Fragmento del texto: Conferencias de Introducción al
Psicoanálisis. (1915-1916). En: Obras Completas, vol. XV. Buenos Aires,
Amorrortu Editores. 1986, pág. 18. [Segunda parte del comentario]
"He ahí la laguna que el psicoanálisis se empeña en
llenar. Quiere dar a la psiquiatría esa base psicológica que se echa de menos,
y espera descubrir el terreno común desde el cual se vuelva inteligible el
encuentro de la perturbación corporal con la perturbación anímica."
Comentario:
Pensar la psicopatología es interrogar la naturaleza.
Podemos hablar de patologías en el reino animal no humano, todas ellas asumidas
desde el punto de vista de los estudios y tratamientos de las enfermedades,
tomando como soporte para los parámetros etiológicos las coordenadas del funcionamiento
orgánico. Incluso la medicina, a pesar de su actual tendencia a reconocer el
carácter psicosomático de las enfermedades, suele limitar sus posibilidades
explicativas y comprensivas a la perspectiva orgánica, anatómica y funcional.
Las definiciones de salud y enfermedad, desde ese lugar, parecen claras, si es
que uno no se toma el trabajo de pensarlas rigurosamente. Esa ilusión de
claridad se basa en una creencia, a saber, que hay condiciones naturales que
serían equivalentes a lo que, culturalmente, se considera “normal”, con todas las
aporías que esa expresión implica.
Pero lo que se ha denominado psicopatología, difícilmente
puede hacerse encajar en cánones de normalidad que operen como imposturas de la
naturaleza. Asimismo, las definiciones de las palabras salud y enfermedad
tropiezan y caen rápidamente, a tal punto que en el campo de la salud mental
nadie se atreve a hablar hoy de enfermedades y el término se sustituyó, ya hace tiempo, por
uno no equivalente: trastorno. En
inglés y en francés se ha hecho lo mismo: disorder
y trouble son las palabras que
han servido para eludir los problemas que conllevan las falacias de la psicopatología. Nadie
sabe a ciencia cierta cómo explicar ni tratar lo psicopatológico, y los
manuales, siempre vacilantes, siempre dependientes de las modas, de los
psicofármacos de turno y de los ideales reinantes en las culturas dominantes, así lo constatan.
Así las cosas, si lo psicopatológico se acuña en su diferenciación con lo
normal, puede encontrarse, sin necesidad de recabar demasiado en sus
argumentos, que los parámetros en juego son estadísticos y/o morales, con lo
cual, no hay allí coordenadas naturales que sirvan de soporte, como tampoco un
organismo que, por sí mismo, permita dar cuenta de una etiología que pueda resultar sensata. Hagan el ejercicio: busquen en los diversos criterios del
afamado DSM, o en los manuales de psicopatología en general, algún atisbo de
certeza respecto de la etiología; verán cómo la fascinación de la psiquiatría
por el positivismo lógico queda reducida a una fenomenología tan pobre que solo es comparable con la línea de indigencia bajo la que hoy suele ubicarse a la
hermenéutica, merced de la ferocidad de los que se llaman a sí mismos científicos.
John James Gómez G.
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