lunes, 20 de abril de 2015

Fragmento del texto: “Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad”. Lacan, J. (1967). En: Otros escritos. Editorial Paidós, Buenos Aires. 2012. pp. 372. [Tercera parte del comentario]

“Lo que prueba la potencia de lo que llamamos procedimiento es que tampoco está excluido que el psicoanalista no tenga ninguna especie de idea acerca de él. Hay, al respecto, estúpidos: verifiquen, es fácil.”

Comentario:

¿Qué garantía habría de que una persona que se llama a sí misma psicoanalista esté al tanto de las implicaciones que conlleva el procedimiento propio de la experiencia analítica? Plantear esta pregunta podría sonar escandaloso, por ejemplo, si olvidáramos que ex-siste lo inconsciente. Suponer que alguien está al tanto de lo que hace, y ni qué decir de la intención (e in-tensión) de sus actos, es por sí misma una idea ingenua. La intención y el sentido consciente suelen distar significativamente de lo que acontece en ese Otro escenario descubierto por Freud. Sin embargo no-todo pasa desapercibido para el yo, siendo así que cada cierto tiempo esa instancia que ni siquiera está al tanto de que ella misma es fundamentalmente inconsciente, resulta sorprendida por el retorno de lo que no cesa de insistir desde ese Otro escenario. No debe extrañarnos, entonces, la pregunta con la que iniciamos este párrafo, pues no necesariamente el psicoanalista estaría exento de esa sorpresa ni del desconocimiento de ese Otro escenario. Tal vez, incluso, sea algo más común de lo que muchos podrían imaginar.

Partir de la creencia en el enunciado: “soy psicoanalista”, no puede ser más que una ilusión falaz. No hay tal cosa como un predicado del analista. La identificación a ese significante como un ideal alcanzado en el lugar de un ser, pone al descubierto la búsqueda por taponar la propia falta. Identificarse a ese significante puede ser el modo de rechazar por completo la experiencia del inconsciente. Alguien podría defender “a capa y espada” esa identificación pero, de ser así, estaría intentando salvar el dolor proveniente de su herida narcisista; herida estructural por el hecho de que el Yo no  es más que una imagen ilusoria de totalidad. Si se ha asumido la falta en ser no habría porqué defender el ideal de un ser que no tiene más soporte que una ilusión, un fascinus obnubilante.

Cuando el analista es un predicado, el sujeto es anulado por retroacción. Es una operación ineludible, pues el sujeto queda fijado a una imagen, identificado por la cópula a la creencia en un ser y se rechaza, así, el supuesto de un sujeto que portaría un saber; se rechaza el acontecimiento del sujeto (symbama). Lo que ocurriría a partir de esa anulación del sujeto por la identificación con el ser de un predicado, sería la inhibición del despliegue de los desplazamientos por las cadenas significantes y con ello se obtura la hiancia que hace posible la aparición del sujeto del inconsciente. De este modo, paradójicamente, si alguien se identifica a la creencia de ser psicoanalista obturará la probabilidad de que se produzca el sujeto del inconsciente que constituye a la experiencia analítica.

John James Gómez G.

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