viernes, 25 de noviembre de 2016

Fragmento del texto: Carta de disolución, del 5 de enero de 1980. Lacan, J. (1980). En: Seminario 27. Versión crítica. Establecimiento del texto, traducción y notas: Ricardo E. Rodríguez Ponte. Escuela Freudiana de Buenos Aires. http://www.e-diciones-elp.net/images/secciones/seminario/LACAN-DISOLUCION-VC-RRP.pdf
 [Segunda parte del comentario]
                                                     
“Hay un problema de la Escuela. Esto no es un enigma. Por lo tanto, yo allí me oriento, no demasiado pronto. Ese problema se demuestra tal, por tener una solución: es la dis ― la disolución.” […] “Que baste con uno que se vaya, para que todos estén libres, es, en mi nudo borromeo, verdadero de cada uno, es preciso que este sea yo en mi Escuela.” […] “O sea para un trabajo, lo he dicho ― que, en el campo que Freud ha abierto, restaure el filo tajante de su verdad ― que devuelva la práctica original que él ha instituido bajo el nombre de psicoanálisis al deber que le corresponde en nuestro mundo ― que, por una crítica asidua, denuncie en él las desviaciones y los compromisos que amortiguan su progreso al degradar su empleo. Objetivo que mantengo. Es por esto que yo disuelvo. Y no me quejo de los llamados “miembros de la Escuela Freudiana” ― más bien les agradezco, por haber sido por ellos enseñado, de dónde yo, he fracasado ― es decir me he embrollado. Esta enseñanza me es preciosa. Yo la aprovecho.”

Comentario:

Hacia final de su vida, Lacan dio una solución al fracaso de la Escuela que había fundado: una di-solución. Eso no cambió el hecho de que las Escuelas de psicoanálisis, hasta nuestros días, sigan presentándose bajo la modalidad del fracaso. Hay un agravante: al parecer los herederos de Lacan no quieren dar ninguna solución, pues ni siquiera reconocen su fracaso. Su extensión, cada vez mayor, así lo confirma. Olvidan que la causa del psicoanálisis es una causa perdida e intentan aplazar los efectos imaginarios, propios de los grupos, centrándose en su fascinación por algún amo. Hacer del psicoanálisis una empresa multinacional solo muestra la desorientación: aproximar el psicoanálisis a un fenómeno de masa impulsado y apañado (en las 10 acepciones que la RAE nos brinda de esta palabra) por el discurso del amo.

Hay textos interesantes al respecto. Uno de ellos es el de Moustapha Safouan, intitulado, Jacques Lacan y la cuestión de la formación de los psicoanalistas, en el cual plantea que:

La experiencia de la Escuela prueba en todo caso que la psicología de grupo no cambia. A lo sumo se puede frenar su desarrollo, evitando todo lo que confiere a la institución una unidad ficticia, que la asimile a lo que se denomina una “persona moral”.
Es precisamente lo que Lacan no pudo evitar, y me pregunto cómo reprochárselo, salvo que consideremos que “el porvenir se presume conocido por todos”, lo cual sería todavía más extravagante que el consabido dictum. […]
Lacan creyó que organización equivalía a administración.
Ahora bien, el hecho es que no sólo “toda administración es una dominación”, como diría Weber, sino que además –agregaré por mi cuenta, basándome en las enseñanzas de Lacan– el sitio de los administradores en la institución es justamente el de los sujetos que supuestamente saben. Hasta el punto de que al preguntarle un día a un miembro de la ex Escuela las razones por las que había elegido a su analista, escuché esta respuesta, proferida sin una sombra de vacilación: “Porque estaba pasmado por su descaro”. Entiéndase: por su capacidad para imponerse a partir del sitio de administrador donde lo habían colocado”[1].

Hay que agregar que el más notable valor del trabajo de Safouan está en el reconocimiento del fracaso de la Escuela antes que en algún intento de fundar, para tapar con el porvenir de una ilusión, la falta en el Otro, como sí ocurrió con algunos de los “herederos” de Lacan. La pregunta por la formación de los analistas ya no se mueve más en las Escuelas, aunque se la repita como un mantra, hasta el cansancio, sobre todo en las que tienden a convertirse en grandes monstruos similares a una Hidra de Lerna. No todas apuntan a ello, solo las más “exitosas”, es decir, las que triunfan a costa de su fracaso.

Entonces, el amo reina en la Escuela y es sabido que él es, por una parte, la respuesta a la pregunta ¿Qué quiere una histérica? Por otra, es el significante que silencia el saber exigiendo sumisión para concertar la producción de un goce en relación con el cual la verdad del sujeto sigue reprimida. No hay lugar allí para “restaurar el filo tajante de la verdad” al que se refería Lacan. El psicoanálisis en extensión no es lo mismo que la extensión del psicoanálisis, en atención a lo cual, lo segundo, solo confirma las aspiraciones de hacer de él un discurso totalitario, es decir, una modalidad de discurso moral. Ante ese problema, muchos se excusan señalando la importancia de "unirnos" para que el psicoanálisis no muera, mientras, al mismo tiempo, garantizan su supervivencia convirtiéndolo en un fantasma.

Hacer lazo alrededor del psicoanálisis implica una transferencia de trabajo, no una organización alrededor de un amo que dicte (dictum) lo que es válido, verdadero y de lo que puede hablarse. Si se trata de esto último, se prueba que no hay deseo de analista ni formaciones del inconsciente, sino, fascinación con un amo del que se espera recibir amor, aunque sea como un signo que se manifiesta a la manera de Pegan a un niño. Viajan de un lugar a otro, de congreso en congreso, pues su participación en ellos hace parte de las contabilidades necesarias para llegar a ser nombrados como miembros; hacen lobby; se acogen a los mandatos del amo, esperando ser reconocidos como psicoanalistas por un Otro que, a pesar de sus esfuerzos, "no existe".

John James Gómez G.






[1] Safouan, M. (1984). Jacques Lacan y la cuestión de la formación de los psicoanalistas. Buenos Aires: Paidós, pág. 75.

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