ofrece el
diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “Unir dos o más piezas
de modo que mantengan entre sí alguna libertad de movimiento.” De hecho, habría
que corregir a Freud cuando, en la interpretación de los sueños, hablaba del
sueño como realización de deseo, y hacer caso a Oscar Masotta quien indicó que el deseo no puede
realizarse, ni siquiera en el sueño, pero sí es susceptible de articularse.
John James Gómez G.